Todo parecería apuntar a que la evolución de los precios de la energía continúe la tendencia alcista, al menos bajo la hipótesis de crisis ecológica que defienden algunos autores. Otros, por su parte, de la corriente, llamemos, tecno-optimista, defienden su estabilización o incluso disminución, gracias a la caída de los costos de las tecnologías renovables y de almacenamiento energético.
¿Cuánto estiman que puede variar de media en los próximos 30 años? ¿Va a seguir subiendo a este ritmo o incluso mayor en un contexto de crisis energética? ¿Vamos a poder realizar una transición a la eficiencia energética y renovables y podremos conseguir parar las subidas de la luz? Se trata éste de un asunto clave, si lo que se busca es extender entre la sociedad el nuevo paradigma de sostenibilidad que necesita nuestro planeta. La política y la economía se mueven en el corto plazo. Por ese motivo, desafíos como el cambio climático o el deterioro ambiental en general, no entran en su radar.
Tenemos, por tanto, que esforzarnos por ampliar el marco temporal de nuestros análisis y presentar a la población en general los números reales de cualquier inversión: aquellos que no se limitan al dinero que se necesita hoy, sino al que se necesita a lo largo de toda la vida del activo objeto de estudio. Un tipo de análisis que encuentra perfecto acomodo en arquitectura, cuando analizamos el ciclo de vida de un edificio. Porque solo sabremos si un inmueble es caro o barato si consideramos, junto a su costo inicial, el costo de los insumos, fundamentalmente energéticos, que requiera mientras se mantenga en pie.
Pensando en las ciudades del futuro, limpias y eficientes, consideramos la electricidad como único vector energético del edificio. Por tanto, se trataría de un inmueble sin suministro de gas, biomasa, ni ningún otro combustible. Conseguimos así mejorar la calidad del aire, al tiempo que apostamos claramente por la posibilidad de generar energía in situ a través de tecnologías renovables, como la fotovoltaica. Bajo esta premisa, la variable clave para un encuentro feliz entre ecología y economía es la evolución esperada del precio de la electricidad. Y, en ese sentido, consideramos las dos hipótesis indicadas más arriba.
La sostenibilidad es de mirada larga y nuestro sistema económico neoliberal de crecimiento insostenible es cortoplacista.
Si el edificio es ecológico desde la perspectiva de los materiales y la gestión del agua es más difícil de cuantificar la repercusión económica y su amortización en la salud de las personas y del planeta. ¿Cuánto beneficio económico tenemos de no tener compuestos orgánicos volátiles en la vivienda? ¿y de no tener mala calidad del aire? ¿y de no tener ruido en el interior de las viviendas? ¿y por no tener gas radón? ¿y por no emitir CO2? Preguntas similares las podemos hacer a gran escala, ¿cuánto cuestan anualmente los desastres derivados del cambio climático? ¿cuánto le cuesta a la sanidad pública la mala calidad del aire? ¿cuánta gente muere prematuramente por el ruido?. Sobre todo esto hay muchos informes con datos relevantes. La parte ecológica que se refiere a otros aspectos que no son la energía es más difícil de cuantificar económicamente pero no se debe olvidar, se resume en salud de las personas, de los ecosistemas y de nuestro planeta. Lo que para los economistas adopta el término de externalidad, en este caso positiva, que justificaría la consiguiente ayuda desde el sector público (o bien, la penalización vía impuestos de las alternativas menos ecológicas).
En cualquier caso y desde nuestro punto de vista, es necesario que tengamos una visión más sistémica y profunda de la economía y sobre todo una visión largoplacista. La sostenibilidad social, ambiental y económica es necesariamente de mirada larga y la de nuestro sistema económico neoliberal de crecimiento insostenible es cortoplacista. Cuando pensamos en comprarnos una casa no solo debemos hacerlo desde una mirada simple de cuánto nos cuesta la inversión, lo tenemos que empezar a pensar desde un valor más complejo, cuánto nos va a costar mantenerla y la salud que nos va a proporcionar. En este caso, la suma de la cuota de la hipoteca y la suma de los gastos de mantenimiento, de energía e impuestos, más los criterios de salud de las personas y salud de nuestro planeta nos tienen que dar una visión más completa de lo que vamos a asumir en el futuro.