En el marco organizativo que nos damos la naturaleza aparece como un escollo a superar. Las montañas interponiéndose a los caminos y amarrándose a las riquezas que guardan en la profundidad de la roca; los ríos y mares frente a la explotación pesquera y petrolífera; los bosques tan contrarios al desarrollo maderero; el espinal a los avances de la agricultura intensiva; insectos, larvas y alimañas que no dejan crecer a los frutos de nuestras plantaciones como si fuesen de matricería: suaves, lisos, brillantes y bien terminados (y porque además los bichos nos dan asco); el cielo, tan hondo, porque dificulta el desarrollo espacial, que si no fuera por sus dimensiones ya estaríamos viviendo en Marte; las culturas indígenas porque, como todo lo demás, también se interponen frente al progreso.
Regenerar es pensar y hacer exactamente al revés de cómo lo venimos haciendo. Reparar el daño de las últimas décadas y empezar a hacer las cosas de un modo diferente, disruptivo con relación al modelo anterior. Que el ambiente pase a ser el centro.
La regeneración nos convoca a repensar el sistema por completo, a cuestionar nuestros paradigmas y a dar nacimiento a nuevas narrativas de unión.
“La magnitud de los daños ocasionados durante estos últimos 50 años es colosal y deben ser restaurados. Lo primero es construir nuevas narrativas que nos ayuden a transformar esta mirada fragmentada que tenemos del mundo”, dice Christian Tiscornia, director de la escuela para la regeneración Quinta Esencia. Necesitamos superar esa organización que nos debilita, que nos mantiene enfrentados entre nosotros y con las demás especies que nos rodean. La regeneración nos convoca a repensar el sistema por completo, a cuestionar nuestros paradigmas y a dar nacimiento a nuevas narrativas de unión.
El propósito y las preguntas
Nasha Cuello Cuvelier es licenciada en Ciencias Ambientales; estudió en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires y es activista ambiental. Sugiere empezar por el propósito, alinear las intenciones personales con la problemática del mundo. Dice que es posible entenderlo desde las acciones sencillas. “Si vivo en medio de la ciudad y tengo un kiosco, podría poner un bicicletero en la vereda para que vengan a comprar y les resulte conveniente hacerlo en bici. El kiosquero logra su propio beneficio (posiblemente incremente sus ventas) y también el de su comunidad porque, a la vez, estará propiciando un transporte sostenible. Eso se logra con empatía y compasión por el otro. Pero en definitiva son ideas de cómo hacerlo mejor”.
Pensar sencillo, pensar inédito o pensar con osadía, hay una revolución interior en cada uno. Nasha insiste con ejemplos: “Una amiga trabajaba en la industria petrolera. De profesión ingeniera. Ella dio un paso más. Dejó su puesto laboral y se mudó a la industria de energías renovables. Pudo entender que sus capacidades eran válidas para otro modelo energético, más actual y menos nocivo para el ambiente. A la vez encontró la alegría de alinear su propósito de hacer el bien y sentirse mucho más feliz con su trabajo”.
“Hay que empezar por el propósito, alinear las intenciones personales con la problemática del mundo”.

Disposición al cambio, pasión por transformar, ganas de aprender, resultan claves para el nuevo diseño. “Las preguntas pueden ser un punto de apalancamiento determinante para esta etapa de transición”, dice Christian. “El desafío es aceptar la incertidumbre que traen estos tiempos de cambio y lograr ponernos de acuerdo en las preguntas, porque mientras más profundas, causales y acertadas sean, mientras mejor nos ayuden a identificar los sistemas de creencias que dominan nuestras vidas, más rápido vamos a lograr salir de esta crisis de percepción”.
Las preguntas de Nasha: “¿Cómo nos estamos alimentando?, ¿Cómo trabajamos?, ¿Cómo consumimos?, ¿Cómo nos transportamos y cómo nos relacionamos con otros? Algunas respuestas, también de Nasha: regenerar con empleos de calidad, con vínculos saludables, con respeto a lo diverso, regenerar la educación y nuestro vínculo con la tierra, el cielo y los océanos. Regenerar las especies, reintroducir las que fueron injustamente expulsadas. Regenerar lo que pensamos de los alimentos, ir a lo natural y lo cercano, espantar los ultraprocesados, cocinar más o elaborar nuestra propia comida.
“Entonces -dice Christian- cuando hablamos de regeneración hablamos de una dirección de viaje, de reconocer nuestra crisis de percepción, de recomponer las relaciones; hablamos de conservar la armonía, de evitar el crecimiento exponencial de cualquier tipo, de rediseñar para que todos los ecosistemas puedan seguir floreciendo asegurando integridad, vitalidad y belleza para las generaciones de todas las especies venideras”.
Decir y hacer
Nasha y Christian exponen con serenidad, hay claridad y brillo bueno en sus miradas. Los entrevisto en distintos ámbitos pero la actitud y la disposición los iguala y complementa.
Ella: “Hay que animarse a decir lo que todos sabemos”. Y ofrece el ejemplo de Rosa Park cuando se negó a ceder a un blanco su asiento en el colectivo en la lucha por los derechos civiles en EEUU. “Se animó a decir lo que estaba en el aire y ya nadie podía negar: que era in-justo que por ser negra tuviera que viajar parada, aun cuando hubiese asientos libres. Entonces, a cualquiera que hoy le preguntemos cómo es un mundo mejor, especialmente a los niños, te dirán que es con reciclaje, con inclusión, con menos cosas y más experiencias, que es con otras personas y no individualmente, que es en armonía y solidaridad”. Hay que decir lo que todos sabemos, dice ella.
Él: “Ya no podemos obviar que tanto las bacterias, las plantas, los árboles, los virus, los hongos, los animales no humanos y los humanos somos parte de una misma experiencia, de un mismo sistema ecológico que todo lo sostiene. El pensamiento sistémico nos permite bucear en la profundidad de los problemas y en las estructuras mentales que los sostienen. Nos facilita comprender dónde están los puntos de intervención para impulsar modelos regenerativos en las relaciones personales, las instituciones, los procesos productivos y en la interacción con los demás sistemas vivos.” Somos parte de una misma experiencia, dice él.
“Cuando hablamos de regeneración, hablamos de rediseñar para que todos los ecosistemas puedan seguir floreciendo asegurando integridad, vitalidad y belleza para las generaciones de todas las especies venideras”.

En Argentina, el centro para la alfabetización ecológica Quinta Esencia es un buen ejemplo de desarrollo basado en una nueva educación. Está en Coronel Vidal, en la provincia de Buenos Aires. Son 30 hectáreas donde cada vez que sale el sol, llueve o sopla el viento, todos los sistemas productivos y energéticos se activan al ritmo de la naturaleza. Visto desde arriba sobresalen las construcciones circulares; un aula gigante a cielo abierto y al lado un entramado de pimientos, aromáticas, repollos, tomates, acelga, lechuga y calabacines, una huerta deliciosa. Quinta Esencia, explica Tiscornia, es un aula viva donde se aprende a amar a la naturaleza viviendo y sintiéndola. El modelo educativo fomenta una educación integradora que abarque mente, cuerpo y espíritu en el proceso de aprendizaje. Desde hace cuatro años impulsan un ambicioso plan de educación ambiental en todo el municipio de Mar Chiquita trabajando con escuelas, empresas y actores políticos a fin de promover una cultura del cuidado de la vida. Lograron construir la primera escuela pública sustentable de Argentina (está hecha integralmente con residuos y materiales de la zona), llevar adelante un plan de formación en oficios sustentables y trabajan en la restauración del ecosistema local fomentando el pastoreo regenerativo y la siembra de especies nativas.
Recuperar la salud de la totalidad de los sistemas es un principio fundacional del desarrollo regenerativo. Saber que lo estamos haciendo, creer en el cambio, nos anima a dar vuelta el resultado. Venimos 2 a 2, dice Nasha, pero ganaremos este partido. Puede verse como una final un poco dramática pero tenemos que saber que vamos a ganar.
Que así sea, queridas y queridos.
