¿Existen lámparas de luz eternas? ¿Cómo se puede usar un chip para ‘matar’ un producto cuando llegue a un determinado número de usos? Éstas y otras muchas preguntas encuentran respuesta en este documental.
Dirigido por la alemana Cosima Dannoritze revela la historia secreta de la obsolescencia programada; es decir, el diseño de productos orientado, de forma deliberada, a acortar su vida útil e incentivar así el consumo.
En la realización participaron RTVE y otros canales de televisión europeos, y fue rodado en España, Francia, Alemania, EE.UU. y Ghana, el país africano que se ha convertido en el vertedero de la ‘basura electrónica’ de Occidente.
La inquietud de Dannoritzer por el tema surgió desde lo que ella misma llama un mito urbano, una de tantas teorías de la conspiración. Para comprobarla, se dio a la tarea de realizar entrevistas y recuperar grabaciones de personajes como el diseñador industrial Brooks Stevens o el inventor Thomas Alva Edison, además de recopilar documentación sobre el cartel Phoebus, el iniciador del concepto de obsolescencia programada. El documental, es el resultado de tres años de investigación.
La sed insaciable de atención y pertenencia conducen a una carrera contra el tiempo, en busca de más para encontrar menos. «El tener para ser, el más grande engaño».
El tema que da inició a la investigación es la duración de las lamparitas de luz incandescente, que con el progreso científico lograba durar cada vez más horas hasta llegar incluso a los 100 años, como el caso de la Shelby Electric Company de Ohio, instalada en un cuartel de bomberos del estado de California.
Las compañías Osram, Philips y General Electric, productoras de lámparas, vieron este progreso como una amenaza para su crecimiento económico, por lo que acordaron limitar la vida útil de sus productos. A este producto le siguieron muchos otros que no sólo estaban programados para fallar después de determinado tiempo de uso, como las medias de nylon e impresoras (también mencionadas dentro del documental), sino que según lo explica Stevens, se diseñaban productos que pasarían de moda intencionalmente: “Toda nuestra economía se basa en la obsolescencia programada… fabricamos buenos productos, inducimos a la gente a comprarlos y luego, al año siguiente, introducimos deliberadamente algo que hará que estos productos sean anticuados y obsoletos”.
En Comprar, tirar, comprar -que se estrenó en 2010 y que recibió el premio Academia de Televisión- se analiza también el impacto que tiene la obsolescencia programada en el medio ambiente. El territorio con el que contamos no tiene recursos ilimitados para la producción ni cuenta con espacios ilimitados para la disposición final de las toneladas y toneladas de productos desechados convertidos en “basura”.
Las consecuencias medioambientales y sociales son sumamente alarmantes. Sin embargo, la sociedad ghanesa, forzada a adaptarse a estas circunstancias, nos muestra que puede surgir una economía del desperdicio mediante la recuperación, la reparación y la reutilización de los residuos; podríamos llamarla una ‘economía residual’.
El largometraje repasa también la historia de la lucha de los consumidores para modificar estas prácticas insostenibles. En los años cincuenta, organizaciones de consumidores de Estados Unidos empezaron a analizar productos para denunciar diseños que favorecían la obsolescencia. Y en los setenta, fueron un pequeño triunfo las primeras leyes que incluían la obligatoriedad de las garantías. Hoy en día, para algunos, es necesario y suficiente introducir mejoras en los procesos productivos. Para otras voces que recoge el documental en cambio, es necesario un cambio de paradigma económico a otro que proponga el decrecimiento.
Para la directora, la obsolescencia programada, como ironía a su propio concepto, está destinada a caducar. Pero en el camino, ha moldeado por completo a la sociedad occidental al grado de transformarla en la sociedad de consumo que vivimos y conocemos hoy.
Un imprescindible para consumidores conscientes.