El domingo 10 de septiembre, Agustina Tosolini caminaba con dirección a la Cascada del Ángel, en Potrerillos, cuando algo le llamó la atención en una de las quebradas lindantes al sendero de trekking. Más que algo, en realidad fue alguien: un imponente ejemplar de cóndor andino que, desesperadamente, intentaba levantar vuelo de manera reiterada, aunque sin éxito en su cometido.
De inmediato, la mujer dió aviso a la Fundación Cullunche y, desde la ONG, coordinaron el plan de trabajo junto a personal de Fauna de la Dirección de Recursos Naturales Renovables (DRNR) de Mendoza.
En el acto se articuló el protocolo para este tipo de casos, y personal de Fauna se hizo presente en el lugar de inmediato. No obstante, no quedaba demasiada luz solar entonces, por lo que el rescate debió posponerse para la mañana siguiente, a a primera hora del lunes 11 de septiembre. Siguiendo todas las medidas de seguridad y de resguardo, el cóndor -que seguía en el lugar- fue rescatado y trasladado.
Tras casi dos meses de recuperación y rehabilitación, el cóndor -bautizado Ángel o Angelito, como lo llamaron quienes compartieron la mayoría de estos más de 50 días-, fue liberado en el Parque Provincial Cordón del Plata, en plena cordillera mendocina.
Una fresca mañana en las alturas y un día diáfano y despejado, acompañado por las laderas nevadas de la montaña, coronaron la liberación del ejemplar, que fue llamado así justamente por la zona donde fue avistado y rescatado.
“Toda la gente que llamó y dio aviso, nos pasó las referencias de que era camino a la Cascada del Ángel, por lo que le pusimos Ángel al cóndor directamente”, destacó la veterinaria Jennifer Ibarra, presidenta de Cullunche.
Luego de salir del recinto en que fue trasladado, de extender sus majestuosas alas y de caminar por el lugar mientras aleteaba, Ángel emprendió vuelo. Y, antes de perderse en las alturas, la magnífica ave voló en círculos por sobre quienes participaron del operativo de liberación que, como ya es un clásico, incluyó un momento de ceremonia y rito ancestrales.
Desde su rescate, el cóndor estuvo alojado en el centro de rehabilitación y recuperación de la ONG -ubicado en Godoy Cruz- hasta que regresó a su hábitat cordillerano y en óptimas condiciones.
Intoxicación
La misma mañana del 11 de septiembre en que fue rescatado por personal de Fauna de la DRNR, Ángel -quien aún no había sido bautizado con ese nombre- fue trasladado a las instalaciones de Cullunche. Allí se le brindó atención primaria y se lo hidrató de forma urgente.
“Entró con todos los síntomas de intoxicación por envenenamiento; no con plomo, sino con agrotóxicos”, destacó Ibarra. Por lo general, los cóndores que son encontrados y rescatados en malas condiciones suelen presentar dos tipos de intoxicación: por plomo (cuando ha recibido un disparo y este metal comienza a esparcirse en su organismo) o por agroquímicos (cuando el animal se ha alimentado de un cebo envenenado por el ser humano).
En el caso de Ángel, todo parece indicar que se intoxicó tras haber comido los restos de un animal ya muerto y en los que, a modo de cebo para dar con un puma, un puestero (o algunos puesteros) había colocado agroquímicos tóxicos a modo de trampa.
Al ser carroñeros, los cóndores suelen alimentarse de esas presas ya muertas. Y habría sido de una de estas presas envenenadas de las que se alimentó Ángel, lo que lo dejó en mal estado y sin poder levantar vuelo cuando lo avistaron.
“Seguramente la dosis de tóxicos que alcanzó a comer fue baja y la pudo regurgitar. Pero fue suficiente para que no pudiera levantar vuelo, y así lo encontraron y se lo pudo rescatar y rehabilitar”, destacó Ibarra.
Durante los más de 50 días en que estuvo en el centro de rehabilitación, el cóndor fue hidratado, le suministraron vitaminas y protectores hepáticos, todo con anestesia inhalatoria, según explicó la presidenta de Cullunche.
La recuperación fue relativamente rápida, tanto que a los dos días de haber ingresado, el cóndor ya estaba comiendo sin ningún inconveniente (de allí se desprende la idea de que consumió una dosis muy baja del veneno).
“Ángel estuvo en el recinto grande del centro y que pudimos construir especialmente para los cóndores y con los fondos que dona la gente a la fundación. También fue positivo que había entrado con un peso no tan bajo -llegó con 9 kilos, cuando el peso promedio del macho es de entre 10 y 14 kilos-”, agregó la veterinaria.
Durante su estadía, Ángel fue recuperando sus fuerzas y energías paulatinamente, así como también su apetito. Y, cuando estuvo en condiciones de dar la primer aleteada y alcanzar la distancia de dos metros de alto de un solo impulso y sin apoyarse ni pisar en ningún lado en el tramo, fue el indicio definitivo de que estaba en condiciones de regresar a su hábitat.
Es el cóndor número 9 rehabilitado ya en el centro de Cullunche.
La liberación
Pasadas las 12 del 3 de noviembre, en el santuario de cóndor andino ubicado en el Parque Provincial Cordón del Plata, el cóndor Ángel fue liberado en su hábitat. Con la presencia del director de Recursos Naturales Renovables, Sebastián Melchor, de personal de Fauna Silvestre (quienes trasladaron al cóndor hasta el lugar), de los veterinarios de la Fundación Cullunche y de Agustina Tosolini (la joven que lo vio por primera vez y dio aviso) -además de una persona que encabezó la ceremonia ancestral-, el cóndor fue restituido a su hábitat natural.
Como ya es un clásico, a Ángel le colocaron un microchip que servirá para identificarlo en caso de volver a dar con él ante otra emergencia.
Entre que le abrieron la jaula donde había sido trasladado hasta el lugar y levantó vuelo, transcurrieron cerca de 3 minutos. En ese lapso, Ángel recorrió una y otra vez el suelo, desplegó sus alas -lo que dio vida a una postal espectacular- y aleteó en reiteradas oportunidades.
Luego de hacer este reconocimiento de la zona, finalmente el cóndor Ángel levantó vuelo. Pero, en lugar de perderse en las alturas y a la distancia, el cóndor sobrevoló en círculos y sobre el lugar donde estaban quienes habían participado de su rescate, su rehabilitación y su liberación; como si se tratara de un agradecimiento. Incluso, hasta fue recibido por un águila -también en las alturas-, quien lo ayudó a reincorporarse al lugar que nunca debería haber abandonado.