Algo similar pasó en 2020, cuando se logró contabilizar el número –hasta entonces impreciso– de árboles distribuidos en un área de 1,3 millones de kilómetros cuadrados en el noroeste de África, concretamente en la zona del Sahel y el famoso desierto de Sahara. Así, mediante un sofisticado programa de inteligencia artificial y utilizando 11 mil imágenes satelitales de alta resolución, se lograron contabilizar 1800 millones de árboles a razón de 1 por hectárea, motivo por el cual se los denomina “árboles solitarios”. El trabajo fue publicado en su momento por la revista Nature, y significó un hallazgo muy positivo teniendo en cuenta lo que implica la existencia de vegetación en zonas desérticas y áridas para las personas que las habitan. Esa presencia, sin embargo, no implica demasiado aporte a la luz de problemas ambientales globales como el cambio climático y el rol de los árboles al absorber dióxido de carbono de la atmósfera, ya que este tipo de ejemplares aislados no lo cumplen en igual medida que aquellos insertos en selvas o bosques.
En aquel momento, las y los autores del trabajo admitieron que aún no estaban dadas las condiciones para conocer el total de ejemplares de árboles del mundo, y que se necesitarían modelos informáticos “más robustos” para ese eventual recuento. En esta línea, a comienzos de 2022 un nuevo estudio científico, esta vez publicado en revista PNAS, develó la existencia de un 14% más de especies arbóreas de las conocidas hasta entonces a nivel mundial. Pero además, atado a ese resultado, la investigación considera que probablemente haya otras 9.200 aún por descubrir, y la frutilla del postre de esta buena noticia es que casi la mitad de ellas estaría en Sudamérica, más precisamente en la Amazonia y en los bosques andinos, a ambos lados de la Cordillera de los Andes. La otra cara de la moneda es la advertencia que acompaña a esta novedad: según las estimaciones científicas, la mayoría de estas especies desconocidas serían raras, con poblaciones muy reducidas y distribución espacial limitada, lo que las convierte en especialmente vulnerables.
La investigación estima que hay unas 9.200 aún por descubrir, y que casi la mitad estaría en Sudamérica, más precisamente en la Amazonia y en los bosques andinos. La otra cara de la moneda es la advertencia que se hace: la mayoría de estas especies desconocidas serían raras, con poblaciones muy reducidas y distribución espacial limitada, lo que las convierte en especialmente vulnerables a la acción antrópica sobre el ambiente.
Al igual que la publicación de 2020, este trabajo también echó mano de la inteligencia artificial para el procesamiento de los datos de abundancia y presencia de árboles tomados de un inventario forestal elaborado por la Iniciativa Mundial de Biodiversidad Forestal (GFBI, por sus siglas en inglés) y otro de la organización ambientalista irlandesa TreeChange. Como un enorme rompecabezas, la combinación de ambas bases de datos arrojó un total de 64.100 especies de árboles documentadas. Con ese número, las y los científicos realizaron cálculos estadísticos en el Laboratorio de Computación Avanzada e Inteligencia Artificial (FACAI) de la Universidad de Purdue, en Indiana, EEUU, que finalmente arrojaron una nueva cifra de referencia de la diversidad arbórea mundial: 73.274, y de ahí la conclusión de que habría más de 9 mil por conocer.
Como las mismas conjeturas indican que esas especies ignotas se situarían, por un lado, en el bioma compuesto por praderas, sabanas y matorrales y, por otro, en los bosques tropicales y subtropicales amazónicos en los bosques andinos del sur, es que la localización probable que se señala es América del Sur, ya de por sí hogar de 27 mil especies conocidas de árboles. La rareza y consecuente vulnerabilidad de esas especies por conocer las hace más indefensas a las modificaciones antropogénicas como la deforestación, los incendios y el cambio climático, y las y los autores del trabajo confían en que la información develada ayude a la generación de nuevas estrategias de conservación de los ecosistemas mencionados, y que el cuidado de la vegetación disponible se posicione como una prioridad absoluta en pos de la salud global.
Fotos: Darío Podestá