La generación de residuos es uno de los principales problemas ambientales a nivel mundial. En Argentina se estima que cada habitante genera 1,15 kg de desechos por día, lo que da un total de más de 20 toneladas de basura al año. Una buena alternativa para contrarrestar el daño que semejante cantidad de residuos genera al planeta, consiste en implementar el compostaje casero.
El ingeniero Martín Almiña, fundador de Más Oxígeno, organización que tiene como proyecto a la Red de Compostaje, asegura que este proceso puede reducir los residuos caseros en un 50 por ciento. “El compostaje es algo que la naturaleza hace desde el inicio de los tiempos. Un bosque o una selva procesan miles de toneladas de desechos orgánicos por día. La materia orgánica en las condiciones adecuadas se descompone sola y se convierte en abono para las plantas”, explica.
“Las personas que tienen experiencia con respecto a los procesos naturales poseen mayor facilidad para hacer el compost, pero no quiere decir que no se pueda aprender, aunque al principio pueda parecer complicado”, advierte Almiña y recomienda ir de a poco.
¿Qué se necesita para compostar en casa?
En el mercado existen varios tipos de composteras de diferentes materiales. Sin embargo, Almiña sostiene que no es necesario ningún equipo en especial: “Se puede hacer en una maceta, un balde de pintura o un cajón de verduras. Tampoco se necesita mucho espacio. Para comenzar se recomienda hacerlo en el exterior, pero una vez incorporado el proceso, se puede llevar puertas adentro sin ningún inconveniente”.
Una vez elegido el recipiente en que se preparará el compost, se deben colocar los residuos orgánicos -cáscaras de frutas y verdura, saquitos de té, yerba, servilletas de papel- junto a materiales secos, como hojas, cartones o pedacitos de madera. “Es un proceso similar al de la cocina, porque uno va probando lo que funciona mejor”, cuenta el especialista en referencia a las proporciones. Y agrega: “Se pueden sumar tierra, azúcares, lombrices especiales para que aceleren el proceso, hay muchas variables”.
El compostaje es el primer paso hacia la circularidad. Tiene un efecto transformador en las personas
La frecuencia para sumar residuos depende del consumo de productos orgánicos que se de en el hogar. La clave para poder compostar de manera satisfactoria es incorporar materiales secos cada vez que se sumen residuos y asegurar de que circule oxígeno y agua. “Se debe mezclar el contenido de la compostera una vez por semana y pulverizar agua para que se mantenga húmedo”, aconseja.
Pasados dos o tres meses, el descarte orgánico desaparece y se va descomponiendo en partículas más pequeñas. Y una vez que adquiere un color negro intenso, se puede utilizar como abono natural para las plantas. “No se recomienda cortar el proceso y usarlo cuando no se terminó de descomponer porque va a competir por nutrientes con la planta”, afirma Almiña.
¿Qué complicación puede surgir en caso de que se haga mal?
Uno de los problemas más frecuentes surge porque se agrega demasiada tierra en el compost, que impide la circulación del aire y puede generar mal olor. Para revertirlo, se deben agregar más secos y mezclar el compost con frecuencia para que se oxigene. Por otra parte, se debe controlar la cantidad de restos cítricos que se suman a la compostera, ya que esta clase de alimentos ácidos pueden frenar la descomposición de los residuos.
En relación a los insectos, es común que al principio aparezcan moscas, que cumplen la función de llevar las primeras bacterias al compost. Estas desaparecen en el momento en el que se incorporan secos y se mantiene el compost revuelto y activo.
“El compostaje es el primer paso hacia la circularidad. Tiene un efecto transformador en las personas, porque tenemos muy arraigado el concepto de la basura y de desechar lo que no nos sirve o no nos gusta. Pero cuando ves que algo que pensabas que era basura, se transforma en abono, que cuando se lo ponés a una planta hace que genere diez veces más flores de lo que producía antes, ese resultado tiene un efecto muy fuerte en las personas”, concluye Almiña.