Hace apenas cuatro años la alegría la daban ella, Aramí, y su hermana Mbareté con su solo nacimiento: dos yaguaretés hembras se asomaban a la vida en un corral del Centro de Reintroducción de Yaguareté del Parque Iberá, en Corrientes. En 2021, Aramí era liberada en los Esteros del Iberá, de acuerdo al destino que para ella querían sus cuidadores, y hoy vuelva a ser noticia en los medios nacionales e internacionales, esta vez, por su propia prole, y con un puntito extra: sus dos cachorros nacieron en libertad. Aunque el alumbramiento sucedió a mediados de mayo, se dio a conocer con bombos y platillos el 21 de julio pasado, acompañada de tiernas imágenes y videos de las crías deambulando junto a su madre. No era para menos; se trata de los dos primeros individuos de esta especie nacidos en estado salvaje luego de 70 años de declarada extinta en la provincia de Corrientes. Con ellos asciende a diez el total de yaguaretés en la población del Iberá.
La presencia de estos animales en ese ambiente natural es resultado del proyecto de reintroducción llevado adelante de manera conjunta por la Fundación Rewilding Argentina (FRA), el gobierno provincial y la Administración de Parques Nacionales (APN). Los ocho ejemplares liberados allí hasta el momento viven libres en el extenso humedal, aunque monitoreados a través de un collar GPS que permite a las y los responsables conocer sus movimientos y desplazamientos y, de esa manera, hacer un seguimiento de su adaptación al medio. De hecho, fue gracias a este dispositivo que comenzó a sospecharse que Aramí podía estar preñada, luego de permanecer varias semanas en el mismo lugar, dando cuenta precisamente del comportamiento típico de las hembras cuando dan a luz. Los cachorros, bautizados Arandú y Jasy –“ser sabio” y “luna” en guaraní– mediante una votación en las redes sociales, son hijos también de Jatobazinho, traído de Brasil en 2019.
Las tres causas principales de su crítica situación vienen de la mano humana: caza furtiva, degradación de ambientes y disminución de su alimento.
En todo el país, se estima que la población de este felino ronda los 250 ejemplares adultos, y cuesta creer que a principios del siglo XX su hábitat llegaba hasta la Patagonia, nada menos que un 95 por ciento más de lo que es hoy. De la mano de su declaración como Monumento Histórico Nacional desde 2001, carga con otra calificación mucho menos honrosa: está en peligro crítico de extinción. ¿Y cuáles son las principales amenazas que lo acechan? En primer e indiscutido lugar, la caza furtiva. Esta práctica responde, en parte, a la venta de pieles o de cabezas taxidermizadas como trofeo pero, principalmente, como represalia al ataque de animales domésticos o ganado, una situación que es consecuencia de la reducción del hábitat del yaguareté, que se ve empujado a desplazarse hacia otros sitios. Allí, la segunda causa: la destrucción y degradación de sus bosques y selvas, ya sea para extender la frontera agropecuaria o debido a la deforestación realizada con otros fines.
La tercera causa del triste derrotero de este emblemático felino también viene de la mano humana: la caza de sus presas naturales, lo cual reduce su alimento y también lo lleva a atacar a otras especies. No hay que imaginar estas circunstancias como anacrónicas pero tampoco despojarlas de historia: todas ellas son de larga data, vienen sucediendo en mayor o menor medida desde la llegada de los colonizadores a esta parte del mundo, con la diferencia de que hoy están provocando la desaparición del animal. Las estrategias de reintroducción en su hábitat natural, complejas y graduales, van acompañadas por legislación protectora de la fauna silvestre en general y del yaguareté en particular, pero también de un trabajo de educación y concientización de las personas, especialmente quienes habitan la Selva Misionera, el Chaco central y las yungas de Salta y Jujuy, que en muchos casos lo siguen viendo como un enemigo.