A Laura Azcurra le gusta reconocer que es una obrera del arte. Hija de un director teatral, de una maquilladora de cine y televisión, y con una hermana bailarina, su formación en la actuación empezó a los 10 años. Cuatro años después debutó en cine con Despabílate amor, de Eliseo Subiela, y en televisión se lució en RRDT, Campeones de la vida, Verdad/Consecuencia, Son Amores, Soy gitano, Floricienta, Mujeres asesinas, entre otras ficciones. Además, protagonizó más de una docena de obras de teatro y es bailaora flamenca desde hace veinte años. Siempre vivió de su profesión: “vengo de una familia de obreros del arte y sé cómo surfear momentos de inestabilidad, incluida una pandemia. No descarto que en algún momento me dedique a algo vinculado con la jardinera, la agricultura y la agroecología porque hay algo de todo eso que me atrapa mucho y posiblemente sea una salida laboral, aunque no en este momento. De hecho lo estoy haciendo, pero no de una manera redituable”, relata Azcurra que actualmente conduce junto con Carolina Fernández Vida Mía, un programa semanal con temática ambiental y ecofeminista en Única contenidos. También está preparando un formato de teatro de improvisación que ya está probando en algunas funciones. “Es teatro en estado puro y hacemos unas experimentaciones hermosas que vamos creando. Sigo con ´Salir del ruego´, un espectáculo flamenco que hago desde el 2016 y ya pasó por todo el circuito independiente en Buenos Aires y ahora estamos de gira. Y estoy escribiendo una obra de teatro y un biodrama teatral relacionado con mis raíces vascas y la cultura del pueblo vasco. Estuve en marzo en el País Vasco, y estoy tomando clases de euskera. Creo que fue mi tatarabuelo quien vino a la Argentina, estoy en plena investigación”, detalla Laura, que es una mujer curiosa, a quien no le gustan las etiquetas, y disfruta mucho de estudiar y aprender.
Sos una vasca que baila flamenco…
Sí (ríe). Empecé a bailar a los 20 años e investigué mucho también sobre el tema. El País Vasco y Andalucía son dos polos opuestos, con danzas muy diferentes, y el único punto en común que tienen es una historia de bullying, porque tanto el pueblo vasco como el gitano fueron marginados, aunque con dos recorridos muy distintos. Los valores, la perseverancia y la nobleza del pueblo vasco es singular, en cambio los gitanos son más livianos, y hacen cualquier cosa a costa de esa supervivencia. Me auto percibo flamenca y también vasca, y no tengo ningún prurito con eso.
En los últimos años hiciste mucho teatro y poca televisión, ¿por qué?
Me ofrecieron trabajo para conducir, para ser panelista y jurado, y la verdad que no me interesa. Estamos frente a la muerte de la televisión de aire y esa agonía se siente y se ve. No me resulta interesante ni constructiva y quizá tenga que esperar que pase un poco esta ola vacía en la televisión, y proponer compartir mi arte desde otros espacios de comunicación.
Te reconoces ecofeminista, ¿cómo fue que empezaste a interesarte por la ecología?
Siempre me interesó la naturaleza. En mi familia hay respeto, valor y admiración por la naturaleza. Y mamé la belleza de los bosques a los que íbamos a veranear, la fuerza de la montaña cuando visitaba a mis tías en Mendoza, el mar, las sierras cordobesas, sólo por nombrar algunos paisajes de nuestro país que frecuento desde chiquita. Hace poco encontré un libro que mi mamá me regaló a mis 12 años y que se llama “50 cosas que los niños pueden hacer para salvar el planeta”. Y daba tips de reutilización de plásticos, tiraba estadísticas para el siglo siguiente y decía que si no disminuían las emisiones de dióxido de carbono, probablemente subiría la temperatura del planeta. Todo eso me conmovía y me preocupaba, y ya a esa temprana edad evangelizaba con un activismo muy cuerpo a cuerpo sobre cómo reciclar en casa, no consumir plásticos, buscar otras opciones. Una ternura.
Ya de muy chiquita tomaste conciencia entonces…
Si, y me preocupé también porque entendí que si continuábamos de la misma manera en la producción y en el uso descontrolado de ciertas cuestiones, podía ser complicado para todo el planeta, y hoy lo estamos viviendo. Si hablaba de esto hace unos años era una hippie romántica y hoy es un tema que nos compete porque la situación es complicada.
«Yo confió mucho en que un granito de arena más otro granito de arena hacen un enorme médano y por eso mi activismo de todos los días».
¿Qué haces en tu vida cotidiana para cuidar el planeta?
Los gobiernos tienen que tomar decisiones políticas enormes y hacer leyes y dejar de producir energía a través de combustibles fósiles. Eso deberían hacer quienes tienen la manija de tomar decisiones importantes, y no lo están haciendo. Yo confió mucho en que un granito de arena más otro granito de arena hacen un enorme médano y por eso mi activismo de todos los días. Hace diez años que tengo mi propia compostera en la terraza de mi casa donde tengo mis cultivos y mi laboratorio de exploraciones varias. Tengo mi huerta en macetas enormes y cultivo morrones, rúcula, el kinotero está dando frutos, están creciendo las lechugas que sembré hace un mes. En verano tengo más, pero ahora se aquieta un poco porque hay menos sol, pero suelo tener muchas verduras de hojas y tomates. Es posible teniendo buena tierra, y con mi compost no necesito comprar fertilizantes. Mi activismo está en ser muy consciente de lo que consumo, a quién le compro los alimentos con los que nos nutrimos, en no aceptar el packaging con el que vienen y por eso compro mucho a granel, buscamos bolsones de verduras y frutas orgánicas, no aceptamos bolsitas de plástico y llevamos las de tela. Cuando llueve saco mis tachos y acopio agua para regar después. Por supuesto reciclo lo que se puede y reutilizo todo lo que es reutilizable. He hecho macetas con los plásticos del enjuague bucal, con los envases de los aceites que usa mi autito, porque son plásticos fuertes y los reutilizamos y que duren lo que puedan durar, y después que vayan al reciclado. Soy muy consciente de todo lo que consumo. Y ahora estoy pensando en la huella de carbono y los viajes en avión, que también me interpelan en estos momentos. Lo mismo me pasó con la alimentación, y dejé de comer carne hace unos años. Soy vegetariana, todavía no vegana porque confío mucho en los procesos de las transiciones. Cada uno tiene su proceso y es súper respetable; pensaba que nunca iba a dejar de comer carne por mi cultura y tradición de argentina y por flamenca, pero un día no pude más porque empecé a ver la carne como lo que es, cadáveres de animales. Y si amo tanto a los gatos y a los perros, pensé que los cerdos y las vacas no son diferentes; también son seres que sienten. Hay que rever y cuestionar en profundidad todo lo que hemos aprendido, porque nos han inculcado como única verdad absoluta que un humano no puede no comer carne. Se puede desplegar un debate maravilloso sobre alimentación y nutrientes. Pero cada uno con sus tiempos, y los respeto muchísimo aunque es verdad que al tener más información podemos ser más responsable sobre lo que consumimos.
¿Tu hijo sigue tu ejemplo?
Marco tiene 15 años y también lava los platos con la esponja vegetal que va a la compostera cuando cumple su ciclo. Y a veces me ayuda a sembrar, a regar y es consciente del correcto regado de las plantas. Ve el ejemplo en casa y en el futuro tomará sus propias decisiones.
«Hay que rever y cuestionar en profundidad todo lo que hemos aprendido».
¿El cambio climático también te preocupa y ocupa?
Tiene que ver todo con lo mismo. Y es acá donde entra el ecofeminismo, que no es una mala palabra sino poner en palabras reales cómo es la situación. Hablar de la naturaleza como una cosa, cosificándola, sigue siendo una apropiación y abusan de la tierra, la explotan, la detonan, la matan. Eso no es muy distinto a lo que pasa con las mujeres. Y de alguna manera podemos darnos cuenta de que lo que sucede es sistémico, porque bajo este sistema opresor, patriarcal, machista y capitalista hay puntos en común que están íntimamente relacionados. Vemos el desastre ecológico por tirar los deshechos de fábricas e industrias en las cuencas de ríos, las políticas extractivitas de detonar Vaca muerta, de hacer enormes pozos para la megaminería, y quienes lo denuncian son los vecinos y no quienes están en una banca en el Congreso y mucho menos las corporaciones que en general son de otras partes del mundo y están asociadas al gobierno y a nuestros políticos. Es muy complejo el tema porque cuando los denuncias sos silenciado, pues no quieren difundir esta información. El sistema tiene que re pensarse, tiene que ser diferente, hay que crear pensando en una economía circular, y en nuevos paradigmas. ¿Quién da el primer paso? Es un momento global muy interesante.
«Hablar de la naturaleza como una cosa, cosificándola, sigue siendo una apropiación y abusan de la tierra, la explotan, la detonan, la matan. Eso no es muy distinto a lo que pasa con las mujeres».
Y te sumas a las causas en las que crees, como por ejemplo la lucha contra los agrotóxicos.
Me sumo porque lo siento, porque tengo una voz un poquito más amplificada y me siento responsable en el uso de esa comunicación expandida. Podría decir un montón de frivolidades y las hablé en estos 25 años en los que llevo trabajando en el circuito de entreteniendo y el arte. Pero hoy estamos en una emergencia muy profunda y no puedo ignorar las causas en las que creo porque estoy más grande, tengo un hijo de 15 años, sobrinas, y veo que hay generaciones que van a tener un porvenir complejo. Hay muchos paradigmas por desarmar y el miedo siempre nos silenció. Pero ya no estamos más en esa etapa y desde un espacio amoroso y constructivo, con información y un buen mensaje, todo llega. Me interpela poder hablar de estas cosas y por eso lo comparto.
¿Hubo algún hecho concreto que provocó que te comprometieras en el cuidado del planeta?
Fueron varias cosas que se unieron, especialmente el nacimiento de mi hijo. La maternidad me atravesó y reflexioné mucho sobre esta enorme aventura que es cuidar a otra persona. Ahí se despertó el feminismo, al ver todas las desigualdades que ya tenía como mujer, pero que se hicieron más evidentes cuando fui mamá porque el sistema te va excluyendo. Se me cambió el foco de prioridades y deseos. La maternidad y la paternidad son hechos existenciales muy potentes y me impulsaron a ocuparme de temáticas que quizá antes no había sentido o mirado. Y lo vinculado a la naturaleza y a nuestro sistema de producción son cosas para debatir y me siguen interpelando. Vivimos en un país con una tierra maravillosa en la que sembramos soja para darles de comer a animales y a personas en otras partes del continente cuando nosotros estamos con un índice de pobreza del 40%. Cómo no se puede resolver eso, cómo no podemos alimentar a nuestra propia población. Tenemos que ocuparnos. Activar.