¿
Vivo? Podría decirse parafraseando a una famosa conductora argentina en relación a un sorprende hallazgo paleontológico en los años ’80. Bromas afuera, la respuesta es sí, el techo de tu casa puede estar vivo. También llamados terrazas verdes, son coberturas con vegetación ubicadas sobre la parte superior de una edificación, una tecnología de arquitectura sustentable con distintos beneficios relacionados principalmente al ahorro energético y aprovechamiento del espacio. Si bien históricamente los países escandinavos han utilizado techos de pasto desde hace mucho tiempo, la tendencia moderna de incorporarlo incluso con fines estéticos nació en Alemania en 1960, a partir de entonces se han expandido a muchas partes del mundo, especialmente en Europa.
En nuestro país, este tipo de diseño también avanza, y de hecho en algunas ciudades ha habido intenciones de hacerlo obligatorio para cierto tipo de edificios a cambio de ventajas impositivas, con el objetivo de fomentar construcciones amigables con la naturaleza en medio de tanto cemento.
Sin embargo, por el momento, el factor económico sigue siendo el principal obstáculo, teniendo en cuenta que requiere de una inversión importante. Y es que los requisitos técnicos mínimos incluyen a todo aquello que asegure, fundamentalmente, la impermeabilidad total de la construcción. En ese sentido, serán necesarias varias capas de membrana especial que impida la penetración de raíces y un sistema de drenaje adecuado, además de un sustrato y especies vegetales específicos para techos. Ahora bien, dejando de lado la complejidad de la obra, y para quienes tienen la posibilidad de instalar una terraza verde en su vivienda o empresa, las ventajas son muchas: reducción del efecto “isla de calor”, producto de la temperatura que alcanzan el pavimento y el asfalto (70ºC contra los 26ºC a los que puede llegar un techo vivo como máximo); oxigenación del aire gracias al rol de las plantas; absorción del agua de lluvia, alivianando el caudal que va a las bocas de tormenta y sumideros pluviales; disminución de costos para aclimatar la casa tanto en verano como en invierno; aislamiento sonoro; y reducción de reparaciones, ya que la cobertura vegetal tiene una vida útil promedio de 25 años y sufre muchos menos deterioros que la membrana convencional.