Se acabó el tiempo de los balances sobre lo que se hizo bien y mal en materia ambiental, sobre los avances y los retrocesos de las políticas globales signadas por la guerra y los acuerdos alcanzados en la COP egipcia. Es la hora de encarar el 2023 y plantearnos la agenda para enfrentar los desafíos de este nuevo año. Investigadores, organizaciones ambientalistas, académicos y funcionarios anticipan que no será un jardín de rosas y no podría serlo en un escenario en el que la emergencia climática obliga a medidas determinantes a cada momento. Hay un consenso: el tiempo para dar el gran paso se agota.
Pero el año recién está por comenzar y, por ahora, podemos permitirnos debatir sobre los grandes retos que enfrentan el mundo y la Argentina en los meses que vienen. Luego, las palabras quedarán de lado y solo servirá actuar.
El mundo, en la encrucijada
“El gran desafío es comprender que los seres humanos somos parte de la naturaleza y que la depredación del ser humano por el ser humano es tan grave como la depredación de un bosque u otro ecosistema. Considerar que la pobreza es un problema ambiental producto de la opulencia de unos pocos es cuestionar la noción de sostenibilidad económica del actual sistema para algunos y pensar nuevos caminos de sustentabilidad social, política, económica y ecológica para todos”, explica la doctora Claudia Tomadoni, Magíster Scientae en Gestión Ambiental, Coordinadora Científica del Centro de Estudios Transdisciplinarios Argentina/ Cono Sur en la Friedrich-Schiller-Universitat Jena y miembro de la Red de Mujeres en Diálogo Ambiental.
“El gran desafío es comprender que los seres humanos somos parte de la naturaleza», Claudia Tomadoni.
En ese sentido, la fatalidad de la guerra también podría generar una oportunidad en 2023. Para Nicolás Tomazín, Ingeniero Civil y Jefe del Programa Hidráulica Marítima del Instituto Nacional del Agua, “el conflicto entre Rusia y Ucrania por ahí nos da la posibilidad de terminar de volcarnos definitivamente hacia las energías limpias. Debemos pensar en serio en la posibilidad de reemplazar la matriz energética por una más amigable con el ambiente, subiendo la apuesta por las tecnologías de energía eólica, marina e hidrogeno verde”.
Similar perspectiva sostiene Claudio J. Lutzky, Director del Programa de Actualización en Cambio Climático y Transición Ecológica de la UBA; “El contexto global actual, marcado por la salida de la pandemia, la agresión rusa y la tensión geopolítica, demanda especialmente que se acelere la migración hacia energías renovables y hacia la producción sostenible de alimentos. Ello conlleva múltiples alternativas de inversión, empleo e innovación, que convierten el problema ambiental en una gigantesca oportunidad de prosperidad y progreso social”. Posibilidades “latentes” en un presente que, de todas formas, plantea obstáculos varios.
«Hay que subir la la apuesta por las tecnologías de energía eólica, marina e hidrogeno verde”, Nicolás Tomazín.
Como describe el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Juan Cabandié, “el mundo debe enfrentar una triple crisis ambiental: el calentamiento global, la contaminación y la pérdida de biodiversidad. El gran desafío es avanzar en una transición hacia un sistema de producción y consumo sostenible. Una crisis que debemos enfrentar entre todos, pero con responsabilidades claramente diferenciadas. No podemos desconocer que hubo países que contribuyeron más que otros al calentamiento global: los del hemisferio norte. De ahí que resulta vital que los países centrales cumplan con el financiamiento comprometido y apoyen a las naciones menos favorecidas para luchar contra el cambio climático”. Las organizaciones ambientales también ven en 2023 un año clave. Luisina Vueso, coordinadora de la campaña de Océanos de Greenpeace, opina que “la prioridad, a nivel global, es hacer frente al cambio climático y promover la justicia climática. Aún vemos que faltan impulsar políticas más drásticas que apunten a acabar con nuestra dependencia de los combustibles fósiles y se focalicen en una transición justa hacia las energías renovables. A su vez, proteger nuestros sumideros de carbono naturales como los bosques y los océanos es fundamental para contribuir en la mitigación del cambio climático”.
«Debemos enfrentar la crisis climática entre todos, pero con responsabilidades claramente diferenciadas», Juan Cabandié.
En el camino de la justicia climática, destaca el importante avance alcanzado en la última Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 27), para establecer un Fondo de Financiación de Pérdidas y Daños para comunidades vulnerables. La advertencia de Jerónimo Bucher, una de las voces jóvenes más escuchadas en los foros científicos y ambientales, es clara: debemos enfrentar la crisis climática y ecológica, ya que el aumento en la temperatura promedio del planeta y el gran “desequilibrio ecosistémico” seguirán provocando “olas de calor letales, devastadores incendios, fuertes huracanes, grandes inundaciones e intensas sequías, por lo que peligra la producción alimenticia y está amenazada toda la población”.
“La prioridad, a nivel global, es hacer frente al cambio climático y promover la justicia climática», Luisina Vueso.
“Concentrarnos”, aconseja Pedro Friedrich, copresidente de Sistema B Argentina. “Concentrarnos en mantener la temperatura del planeta por debajo de 1.5° es el mayor desafío, no solo para 2023 sino para todo lo que viene. Si consideramos que el cambio climático afecta, sobre todo, a personas desfavorecidas, si no logramos contener el calentamiento global vamos a entrar en una situación súper complicada”.
«Si no logramos contener el calentamiento global vamos a entrar en una situación súper complicada”, Pedro Friedrich.
La Argentina, por más acción
Ahora, si bien hay políticas y lineamientos globales que atender, cada país tiene al mismo tiempo que afinar la sintonía de sus objetivos y metas. Cabandié estima que “dentro de los principales desafíos ambientales que enfrentará la Argentina, de cara al año 2023, se encuentra el fortalecimiento de la gestión integral de los residuos sólidos urbanos, que está íntimamente ligado al esfuerzo por erradicar los basurales a cielo abierto. Hablamos de unos 5.000 basurales que generan además gases de efecto invernadero. Otros temas importantes: la prevención, atención y combate de los incendios forestales y la preservación de los ecosistemas y la biodiversidad. Para esto es clave continuar con la creación de nuevas áreas naturales protegidas”.
En la misma dirección apunta Fernando Peirano, titular de la Agencia I+D+i: “Mientras que los países desarrollados tienen un fuerte desafío de contención de sus emisiones de CO2 y de reconversión de sus economías, los países como la Argentina, acreedores ambientales y con estructuras productivas aún en desarrollo, tienen que asegurarse que las inversiones estén asociadas a las nuevas tecnologías y enfoques ambientales”.
«Argentina tiene que asegurarse que las inversiones estén asociadas a las nuevas tecnologías y enfoques ambientales”, Fernando Peirano.
Bucher incluye en esa tarea a “la industria, las instituciones estatales, la educación, la tecnología y la política científica nacional”. Un elemento clave juega a favor: la cuestión generacional. “Desde la juventud se continúa masificando y consolidando el compromiso, para plantear alternativas en pos de una mejora continua. Pero eso no puede quedar meramente como una responsabilidad de las nuevas generaciones, sino que se debe encarar seriamente como un enfoque estratégico, transversal y sistémico”.
Para Vueso, “Argentina tiene la oportunidad de dejar un legado en materia de protección ambiental, fundamental de cara a la emergencia climática que estamos viviendo. Para eso, es necesario que las inversiones se vuelquen hacia las energías limpias, abandonar los combustibles fósiles y proteger los océanos, que absorben casi un tercio del carbono procedente de los gases de efecto invernadero. Para poder seguir cumpliendo este rol vital, deben mantenerse sanos. Por eso, resulta contradictorio que en nuestro país se esté impulsando la expansión de la industria petrolera en el Mar Argentino”.
«La cuestión ambiental no puede quedar meramente como una responsabilidad de las nuevas generaciones», Jerónimo Bucher.
Desde Greenpeace, se señala sobre todo la destrucción de bosques y humedales, a la deforestación y la tala indiscriminada, en especial en las provincias del norte, como aceleradores de la crisis climática. “Por otra parte, los humedales están en una situación crítica y necesitamos urgentemente una ley efectiva. A pesar de más de 10 años de intentos parlamentarios, los humedales, que abarcan aproximadamente el 21% del territorio nacional, aún no cuentan con un marco legal de protección”, dispara.
El laberinto de las legislaciones es otro asunto crítico, con proyectos vitales que muchas veces son víctimas colaterales de las luchas políticas. Tomazín considera como uno de los grandes desafíos para el país “cerrar la grieta”. “Me preocupa que existan tantos planes de desarrollo que muchas veces fracasan porque, al generarse esa grieta, para algunos son la salvación y para otros la catástrofe. Debemos tener en cuenta esas dos miradas y poder concretar proyectos sustentables, con estándares de producción elevados y que tengan el menor impacto posible”.
Hernán Barcelona, Investigador Adjunto del CONICET, asegura que “el actor más relevante de 2023 será el precio del gas”. ¿Por qué? “La explotación del gas no convencional en Vaca Muerta y el nuevo gasoducto a inaugurarse reacomodarían el precio a la baja. Si el Estado no promociona la expansión de las renovables, se mantendrá la gran brecha económica. Los mercados energéticos se desarrollan por incentivos y prohibiciones, por lo que se deberían implementar incentivos para las energías verdes”. Especialista en el desarrollo de la energía geotérmica, plantea dos desafíos muy importantes para el país: “Realizar el primer pozo de exploración profunda en el sistema geotérmico de Domuyo, que tiene perspectivas de generar energía eléctrica, y subirnos a la ola de las bombas de calor geotérmicas para climatizar espacios. Aunque, una vez más, en este punto también son muy importantes los incentivos y prohibiciones”.
«Se deberían implementar nuevos incentivos para las energías renovables», Hernén Barcelona.
Con respecto a esto, Lutzky percibe que “la Argentina está comparativamente retrasada en políticas ambientales. El nivel de debate público y de identificación de riesgos y posibilidades por parte de la clase dirigente es bajísimo. Nuestro país puede ser una potencia en materia de energías renovables y de producción de alimentos sostenibles, si somos capaces de asumir el desafío con una economía abierta, transparente y dinámica”.
«El nivel de debate público y de identificación de riesgos y posibilidades por parte de la clase dirigente es bajísimo», Claudio Lutzky.
Friedrich cree que “la Argentina es uno de los países con más potencial de revertir el cambio climático y uno de los que menos está haciendo. Tenemos que actuar rápido y fuerte en cambiar nuestra forma de uso del suelo en ganadería y agricultura. Decimos que no emitimos, pero tenemos una agroindustria que usa agroquímicos, que recurre al feedlot y prácticas industriales propias de un perfil emisor. Necesitamos un cambio radical en la forma de producir alimentos y, al mismo tiempo, proteger nuestros mares, que están siendo esquilmados por el mundo y por nosotros mismos”.
Por su parte, la bióloga especializada en Ecología Irene Wais es escéptica y considera que el listado de pendientes es demasiado extenso como para hacer un resumen. “Hay tanto para decir… hay cinco millones de cosas que están faltando hacer y no veo demasiada acción en ninguna instancia. Lo que pediré en mi brindis de Año Nuevo es menos extractivismo y fracking y más conocimiento de parte de los funcionarios, que se aplique la Ley Yolanda para que estén obligados a capacitarse en materia ambiental. Menos greenwashing y bla bla y más acción, menos energías fósiles y más renovables”.
«Necesitamos menos greenwashing y bla bla y más acción, menos energías fósiles y más renovables”, Irene Wais.