Asociados a climas cálidos, playas de surfistas y peligro inminente, los tiburones son peces que no gozan de buena prensa. Sus hábitos carnívoros, la doble hilera de filosos dientes y noticias de ataques sorpresivos a humanos que de vez en cuando recorren el mundo son los culpables de esa reputación. Lo cierto es que existen muchas especies –más de 300, gran parte de ellas inofensivas–, y cumplen un rol esencial en la cadena trófica y el equilibrio ecológico de los mares y océanos. Lejos de aquellas aguas cálidas con corales y arenas blancas, el Mar Argentino es el hogar de unas 55 especies de tiburones, tanto en las costas como en mar abierto y en las profundidades. Además de verse afectados, al igual que muchos otros animales, por las grandes problemáticas medioambientales globales como la contaminación y la pérdida de ecosistemas, también son foco de múltiples amenazas por parte de las actividades humanas, especialmente su pesca, pero también la de otras especies marinas, que los afecta sensiblemente de manera indirecta.
En el Mar Argentino habitan unas 55 especies de tiburones, y la mayoría sufre los efectos de la pesca industrial, artesanal y deportiva. Disminuir su consumo y fomentar la devolución al agua con vida son dos acciones concretas para contribuir a su conservación.
De acuerdo a información difundida desde la Fundación Vida Silvestre Argentina el 14 de julio pasado con motivo del Día Internacional de la Conciencia por los Tiburones, la importancia del papel que cumplen estos animales como depredadores se refleja en el control del sobrepastoreo marino, esto es, su contribución a limitar el consumo de pastos o praderas en el fondo de las aguas por parte de la fauna herbívora. Esa vegetación, se sabe hace algún tiempo, tiene la capacidad de capturar carbono de la atmósfera 35 veces más rápido que los bosques tropicales, con lo cual se hace evidente el aporte de los tiburones a la mitigación del calentamiento global y el cambio climático. La necesidad de protegerlos se ha hecho oír y actualmente existen distintos proyectos de conservación tanto a nivel nacional como de manera conjunta con países vecinos que comparten espacios marítimos con la Argentina.
El aporte de estos depredadores a la mitigación del cambio climático se refleja en el control del sobrepastoreo marino por parte de la fauna herbívora. Esta vegetación tiene la capacidad de capturar carbono de la atmósfera 35 veces más rápido que los bosques tropicales.
Hay diferentes tipos de pesca, y todos ellos afectan a los tiburones: la comercial, que a su vez se divide en industrial y artesanal, dependiendo en las tecnologías utilizadas, el volumen de extracción y los fines económicos; y la deportiva o recreativa, que se realiza por ocio, sin ánimos de lucro, con capturas individuales. En este último caso, si bien mundialmente se fomenta la devolución al agua de los individuos, no siempre sucede. Todos los tipos de pesca están regulados por distintas legislaciones impuestas por los países, pero también hay normas específicas por región o, en el caso de nuestro país, por provincia. Por ejemplo, en provincia de Buenos Aires, la reglamentación vigente establece que los tiburones de las especies escalandrún, bacota, gatopardo, martillo y cazón pueden ser capturados únicamente con caña y ser inmediatamente devueltos al agua. A nivel nacional, los buques comerciales no pueden desembarcar tiburones mayores de 1,6 metros de longitud total en ningún puerto.
Sobre este aspecto, el CONICET difundió hace algunos años un artículo a propósito de la difusión de ciertos videos caseros que mostraban tiburones en la costa bonaerense, causando curiosidad y preocupación a nivel social. Allí, el investigador del CONICET en el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMYC, CONICET-UNMDP), Santiago Barbini explicaba que las reglamentaciones vigentes se basan en estudios biológicos y estadísticos que indican que estos animales muestran una fuerte disminución en sus poblaciones como consecuencia de la combinación de distintos factores, como un bajo ritmo reproductivo y la presión de la explotación pesquera. Particularmente en el caso del escalandrún, la información difundida desde el organismo de ciencia señala que la especie se encuentra en “peligro crítico de extinción” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Se trata de un animal inofensivo con una situación muy particular: “Se alimenta de peces medianos y su dentición no está adaptada a cortar trozos, motivo por el cual traga a sus presas enteras. Esto hace que trate al anzuelo con carnada de la misma manera, que se termina clavando en sus órganos internos y le provoca serias lesiones que lo perjudican incluso para sobrevivir una vez que es devuelto al agua”, según puede leerse. Entre las medidas que se promueven en la pesca responsable, describe el artículo, figura la colocación de una boya mediana a unos 30 centímetros del anzuelo para evitar que lo trague. De todas las especies de tiburones de nuestras aguas, el escalandrún es la que atraviesa la realidad más complicada: la población se redujo un 90 por ciento en las últimas cuatro décadas como resultado de malas prácticas pesqueras no solo en nuestro territorio sino también en Uruguay y en Brasil.
“Si no puedes contra ellos, úneteles”, parecería ser la frase rectora de un proyecto de ciencia ciudadana –una modalidad de investigación científica que involucra activamente al público no especializado– llamado “Conservar Tiburones en Argentina”, que trabaja a lo largo de Buenos Aires, Río Negro, Chubut y Santa Cruz. En este caso, busca comprometer a los pescadores deportivos a cambiar la foto triunfal con el pez muerto en brazos, por la colocación de una marca y su devolución al agua, contribuyendo así con su estudio y seguimiento. La marcación consiste en la introducción de un dispositivo de identificación debajo de la aleta dorsal. En caso de una recaptura, permite determinar el recorrido migratorio, días en libertad, crecimiento, supervivencia, cantidad de hembras y ejemplares cercanos al tamaño de parto, categoría de conservación según la UICN, entre otros factores. El proyecto está activo desde 2010 y figura en el mapeo de iniciativas nacionales de ciencia ciudadana del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación (MINCyT).
Creado por especialistas del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN), la Universidad de La Plata (UNLP) y la Wildlife Conservation Society (WCS), el proyecto reúne a unos 150 pescadores deportivos argentinos particulares y organizados en agrupaciones en distintos puntos costeros. Hasta el momento, ya realizaron el marcado y la devolución con vida de más de 1.400 tiburones costeros en el Mar Argentino, entre ellos cazones, bacotas, escalandrunes, gatopardos, espinillos, martillos y peces ángel, de los cuales se registraron 17 recapturas que permitieron recabar información inédita sobre los hábitos de vida de cada especie. La iniciativa resulta un caso de éxito y esperanza en una misión tan compleja como la conservación de especies, una actividad que siempre requiere del trabajo articulado y comprometido de los distintos sectores involucrados, y no solo de los que toman las decisiones políticas. A su vez, la educación y la concientización sobre el tema en la población general también contribuyen a generar interés y, con ello, apoyo y sostén a las acciones que se pongan en marcha.