Alessandra Korap Munduruku, líder de la comunidad indígena mundurukú de Brasil, fue galardonada con el Premio Goldman por su lucha contra la minería en la selva amazónica. El premio, conocido como «el Nobel verde», reconoce el activismo de base para la protección del ambiente y la conservación de los recursos naturales.
Cuando Alessandra Korap nació a mediados de 1980, su poblado indígena en la selva amazónica en Brasil era un refugio de aislamiento. Pero con los años dos grandes autopistas federales abrieron camino a decenas de miles de colonos, mineros ilegales de oro y leñadores hasta los grandes territorios indígenas de la región, que cubre una zona de bosques del tamaño aproximado de Bélgica.
Este nuevo escenario planteaba una grave amenaza para el pueblo munduruku de Korap, de 14.000 personas dispersas por la Cuenca del Río Tapajos, en los estados de Para y Mato Grosso. Pronto la minería ilegal, las presas hidroeléctricas, una importante vía ferroviaria y puertos fluviales para la exportación de soja asfixiaron a sus tierras, unos terrenos para los que aún trataban de conseguir reconocimiento legal.
Alessandra Korap Munduruku, líder de la comunidad indígena mundurukú de Brasil, fue galardonada con el Premio Goldman por su lucha contra la minería en la selva amazónica.
Fue entonces cuando desafiando los rígidos roles de género en su comunidad, la referente indígena mundurukú, movilizó y aún lidera un grupo de mujeres que lucha en defensa de sus tierras ancestrales y contra la minería en la selva amazónica. Organizaron a sus comunidades para orquestar manifestaciones, presentaron pruebas de crímenes ambientales a la Fiscalía General Federal y la Policía Federal y se opusieron con firmeza a los incentivos y acuerdos ilícitos ofrecidos a los munduruku por políticos, corporaciones, leñadores y mineros sin escrúpulos que querían acceder a su tierra.
Durante la última década, asegura Korap, son cada vez más las mujeres que se suman a la lucha y que hoy tienen un rol clave. «Es importante que no tengamos miedo de luchar” proclama, y aunque se enfrentan a poderosos para muchos, ella sostiene que “más poder tiene el río que sigue su curso, el bosque que se mantiene erguido, la fuerza de nuestro territorio y el pueblo que resiste».
“Este premio es una oportunidad de llamar la atención sobre la demarcación del territorio Sawre Muybu”, dijo Korap a The Associated Press. “Esa es nuestra máxima prioridad, junto con la expulsión de mineros ilegales”.
Sawre Muybu es una zona de selva virgen a lo largo del Río Tapajos, que se extiende 178.000 hectáreas (440.000 acres). El reconocimiento oficial de la zona, o demarcación, comenzó en 2007 pero quedó congelado durante la presidencia deJair Bolsonaro, que terminó en enero.
Casi la mitad de la contaminación climática en Brasil procede de la deforestación. La destrucción ya es tan amplia que la Amazonía oriental, cerca de donde viven los Munduruku, ha dejado de ser un sumidero de dióxido de carbono para empezar a producir ese gas, según un estudio publicado en 2021 en la revista Nature.
Los estudios han mostrado que los bosques controlados por pueblos indígenas son los mejor conservados de la Amazonía brasileña. Korap, sin embargo, sabe que los derechos sobre la tierra no bastan para protegerla.
Ahora el nuevo gobierno de Brasil ha creado el primer Ministerio de Pueblos Indígenas del país, y hace poco emprendió operaciones para expulsar mineros. Pero la líder indígena sigue siendo escéptica con el presidente Luis Inácio Lula da Silva. Sus acciones le parecen contradictorias, y señala que si bien defiende la protección de los bosques, también cierra acuerdos con otros países para vender más ternera y soja, las principales exportaciones del país y grandes motores de la deforestación.
Gracias al trabajo de Korap y los grupos de mujeres, grandes empresas mineras —como Anglo American y Vale— han renunciado a proyectos de exploración en el territorio indígena, que aún no está oficialmente demarcado y reconocido por las autoridades brasileñas.
Korap, de 39 años, es presidenta de la Asociación Indígena Pairi, que apoya a las comunidades que habitan en la región que comprende la cuenca del río Tapajós, en Pará, en el norte de Brasil. Su campaña vocal para proteger el territorio mundurukú sigue viva.