El planeta Tierra está poblado por una gran amalgama de especies que le dan sentido y que, sin la inigualable comunión que forman entre todas ellas, el equilibrio natural establecido se desmoronaría. Hay especies de todos los tamaños, cualidades y formas, pero el ser humano siempre ha sentido un poder de atracción que va más allá de la mística con los grandes simios. La presencia de antepasados comunes entre los homínidos hacen que la curiosidad y las preguntas antropológicas lleven al ser humano a buscar respuestas en sus parientes más cercanos, y ahí es cuando la fascinación por estos primates pasa a un primer plano.
Gigantescos e inteligentes, los gorilas son apacibles y tímidos , excepto cuando son hostigados. En la actualidad, dos especies del género Gorilla pueblan las selvas más frondosas de África: el gorila occidental (Gorilla gorilla), del que se escinden las subespecies de gorila oriental de tierras bajas y el gorila del Río Cross; y el gorila oriental (Gorilla beringei), donde el gorila de montaña y el gorila de Grauer son las dos subespecies. La familia de gorilas ha visto como se reducía durante décadas sin capacidad de actuación, mientras el ser humano afectaba, de manera directa e indirecta, a sus poblaciones.
Situación crítica para los gorilas
No es casualidad que ambas especies de gorila se encuentren en la Lista Roja de Especies Amenazadas que elabora la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés). Por desgracia para estos grandes simios, las dos especies se encuentran catalogadas en peligro crítico de extinción con unas comunidades cuyas poblaciones van en regresión año tras año. La caza furtiva, la fragmentación de los ecosistemas, la destrucción de los hábitats y la inseguridad reinante en los países africanos son las principales causas del declive de las poblaciones de gorilas hasta un punto insostenible.
En la actualidad, tan solo existen en libertad 1.063 gorilas de montaña, mientras que en 2016 sobrevivían poco más de 3.800 ejemplares de gorila de Grauer, la subespecie más grande de todos los gorilas, pudiendo llegar hasta los 210 kilos de peso. Una exhaustiva investigación llevada a cabo por la IUCN junto a la organización Global Wildlife Conservation puso en evidencia que se había producido un «catastrófico descenso» del 77% de la población de gorila de Grauer en tan solo una generación, es decir, desde 1990. El estudio apuntaba claramente a la caza ilegal como la causa principal de semejante caída en la población.
A día de hoy, el furtivismo sigue siendo la mayor amenaza de los gorilas, aunque nuevos factores comienzan a abrirse paso: no solo el cambio climático está afectando al planeta en todos los órdenes y está propiciando que la meteorología sea más cambiante, sino que la aparición de nuevas enfermedades también está haciendo mella en los mayores simios del planeta. En 2006, la revista Science publicó un estudio que advertía que 5.000 gorilas habían fallecido a causa de ébola en el Congo y Gabón. La enfermedad había sido transmitida por el contacto con humanos y en los gorilas provocó tasas de mortalidad que ascendían hasta ratios comprendidos entre el 90 y el 95%.
Nuevos desafíos para una población mermada
Como se ha visto en el caso de otras enfermedades zoonóticas como el ébola, la transmisión de virus entre humanos y simios es un factor a tener en cuenta, más si cabe en pleno 2020, con la pandemia de la COVID-19 cambiando todos los órdenes establecidos. Un nuevo varapalo para la ya mermada población de gorilas que, sin capacidad de defensa ante un virus, se limita a seguir con su vida en las selvas de Congo, Ruanda o Uganda.
Estos países, que organizaban expediciones turísticas controladas para visitar a los gorilas de montaña, han tenido que parar esas actividades a causa de la pandemia para evitar contagios entre especies. La salud de los gorilas es lo primero y dados los precedentes, no es sensato arriesgar. Pero, sin dinero, surge el problema de la falta de ingresos para protegerlos. Indirectamente, la COVID-19 también ha afectado a estas colonias aisladas de primates.
En la frontera que conecta Congo, Uganda y Ruanda se encuentran los volcanes Virunga y, un poco más al norte, el Parque Nacional Impenetrable de Bwindi, hogar de los gorilas de montaña (Gorilla beringei beringei). Desde la altura dominan el paisaje y conocen todos los entresijos de las selvas que habitan. Son dos colonias aisladas, pero contienen la totalidad de los gorilas de montaña del planeta. Ahí también llega la acción del hombre.
Caza ilegal de gorilas
Sus mermadas comunidades son fruto de décadas de persecución y caza ilegal, en especial de los machos espalda plateada, los líderes de la manada. Pero para entender el verdadero impacto de la acción del ser humano en estas comunidades se tiene que ir un paso más allá y tratar de comprender qué es lo que ha llevado al hombre hasta esas selvas impenetrables en mitad de las montañas.
Lo primero es la curiosidad, lo mismo que llevó a Dian Fossey, la primatóloga y conservacionista, hasta las montañas de Virunga para estudiar y proteger a estos primates. Lo segundo es el dinero, la tentación que atrajo a miles de cazadores furtivos durante décadas para abatir ejemplares de gorila y posteriormente venderlos en el mercado negro o, simplemente, coleccionarlos como trofeos. Lo último es la guerra, la inestabilidad y la falta de seguridad que han vivido tradicionalmente los países africanos, alterando el entorno de los gorilas y empujando a muchos ciudadanos a unirse a grupos furtivos en busca de dinero fácil.
A pesar de las alteraciones en su modo de vida, las especies siguen en su carrera de fondo contra la extinción porque la selección natural y la adaptación al entorno así los obligan. Es adaptarse o morir para los gorilas, y la ayuda del ser humano puede decantar la balanza.
Frenar la caza furtiva, la tala ilegal y la destrucción de los bosques son esenciales para salvarlos.
Que no se extinga la empatía. Todos somos parte de la solución.