Los siekopai podrán por fin regresar a su “hogar ancestral”, a Pë’këya, una tierra en Ecuador, en la frontera con Perú, donde este pueblo amazónico vivió durante siglos hasta que fue expulsado en 1941 por la guerra entre los dos países. Según una sentencia emitida el pasado viernes, y a la que ha tenido acceso este periódico, el Estado ecuatoriano les concede la titularidad de un pedazo de esta selva, un total de 42.360 hectáreas, también conocida como Lagartococha. La decisión judicial, tomada en segunda instancia —la primera les reconoció solo la cesión del espacio—, es “histórica” porque Ecuador reconoce por primera vez a los pobladores originarios el derecho a la “posesión de un territorio declarado área protegida”, lo que puede servir de precedente a otras comunidades indígenas que intentan recuperar el control de su tierra, explica en conversación telefónica con este diario Justino Piaguage, jefe de la Nación Siekopai.
Es una sentencia “histórica” porque Ecuador reconoce por primera vez a los pobladores originarios el derecho a la “posesión de un territorio declarado área protegida”, lo que puede servir de precedente a otras comunidades indígenas que intentan recuperar el control de su tierra.
«Este pedazo de tierra es el que nos va a permitir seguir existiendo como pueblo milenario, Justino Piaguage», jefe de la Nación Siekopai.
Pë’këya, la tierra ancestral de los siekopai
También se le llama Lagartococha
De las 100.000 hectáreas que originalmente conformaban Lagartococha, y en las que ahora viven otros pueblos indígenas, los siekopai han recuperado algo más del 40%, un total de 42.360 hectáreas. “Afortunadamente, contienen la mayor cantidad de lugares sagrados para nosotros, donde está nuestro vínculo con las lagunas y los espíritus de la selva”, cuenta Piaguage. Entre esos lugares, el jefe de la Nación Siekopai menciona “Ñañokomasira”, donde los antiguos sabios de su comunidad “llegaron a un acuerdo con los seres mitológicos del agua” para zanjar una guerra. También el río sagrado Emuña. O Kwiñajaira, “un sitio histórico donde nuestros abuelos encontraron las plantas medicinales para defenderse de las enfermedades”, relata. Fue allí, precisamente, donde los siekopai elaboraron un kwarawëko (jarabe en lengua paikoka), que usaron durante la pandemia de covid-19 y que, aseguran, les funcionó mucho mejor que la “medicina moderna”.
Una larga batalla
Esta lucha, según Piaguage, la comenzó su abuelo Cecilio Piaguage cuando concluyó la guerra peruano-ecuatoriana, en 1942. “Después del conflicto, que separó a familias siekopai entre Ecuador y Perú, quería regresar a su territorio, y empezó a buscar la forma de reunificar a su gente, pero nunca lo logró por el hostigamiento”.
La propia sentencia reconoce esta persecución: “Este pueblo amazónico tuvo que salir de Pë’këya por causas ajenas a su voluntad derivadas de la guerra entre Ecuador y Perú de 1941 y por otras condiciones de despojo y a la que ha intentado volver desde entonces de forma permanente pese a las amenazas, hostigamientos y obstáculos que han existido, derivados de la militarización de la frontera y la posterior creación de la Reserva Faunística de Cuyabeno”.
Para recuperar la tierra, era necesario demostrar que eran la nación originaria, lo que en una cultura de tradición oral les dejaba apenas sin recursos. Sin embargo, varios documentos jesuitas, entre ellos un manuscrito anónimo de 1753, permitió demostrar que los siekopai llevaban siglos viviendo en Lagartococha. El texto, conservado en la Biblioteca Pública de Nueva York, contenía unas 1.200 palabras en paikoka. “La tradición oral de los siekopai es muy precisa, pero en este documento la intelección [entre la palabra en paikoka y en español] es casi total”, afirmó el pasado mayo en entrevista telefónica con este diario la investigadora y antropóloga argentina María Susana Cipolletti, que ha participado en el proceso judicial como testigo.
También para que “exista el derecho a la restitución” es indispensable que “el pueblo indígena mantenga el contacto o la relación con estos territorios ancestrales de una u otra manera”, según los jueces ecuatorianos. Esta condición, de acuerdo con la sentencia, está acreditada: “Queda demostrado que la Nacionalidad Siekopai es propietaria ancestral del territorio de Pë’këya, con la cual ha mantenido relación histórica, espiritual, cultural y material que ha sido esencial en la creación y desarrollo de su identidad cultural y cosmovisión y que es indispensable para su supervivencia física y cultural”.
“Por fin siento una paz interna, por haber exigido el respeto de los derechos de los siekopai y haber garantizado este espacio territorial para la actual y las futuras generaciones”, celebra Piaguage. El resultado le permitirá a su pueblo, según está convencido, “evitar la extinción”.
Patricia R. Blanco pertenece a Planeta Futuro, EL PAÍS