Muchas veces escuchamos hablar de planificación urbana, de la necesidad de pensar las ciudades con una mirada enfocada en la calidad de vida de sus habitantes y en la sostenibilidad ambiental. Escuchamos además, de las complejidades de desarrollar estos procesos en urbes que tienen siglos de crecimiento caótico. Pero también podemos encontrar algunos pocos ejemplos de que esta planificación es posible: Curitiba, una de las principales ciudades del sur de Brasil y capital del estado de Paraná, que en los años noventa se propuso dar el salto hacia el siglo XXI sin sacrificar su patrimonio natural ni su acervo cultural. ¿Cómo modernizar la ciudad? Mediante una planificación urbana basada en el desarrollo sostenible. Así se ha consolidado como una ciudad eficiente, amigable con el medioambiente y con una gran calidad de vida para sus dos millones de habitantes.
Una de las primeras medidas con las que comenzaron el proceso de cambio, hace tres décadas, fue la prohibición del tránsito de vehículos automotores en el centro histórico, dejando estos espacios exclusivamente para ciclistas y peatones.
El plan ecológico de la ciudad tuvo como objetivo diseñar una ciudad para sus habitantes. Al ver los resultados de una administración eficiente, los ciudadanos se adaptaron a las políticas ecológicas y contribuyeron con ellas.
30 años después los resultados son ampliamente satisfactorios: 52 metros cuadrados de áreas verdes por persona, el mejor sistema de transporte público de Sudamérica –con capacidad para cubrir el 100% de la población–, más de un millón de árboles plantados y una red de 28 parques y bosques.
Curitiba fue reconocida en informes que miden el nivel de sostenibilidad de las ciudades más importantes del mundo, entre ellos por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y, en reiteradas ocasiones, ha sido distinguida como una de las ciudades más verdes y limpias de Latinoamérica.
La columna vertebral de su urbanismo ecológico es su sistema de transporte. Con una inversión 100 veces menor a lo que requeriría una línea de metro, el gobierno de Curitiba perfeccionó su sistema de autobuses biarticulados. Cuenta con más de 250 líneas y 30 terminales, en un sistema integrado en el que se paga un solo boleto antes de subir. Ése permite tomar todos los ómnibus necesarios para llegar a destino. Todas las rutas de autobuses están estratégicamente interconectadas entre sí y se complementan con el metro y el tranvía, lo cual reduce considerablemente el tráfico vehicular.
En Curitiba los edificios rodean a la naturaleza y no al revés como suele ser en la mayoría de centros urbanos del mundo. Su sistema de parques, que en los últimos 20 años creció de 0.5 metros cuadrados por habitante a 52, está formado por 28 parques distribuidos estratégicamente que ayudan a descontaminar la atmósfera de la ciudad, promoviendo la conservación de las plantas y la limpieza de los espacios públicos. Los nuevos parques se crearon en antiguas canteras y recintos industriales recuperando esos espacios para el uso de la ciudadanía. Como dato comparativo la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda entre 10 y 15 metros cuadrados de verde por habitante. La ciudad de Buenos Aires tiene apenas 5,13.
Curitiba fue la primera ciudad del mundo en obtener grado de calificación LEED (Leadership in Energy & Environmental Design), un sistema de certificación de edificios sostenibles creado por el Consejo de la Construcción Verde de los Estados Unidos (US Green Building Council), esto gracias a su sistema de parques y áreas verdes, que además incluye el que los edificios tengan fachadas y terrazas verdes para ahorrar energía y optimizar el drenaje de la ciudad.
La cultura ciudadana hace la diferencia. El plan ecológico de la ciudad tuvo como objetivo diseñar una ciudad para sus habitantes, no para las máquinas. Al ver los resultados de una administración eficiente, los ciudadanos se adaptaron a las políticas ecológicas, ayudando con las labores de reciclaje –en Curitiba se recicla el 70% de la basura– y promoviendo el intercambio en las zonas de bajos recursos, en donde es posible cambiar basura reutilizable por productos y servicios.
Hay más de 100 kilómetros de carriles para ciclistas en Curitiba. En promedio, 7 de cada 10 ciudadanos se moviliza en bicicleta y el 70% de la población no depende de sus vehículos particulares, ayudando considerablemente con la disminución del tráfico y, por ende, la generación de dióxido de carbono (CO2).
Curitiba es un ejemplo de planificación gubernamental de ciudad ecológica, pensada para sus ciudadanos y cuidada por ellos, para hacer que su modelo verde sea sostenible en el tiempo.