Las estrategias de marketing son así. En los envases de los productos nos encontramos con un montón de cuestiones que no son casuales que estén ahí. La industria de los ultraprocesados moldea las ideas de la gente, y condicionan a esas ideas respecto de esos productos, nos hacen creer que son una alternativa saludable porque utilizan palabras como ‘natural’, o ‘casero’, o ‘rico en fibras’. Y además utilizan un montón de otras estrategias como -por ejemplo- incluir un regalo, o la posibilidad de participar de un sorteo, o la entrada para un festival de música, o tienen alguna caricatura, o el personaje de alguna película que está de moda en ese momento en el cine, dirigida a niños. Es decir, un montón de estrategias que lo que hacen es convencernos de que esos productos son alternativas saludables y nutritivas, y también incitan a ser comprados, porque ese producto es atractivo por su packaging. Son muchas las estrategias que la industria utiliza, y que el proyecto de Ley de Etiquetado Claro contempla que van a estar reguladas.
La ley de etiquetado frontal es un proyecto de ley integral de promoción de la alimentación saludable que lo que establece es que se incluya en el frente de los envases información nutricional de manera muy clara y muy sencilla, mediante octágonos de color negro que adviertan cuando un producto tenga excesos de grasas, de azúcares, de sodios, y también prevé que tenga leyendas cuando un producto tenga cafeína o edulcorantes; y además, cuando algún producto tenga alguno de estos sellos, no va a poder utilizar ningún tipo de estrategia de mercadeo dirigida a niñas, niños y adolescentes. Es decir que hay cosas que ya no se irían a poder hacer. Esta es una de las cuestiones que las empresas más resisten.
Hay muchas empresas -por no decir casi todas- que se oponen a este tipo de regulaciones porque -justamente- funcionan. En un estudio realizado por Unicef, ocho de cada diez niños, niñas y adolescentes, dijeron que estaban muy expuestos a publicidades cuando navegaban en las redes sociales, y uno de cada dos refirió que le había pedido a sus padres que le compren alguno de los productos que había visto en las publicidades. Y cuando se analizan qué productos son esos que piden los menores, son justamente los productos ultraprocesados con excesos de grasas, azúcares y sales, y que precisamente son sustancias que hacen que los productos sean extremadamente sabrosos, agradables al paladar, y generan este efecto de que cuando abrimos el paquete no podamos parar de comer. Estas estrategias se utilizan inclusive en productos que no están directamente dirigidos para niñas, niños y adolescentes. Por ejemplo ocurre con ciertas tapas de tartas, porque ese tipo de productos está a la altura de sus ojos, y ve que en ella está el dibujito de la película de moda, y entonces pide llevar algo que tal vez no es dañino, pero demuestra esa estrategia publicitaria. Ese dibujito hace comprar una marca en vez de otra, aunque no sea un producto dirigido específicamente a niñas, niños y adolescentes.
Muchas personas no quieren gaseosas y las reemplazan por un jugo de frutas. Pero en el mercado existen un montón de jugos que ni siquiera son de frutas, y que también tienen exceso de azúcares.
La propuesta de los bolsones de la UTT es una invitación a la experimentación de las verduras. Porque cuando uno compra un bolsón trae una gran variedad, y eso permite abrirse a ese descubrimiento, y uno se enfrenta a cosas que muchas veces no sabemos cómo se llaman, que nunca probamos, y -en ese sentido- es buenísimo.
Cuando uno aborda la ley de etiquetado aparece principalmente el tema de la educación como si fuese una suerte de ‘solución mágica’ o ‘la bala de plata’ que es la que queda. Sin embargo, es importante remarcar el siguiente cuestionamiento: ¿De qué sirve que haya educación alimentaria en el aula, si cuando los chicos salen al recreo van al kiosco y lo único que se vende allí son ultraprocesados? ¿De qué sirve si cuando se sientan en el comedor del colegio se les ofrece un almuerzo de ultraprocesados? Lo que se necesita es cambiar la oferta, y este proyecto de ley incluye que se incorpore educación alimentaria en las aulas y también otras regulaciones, como las compras que realiza el Estado, en las que se deberán priorizar estos productos que no tienen sello, como pueden ser por ejemplo bolsones de frutas y verduras.
El proyecto de Ley también establece una regulación para proteger los entornos escolares, poniendo un coto a qué productos pueden ingresar a las escuelas. No solamente a lo que se puede vender dentro de las escuelas, sino también a lo que se ofrece como parte de un menú escolar.
¿Cómo saber qué comer? El sistema Nova plantea cuatro categorías: los alimentos naturales o mínimamente procesados, los ingredientes culinarios, los alimentos procesados, y los productos ultraprocesados. La recomendación es que a estos últimos hay que evitarlos directamente.
Existe un grupo de productos en los cuales el etiquetado frontal es más efectivo, que son esos productos falsamente percibidos como saludables. La mayoría de la gente tiene claro que frutas y verduras deberíamos consumir más; y que las gaseosas y los snacks no deberíamos comerlos. Eso está muy claro. Pero hay otros productos que están más encubiertos. Algunas veces existe hasta ‘un sacrificio’ de ciertas familias por comprar algunos productos, como un yogurt, pensando que es una opción saludable y nutritiva, y la mayor parte de los yogures que hoy están en oferta en las góndolas tienen exceso de azúcares. Inclusive muchos de los yogures que se llaman naturales tienen excesos de azúcares.
También existe el caso de la persona que dice no querer consumir gaseosa, o no querer darle a su hijo una gaseosa, porque sabe que no es para nada nutritiva, pero al mismo tiempo cree que puede darle un jugo de frutas. Y en el mercado existen un montón de jugos que ni siquiera son de frutas, y que también tienen exceso de azúcares, como la mayoría de todos los jugos comerciales que conocemos. Incluso algunos que vienen en polvo, la única fruta que tienen es la de la foto del empaque, porque adentro -de alimento- no tienen absolutamente nada. Entonces es en estos productos dónde este tipo de etiquetado termina siendo más efectivo y útil. Porque nos permite rápidamente identificar, dentro de toda esa gama de productos, cuáles son las opciones un poco más saludables. Igual es el caso de los cereales.
Los edulcorantes no son tan inocuos como se creía, y cada vez hay más evidencia de que alteran la percepción del dulzor y alteran la microbiota. Con la ley va a haber una leyenda que diga «contiene edulcorante».
Por ejemplo, sobre el tema del azúcar, es importante remarcar que dentro del proyecto de ley -puntualmente- se toma como punto de corte lo que se denomina como modelo de perfil de nutrientes, que es un sistema que desarrolló la organización Panamericana de la Salud, el cual es el mejor estándar que hoy existe, y sobre esto también la industria viene intentando modificarlo, porque dice que ‘es muy exigente’. Pero la realidad es que es un modelo que se desarrolló sin ningún tipo de ‘conflictos de interés’, que muchas veces la industria genera ‘evidencia a medida’, o le paga a voceros para que defiendan sus propios intereses, y la realidad es que el proyecto de ley tiene el mejor estándar, y en ese sistema el corte está definido en función a la ‘energía’. Es decir, que el punto de corte es a la medida del consumidor. Con lo cual eso está bueno, porque a diferencia de otros sistemas, como el chileno, donde hay puntos fijos, este sistema lo que hace es proteger más a las infancias, porque como los niños y niñas necesitan menos energía que los adultos, lo que permite es que se ajuste también el límite para proteger a las infancias. Si se toma un valor fijo, eso puede hacer que el límite que se defina, haga que niños y niñas terminen consumiendo más azúcar de la que necesitan. Por ejemplo, para una persona adulta, el límite sería menos de 12 cucharaditas de azúcar diarias, y el ideal sería menos de 6. En general es lo que se usa para una infusión. Sin embargo, en Argentina, el consumo de azúcar triplica la cantidad diaria recomendada, y de hecho también -lo que sabemos es que- el 70% del azúcar que se está consumiendo viene de los productos ultraprocesados.
La mayor parte del azúcar que consume en Argentina no viene de la que le pones al mate o a la infusión, sino que estamos consumiendo un montón de azúcar y no sabemos que lo estamos haciendo, porque el azúcar se usa como un resaltador de sabor, entonces hay un montón de productos que incluso son salados, y que varían el exceso en azúcar. Y esto es lo que produce la adicción a ciertos productos que -en teoría- son sin azúcar. Y además, los edulcorantes no son tan inocuos como se creía, y cada vez hay más evidencia de que alteran la percepción del dulzor, alteran los microorganismos -la microbiota- que tenemos en nuestro cuerpo, y es por eso que el proyecto de ley va a llevar una leyenda que diga «contiene edulcorante». Es decir que está previsto que la población también pueda tener esa información. De hecho, hay muchos productos que se promocionan como lights, porque a las empresas les interesa tener ese producto en la góndola, pero hay un montón de otras opciones que usan edulcorantes, porque es más barato, y no avisan nada.
Andrea Graciano es Licenciada en Nutrición(UBA). Maestrando en Salud Pública (UNR). Docente e Investigadora Categorizada (UBA). Consultora en Nutrición de UNICEF Argentina. Las declaraciones de Andrea, expresadas en esta columna, formaron parte de un vivo de Instagram organizado por la Unión de Trabajadores de la Tierra y publicadas por Cítrica.