Lo particular de su vivienda, construida por él mismo con material súper resistente y detalles arquitectónicos que sorprenden al ser humano, tiene gran peso en el título que ostenta: es el hornero, ese pequeño pájaro color marrón que desde 1928 es nada menos que el Ave de la Patria, producto de una encuesta a niños y niñas de escuelas primarias que la Organización Aves Argentinas (AA) –también conocida como Asociación Ornitológica del Plata– llevó adelante en aquel momento. Es la misma organización que más de cincuenta años después, en 1982, establecía el 5 de octubre como el Día Nacional del Ave, en este caso en homenaje a San Francisco de Asís, el santo devoto de la Naturaleza de quien se dice tenía la costumbre de hablarle a los pájaros.
El espíritu de la fecha es promover la reflexión y acción concreta relacionada con la protección de las aves, animales de las que se cuentan en nuestro país unas mil especies, de las cuales aproximadamente 140 están en peligro de extinción o bajo algún grado de amenaza. Las causas principales, como siempre, están encabezadas por el ser humano: en primer lugar, su avance sobre la Naturaleza en todo sentido, que va modificando los hábitats y con ellos a las especies que los ocupan. Le siguen la caza y el tráfico ilegal: sin ir más lejos, días atrás dos personas fueron detenidas en la ciudad bonaerense de Berisso por vender loros y cotorras como mascotas. ¿Lo más triste? Además de hacinados en cajas de cartón, los animales habían sido decolorados con agua oxigenada para ofrecerlos como fauna exótica.
“Por suerte, tener un pájaro en una jaula como mascota está pasando de moda, pero todavía queda gente que los busca. También hay quienes los compran pensando que así los rescatan del mercado ilegal pero lo único que hacen es seguir fomentando el circuito comercial”, explica Ángeles Sebastiano, coordinadora del área de prensa de AA. Las consecuencias del cambio climático y la introducción de especies invasoras hacen su parte para complicar la situación de las aves nativas. Entre las más amenazadas, menciona al macá tobiano, el tordo amarillo, el cardenal amarillo, la loica pampeana y la yacutinga. “Trabajamos en Patagonia, pastizales, selva misionera y resto del noreste, incluso en el mar argentino; el objetivo es llegar a todos los rincones con acciones de manejo y restauración de ambientes”, añade la referente.
Respecto de la falta de conocimiento e información sobre el tema, Sebastiano la define como “otra amenaza”, y no solamente en relación a las aves. “Me refiero a una desconexión con la Naturaleza en general: siempre decimos que no se puede proteger lo que no se quiere, ni querer lo que no se conoce. Primero, hay que saber que una especie y su ambiente existen, y luego tener una relación de amor y respeto hacia ellos”, expresa. Como ejemplo, menciona la sorpresa que causa en las grandes ciudades el avistaje de grandes aves como chimangos, caranchos o gavilanes mixtos, “aunque siempre han estado cerca”, asegura. La conclusión es que hay un interés real: las aves llaman la atención y la gente se preocupa frente a la noticia de una mortandad importante o cuando encuentra un ejemplar herido.
“Por cada persona que levanta la vista al cielo para mirar un ave rapaz, hay otras tres que, por curiosidad, hacen lo mismo y comienzan a conversar sobre el tema. La observación de aves es la punta del iceberg del deseo de proteger la Naturaleza y así es como empieza la magia: mirar un pájaro es mucho más que eso, es mirar a un lugar conocido pero de otra manera, aprendiendo e involucrándonos activamente”, dicen desde Aves Argentinas.
“Hay una porción de la comunidad cada vez más grande que valora mucho a las aves, y creo que en comparación con otros países venimos ganando la delantera en cuanto a la conciencia sobre sus derechos”, señala Clara Correa, presidenta del Refugio de Aves “Pájaros caídos”, una ONG nacida en 2006 que ofrece un servicio a la comunidad de ayuda 24 horas por parte de voluntarios y voluntarias que brindan asesoramiento a quien consulta por el hallazgo de un animal lastimado, perdido o atrapado en algún lugar. Desde que pusieron en funcionamiento las redes sociales en 2011, los mensajes fueron aumentando de uno por semana a entre 200 y 300 en el mismo lapso durante la denominada temporada de pichones, entre agosto y febrero. “Pienso que el factor crucial es la imitación: ver a un familiar, amigo o amiga que salva a un pajarito, me contagia y quiero hacer lo mismo”, agrega.
Otra situación es la de las denuncias de maltrato: Pájaros Caídos recibe muchas, y las deriva a los espacios judiciales de CABA o provincia, según corresponda. A su vez, de parte de estos organismos, la ONG recibe aves incautadas en el marco de distintas causas para su cuidado y recuperación. El caso más importante del que tomaron parte fue la interrupción de los campeonatos de tiro al pichón en el Pigeon Club Argentino, en Ingeniero Maschwitz. Tras recibir una denuncia de la inminente realización de un torneo en el que se matarían unas 3 mil torcazas por día, la organización logró anteponer un recurso de amparo para interrumpirlo al mismo tiempo que colaboró con el gobierno provincial para avanzar en la reglamentación de la Ley N° 11.406, que prohíbe esta actividad en territorio bonaerense.
Para Sebastiano el aumento en la preocupación de las personas puede verse claramente en las generaciones jóvenes, “en casos de hijos o nietos de una franja que cazaba aves y que hoy comprueban que ciertas especies ya no se ven con la frecuencia de antes: caen en la cuenta de que más que un recurso, finalmente eran una parte muy valiosa de la cultura y la idiosincrasia local”. Otra vez, el énfasis puesto en la necesidad de involucrarse con la Naturaleza incluso desde las ciudades, “porque somos parte de ella y estamos en interrelación permanente”. En este sentido, hace referencia a un inconveniente ligado a la educación ambiental, según el cual los ítems se abordan como compartimentos estancos en lugar de vincular los conocimientos de animales y plantas con la química, la física, la matemática y hasta las ciencias sociales.
Birdwatching, una buena forma de acercarse sin invadir
“Hace tiempo era una actividad elitista, pero hoy ya no: cualquier persona puede practicar la observación de aves, incluso a simple vista. Las aves están en todos los rincones: las plazas, los balcones, las ventanas de las casas”, apunta Sebastiano. En ese sentido, subraya el hecho de dar por sentado la existencia de muchos pájaros, entre ellos el hornero, que por su apariencia o comportamiento sorprenden y atraen a gran cantidad de turistas extranjeros. Bajo el paraguas de AA, hay en distintos puntos de país 90 clubes de observadores que no solo organizan salidas sino que participan en proyectos educativos y de ciencia ciudadana para aprender mediante la información que aportan las personas sobre el estado de distintas poblaciones de aves.
“Sabemos que por cada persona en la calle que levanta la vista al cielo para mirar un ave rapaz, hay otras tres que, por curiosidad, hacen lo mismo y comienzan a conversar sobre el tema. Eso nos llena de alegría, porque la observación de aves es un camino de ida; es la punta del iceberg del deseo de proteger la Naturaleza y así es como empieza la magia: mirar un pájaro es mucho más que eso, es volver al mismo lugar que mirábamos antes pero de otra manera, aprendiendo e involucrándonos activamente”, reflexiona Sebastiano. Cabe mencionar que además de la efeméride en cuestión, el 8 de octubre tiene lugar otra conmemoración mundial relacionada: el Día Mundial de las Aves Migratorias, que también se celebra en mayo.
Fotos: Darío Podestá