Cualquier extinción de una especie por culpa del ser humano es una tragedia y, una vez alcanzado cierto punto, ya no hay solución ni reparación posible. Ni siquiera, como se ha escuchado en algunas ocasiones, con la ¿esperanzadora? posibilidad que brindaría la ciencia moderna para recrear animales o plantas desaparecidos mediante la clonación. En este caso, el protagonista de tal eventualidad es el tigre de Tasmania o tilacino, un marsupial carnívoro autóctono de Australia, Nueva Guinea y el país que le da nombre, país este último en el que sobrevivió muchos años más luego de ser arrasado por la caza en los dos primeros. Finalmente, la versión oficial indica que desapareció del todo en 1936, y su extinción definitiva fue decretada a mediados de la década del ’80. Hoy, remordimiento o ambición mediante –o ambas a la vez–, un grupo de investigadores de Australia y Estados Unidos diseña un proyecto para traerlo nuevamente a la vida mediante las posibilidades que ofrece la clonación genética.
En comparación con otras iniciativas similares que se han dado a conocer en los últimos tiempos, de las cuales la más famosa es la de revivir al mamut lanudo, el caso del tigre de Tasmania sería, al parecer, una posibilidad mucho más factible, ya que la obtención de material genético de restos fósiles de hace cientos o miles de años no es lo mismo que lo que pueda encontrarse y extraerse de una especie extinta hace 8 décadas. No obstante, con la vasta experiencia en clonación de células de especies vivientes que existe hoy en el mundo, todavía no hay métodos que permitan la regeneración de organismos complejos a través de ADN antiguo, a lo que se suma el hecho de que ese material genético no suele encontrarse en buenas condiciones de preservación. La opción sería entonces acudir a la biología sintética, es decir, producir químicamente el ADN completo pero, una vez más, se trata de procedimientos complicados y muy costosos.
El tigre de Tasmania o tilacino era un marsupial carnívoro autóctono de Australia, Nueva Guinea y el país que le da nombre, que desapareció a causa de la caza humana en la década del ’30. Hoy, en proyecto para recuperarlo implica “combinar” su ADN con el genoma de su pariente vivo más cercano: el dunnart de cola gorda.
El proyecto, que se gesta desde hace más de 20 años con distintos intentos de extracción o reconstrucción de ADN viable a partir de muestras, conlleva varios pasos que involucran a lo más avanzado de la genética moderna. Primero, el equipo a cargo –que cuenta con enorme apoyo financiero de una firma norteamericana– planea reconstruir el genoma completo del tigre de Tasmania y compararlo con el de su pariente vivo más cercano, un marsupial del tamaño de un ratón llamado dunnart de cola gorda. Una vez identificadas las diferencias, se tomaría una célula del dunnart y se modificaría cada lugar en que difiere con el extinto. Lo siguiente sería, ya de la mano de la reproducción asistida, crear embriones a partir de estas células madre e introducirlas en hembras para que den a luz individuos de la antigua especie. De acuerdo al grupo de expertos, la diferencia de tamaño entre uno y otro animal no sería un problema porque todos los marsupiales tienen crías diminutas.
De acuerdo a los ideólogos del ambicioso plan, el objetivo es “devolver especies perdidas a la naturaleza para restaurar su rol en el ecosistema”, y en este punto la discusión ética se vuelve mucho más profunda que los límites técnicos o metodológicos del asunto. En primer lugar, porque nunca es posible conocer del todo las implicancias y consecuencias a mediano y largo plazo que podría tener en el medio ambiente la reintroducción artificial de un ser vivo que ya no está. Y, además, porque esta extinción no ha sido producto del proceso evolutivo de las especies y la vida en el planeta, sino que fue la acción antrópica la que lo eliminó del mapa, y ese hecho no puede ser gratuito. Los tigres de Tasmania eran animales tímidos y seminocturnos que fueron aniquilados por los colonos europeos, que los culpaban de la pérdida de ganado. El último ejemplar vivo que se conoce vivía en el zoológico y allí murió poco después de que se decretara a la especie en peligro de extinción. Demasiado tarde para salvarla, mucho más para restablecerla en la naturaleza. La pregunta más importante, quizás sea: ¿tarde también para tomar conciencia?