Objetivo a largo plazo: reforestar bosques y otros ecosistemas devastados por los incendios sufridos en Corrientes el último verano; a mediano y corto plazo: montar un banco de semillas de árboles nativos de esa región del país y generar conocimiento sobre las especies forestales que existen a nuestro alrededor y la forma de cuidarlas. Para la Ing. Agrónoma Claudia Luna, investigadora del CONICET en el Instituto de Botánica del Nordeste (IBONE) y docente de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Nordeste (FCA, UNNE), el camino es la educación ambiental. “A medida que las personas aprenden, van tomando más conciencia de cuán valioso es un recurso que en general pasa desapercibido o al que no se le presta atención. Invitar a las comunidades a recolectar semillas las lleva a mirar por dónde pisan, y también hacia arriba, para reconocer qué especies tienen alrededor”, explica la especialista, una de las referentes de la campaña “Ayudemos a restaurar nuestros bosques”, lanzada durante la primera mitad del año por la cátedra de Silvicultura de la nombrada unidad académica junto con las organizaciones ecologistas “El nuevo enemigo” y “Manos verdes”.
Si bien el costado más llamativo de la campaña ha sido precisamente la invitación abierta que hace a toda la comunidad correntina para recolectar semillas y acercarlas a la facultad, son varias las aristas que complementan la iniciativa, que a cinco meses de su lanzamiento muestra resultados muy prometedores. Lo cierto es que la idea no surgió a partir de los incendios; de hecho, data de algunos años antes. “El antecedente original fue la necesidad de convertirnos, desde la cátedra, en un centro de almacenamiento o banco de germoplasma de especies forestales nativas de la provincia, porque no lo hay, y todos los viveros que las producen y las venden hacen su propia cosecha”. La campaña, en un principio, iba a ser puertas adentro de la facultad y en eso estaban cuando sobrevinieron los incendios. Fue entonces que contar con un reservorio de semillas se convirtió en una urgencia. Pero, como suele suceder, no solo irrumpió el fuego: también lo hizo la solidaridad, y pronto muchas personas en Corrientes y otras provincias expresaron su inquietud por ayudar en la recuperación del medioambiente.
Desde Santa Fe llegó una donación sin la cual no se podía empezar a guardar semillas: una heladera, a la que pronto le siguieron otra más y un freezer, en este caso a cargo de “El nuevo enemigo”, movimiento medioambiental impulsado por el juez y ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Ricardo Lorenzetti y del que Luna es también vocera. Este equipamiento, calculan las y los responsables de la campaña, permitirá almacenar tantas semillas como para reforestar toda la superficie quemada en Corrientes por el lapso de diez años. Así, a través de redes sociales, el mensaje que comenzó a difundirse no se dirigía ya solamente a estudiantes universitarios de Agronomía, sino a cualquier habitante que quisiera colaborar en la colecta. “Dimos pautas muy claras para minimizar el riesgo de pérdidas. Explicamos qué detalles había que mirar para asegurarse de que sean semillas de árboles, cómo juntarlas y conservarlas hasta entregarlas, junto con un papel en el que constaran fecha y sitio del hallazgo. La idea siempre fue que pudiera hacerlo cualquier persona sin conocimientos sobre el tema, un concepto que ha cambiado la voluntad de la gente. Y viene siendo un éxito”, se entusiasma la referente.
Desde la campaña calculan que se podrá almacenar por el lapso de 10 años tantas semillas como para reforestar toda la superficie quemada en Corrientes.
En efecto, hasta el momento se han reunido semillas de 30 especies forestales, de las cuales 20 son nativas, y el resto exóticas. Estas últimas, aunque no formaban parte del objetivo inicial de la campaña, también son necesarias: muchas localidades del interior perdieron especies urbanas, y en estos casos las exóticas sirven porque brindan el mismo servicio ecosistémico, con una mayor velocidad de crecimiento. “La proporción perdida de bosques nativos y cultivados, con eucaliptus y pinos, es muy similar: unas 38 mil hectáreas en cada caso. La diferencia es que el sector privado ya hizo el cálculo de la pérdida económica y el tiempo que le llevará la recuperación de los espacios quemados, que se estima en una década más o menos”, explica Luna, y continúa: “En cambio, en el caso de los nativos esos cálculos no están hechos, y esto refleja lo desprotegidos y vulnerables que son y han sido siempre estos ecosistemas, tanto para su manejo general, frente a los incendios, e incluso en cuanto a la legislación”. Según explica, es tan conocida la falta de resiliencia de este tipo de bosques frente al fuego, que las consideraciones de las y los expertos hablan de un promedio de 80 a 100 años en cuanto a lo que les lleva a estos ambientes desarrollarse, establecerse, adaptarse al clima y a las actividades antrópicas de la región.
En el caso de los bosques nativos, las especies típicas son el algarrobo blanco y negro, el ñandubay, el espinillo, la acacia, el chañar, el quebracho blanco y el colorado, el calden y la tala. Por su ubicación, Corrientes tiene la característica de presentar humedad decreciente de norte a sur, lo que hace que cada distrito se identifique con una especie en particular, que es la que predomina y es fácil de encontrar. Los centros de acopio son la cátedra de Silvicultura de la FCA, el Comedor Campus en Sargento Cabral 2131, y el centro de estudiantes de la facultad. ¿Se prevén campañas de plantación? “Paso a paso”, responde Luna. Y es que no es cuestión de salir a depositar cualquier semilla en cualquier sitio; se trata de una etapa posterior que debe ser cuidadosamente planificada y monitoreada. “La mayoría de las especies no responde a siembra directa, con lo cual primero habrá que armar plantines, algo que añade complejidad porque requiere de conocimiento ecológico”, señala la experta, y enfatiza que, una vez afianzados como punto de reservorio de semillas, la idea es abastecer a productores que han perdido su monte y que tienen capacidad de llevar adelante su propio programa de reforestación. Más adelante, en colaboración con organizaciones dedicadas a proyectos de restauración, se pondrían en marcha distintas cruzadas para avanzar con iniciativas de cultivo.