Se puede ser majestuoso y vulnerable a la vez. Imponer respeto y deslumbrar a muchos, al tiempo que sufrir deterioro y necesitar protección. Algo de esto refleja lo que sucede con las montañas, elevaciones naturales de la tierra según la definición geográfica. Aunque no se asocien tan fácilmente a los conceptos de conservación, ecología y sustentabilidad como otros ambientes naturales –selvas, bosques y humedales, por ejemplo–, lo cierto es que como paisaje natural tienen mucho de esos términos, y los 11 de diciembre, Día Internacional de las Montañas, son un buen momento para difundirlo. El 2022, suma un título más: fue proclamado por Naciones Unidas como el Año Internacional del Desarrollo Sostenible de las Montañas.
Las razones por las cuales las montañas son importantes son muchísimas. “Para empezar, ocupan el 22% de la superficie terrestre, cifra que en nuestro país asciende al 33%. Además, generan el 70% del agua dulce del planeta y contienen el 25% de la biodiversidad terrestre en ecosistemas y especies. Son el territorio del 14% de la población con altos índices de pobreza y tendencia a la emigración. Muchas montañas tienen pastizales, ambientes que cumplen un gran rol en la captura de carbono, e incluso hay estudios que los comparan con los bosques”, detalla Bibiana Vilá, investigadora del CONICET en la Universidad Nacional de Luján (UNLU) e integrante del Comité de Montaña del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación (MAyDS).
Las montañas ocupan el 22% de la superficie terrestre, generan el 70% del agua dulce del planeta y contienen el 25% de la biodiversidad terrestre en ecosistemas y especies. Además, son el territorio del 14% de la población con altos índices de pobreza y tendencia a la emigración.
Desde el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA), del CONICET Mendoza, Guillermina Elías engrosa la lista: “Desempeñan un papel clave en el suministro de energía renovable, como la hidroeléctrica, que proporciona alrededor de una quinta parte de la electricidad en todo el mundo, y también la solar, la eólica y el biogás, para las comunidades que las habitan y también las que viven aguas abajo. Además, 6 de las 20 especies de plantas de las que provienen la mayoría de los alimentos del mundo se originaron en regiones de montaña: maíz, papa, cebada, sorgo, café, quinoa, tomate y manzana. La diversidad genética de muchos de estos cultivos conserva su principal reservorio en las montañas”.
Elías enfatiza el que quizás sea el aspecto más importante: el porcentaje de agua dulce que proporcionan abastece a más de la mitad de la humanidad, y esto las convierte en el principal depósito de este recurso en la Tierra. “Su conservación es clave ya que los ecosistemas de montañas están asociados a otros ecosistemas como bosques, tierras y humedales, estos últimos llamados vegas altoandinas”, añade la especialista. El vigor de estos accidentes geográficos no los exime de una enorme vulnerabilidad frente a eventos climáticos extremos e impactos antrópicos, es decir debido a la acción humana, como la deforestación y la minería.
¿La principal amenaza que las acecha en todo el mundo? Vilá no duda: el acelerado ritmo con que se derriten los glaciares, una consecuencia indiscutible del calentamiento global. De acuerdo a un estudio científico publicado el año pasado en la revista Nature, entre 1961 y 1916 los glaciares perdieron más de 9.625 gigatoneladas de hielo, provocando un aumento del nivel del mar de 27 milímetros. La previsión de la ciencia es que las capas de nieve, hielo y permafrost de todas las zonas montañosas se sigan reduciendo a lo largo del siglo XXI. “Es una situación que pone en peligro el suministro de agua dulce de millones de personas”, subraya Elías, y enumera otros riesgos: “La conversión del uso de la tierra y la deforestación provocan la pérdida de hábitats valiosos, disminución del agua limpia, degradación y erosión del suelo y liberación de carbono a la atmósfera”.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), esos factores contribuyen a la pérdida de activos económicos valiosos y posibilidades de medios de subsistencia. “Para 2017, unos 340 millones de habitantes de comunidades locales y pueblos indígenas de zonas montañosas rurales de países en desarrollo eran vulnerables a la inseguridad alimentaria, y eso resalta la necesidad de priorizar una atención especial y urgente para los problemas específicos a los que se enfrentan y las oportunidades que brindan las montañas”, agrega la experta, y destaca el uso del agua en actividades mineras como otro tema de conflicto con las comunidades locales que hay que atender.
«La previsión de la ciencia es que las capas de nieve, hielo y permafrost de todas las zonas montañosas se sigan reduciendo a lo largo del siglo XXI, situación que pone en peligro el suministro de agua dulce de millones de personas. Y la conversión del uso de la tierra y la deforestación provocan la pérdida de hábitats valiosos, disminución del agua limpia, degradación y erosión del suelo y liberación de carbono a la atmósfera”. Bibiana Vilá
Además de la declaración de 2022 como el Año Internacional del Desarrollo Sostenible de las Montañas, el lema asignado al Día Internacional tiene que ver con el género: “Las mujeres mueven montañas”. Para Elías, la relevancia viene dada “por el papel fundamental para la protección del ambiente y el desarrollo socioeconómico en estas regiones del mundo que ellas desempeñan desde niñas: según la FAO, suelen ser las principales administradoras de los recursos de las montañas, guardianas de la biodiversidad, custodias de la cultura local y expertas en medicina tradicional”. Como agricultoras, vendedoras del mercado, empresarias, artesanas, emprendedoras y líderes comunitarias, las mujeres de las montañas tienen el potencial de ser importantes impulsoras del cambio.
Cuando tienen acceso a recursos, servicios y oportunidades, continúa Elías, ellas se convierten en una herramienta clave contra el hambre, la desnutrición, la pobreza rural en las economías de las montañas, y por eso hace tiempo vienen asumiendo nuevas funciones. “Sin embargo, con frecuencia, muchas sufren la falta de poder de decisión y el acceso desigual a los recursos, como los alimentos. Además, la variabilidad climática en constante aumento, la falta de inversión en la agricultura de montaña y el desarrollo rural, induce a estas comunidades a emigrar hacia otros lugares en busca de medios de vida alternativos. Por eso es tan importante empoderar el papel de las mujeres como gestoras sostenibles de estos ecosistemas”, reflexiona.
2022 fue declarado como el Año Internacional del Desarrollo Sostenible de las Montañas, y el lema asignado al Día Internacional tiene que ver con el género: “Las mujeres mueven montañas”.
Dedicada al estudio de la conservación y uso sostenible de vicuñas en la Puna argentina, Vilá coincide con que el rol de las mujeres en las culturas y ambientes de montaña es clave. “Guardan mucho conocimiento sobre el lugar, en general son pastoras y agricultoras, cuidadoras de niñas y niños, ancianas y ancianos y del patrimonio biocultural de plantas y animales domésticos y silvestres. En el altiplano, con frecuencia quedan solas a cargo de estas demandantes actividades porque los varones emigran o toman trabajos en mineras”, describe la experta, y asegura que otras oportunidades laborales como el hilado de fibra de llama y la producción de artesanías son limitadas.
“La degradación creciente de la tierra, los impactos del cambio climático y la falta de inversión en agricultura, ganadería de montaña y el desarrollo rural, suman dificultades en la vida de las mujeres de los territorios. A pesar de ser quienes se quedan y sostienen, muchas no tienen el mismo estatus legal, poder de decisión y acceso a la formación que los hombres”, apunta Vilá. En su opinión, el “verdadero desarrollo de las montañas” radica en reconocerlas como protagonistas y convocarlas a participar en procesos de toma de decisiones sobre los recursos productivos, el acceso a tecnología, el crédito, las posibilidades de mercadeo de sus producciones sin intermediarios y la propiedad igualitaria de la tierra. “Debieran ser necesariamente consultadas en cualquier emprendimiento en sus territorios”, dice para concluir.
Foto: Darío Podestá