El título de “rey de la selva” le queda mucho mejor que al león, que habita únicamente sabanas y zonas desérticas. Hablamos del yaguareté, aunque en realidad tampoco esto es cierto del todo en su caso: si bien mayormente vive en bosques y selvas, también ha hecho suyos lugares áridos como el desierto de Arizona, en EEUU, las altiplanicies centrales de México o incluso regiones montañosas de Bolivia y noroeste argentino. Al menos puede decirse que, en su esplendor, fue el rey indiscutido en un amplio y variado territorio. Las razones que comenzaron a diezmar su población fueron principalmente la caza desde tiempos prehispánicos, donde pinturas y otros registros arqueológicos de las culturas originarias muestran que lucir con una piel de yaguareté –o jaguar, como se lo llama en otras partes– era sinónimo de poder y fuerza. Con el tiempo, y debido a la expansión geográfica de los grupos humanos, se sumaron otros factores perjudiciales como la degradación y reducción de sus ambientes naturales y las matanzas en represalia por atacar al ganado.
A pesar de su conocida crítica situación de supervivencia y conservación, el yaguareté sigue siendo el felino más grande de América y tercero en el mundo, después del tigre y el león. Aunque ha ido desapareciendo de casi todas las regiones que solía habitar –en El Salvador y Uruguay está extinto–, su situación en el Bosque Atlántico, conocido como Mata Atlántica en Brasil, Selva Misionera en Argentina y Bosque Atlántico en Paraguay, es de las más preocupantes: se estima que queda menos del 1% de la población que existió antes de la llegada de los europeos. Cada 29 de noviembre se conmemora el Día Internacional del Yaguareté, y desde 2018 la fecha cuenta con una fuerte herramienta de consenso y trabajo colaborativo internacional: el Plan Jaguar 2030. Lanzado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), la Fundación Panthera, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS), el proyecto establece objetivos para proteger los hábitats y recuperar la mayor parte de sus poblaciones.
Junto a “rey de la selva” o “el gran felino americano”, otro símbolo en que puede convertirse este animal es el de ícono del desarrollo sostenible en Latinoamérica, contribuyendo al cumplimiento de al menos 11 de los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS) contemplados en la Agenda 2030 aprobada en la cumbre mundial sobre el tema celebrada en 2015 en Nueva York.
Con la suscripción y adhesión al plan de los países dentro del rango de distribución de la especie y la colaboración de ONGs , comunidades locales y el sector privado, el plan busca fortalecer el llamado “Corredor del Yaguar”, un área que conecta 30 paisajes prioritarios o espacios biológicos y genéticos en una sola unidad ecológica a gran escala. Las naciones comprometidas con este proyecto son las 18 en las que el animal todavía subsiste en Latinoamérica: Argentina, Belice, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guayana Francesa, Guatemala, Guyana, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Surinam y Venezuela. El yaguareté es considerado una “especie paraguas”, quiere decir que al protegerlo junto con su hábitat, se beneficia a otras especies a la vez que se aseguran servicios ecosistémicos muy importantes: la conservación de sus ambientes contribuye globalmente con el 12% de la captura de CO2, 10,5% de la producción de madera y 9,8% de la pesca comercial, según datos publicados por la Fundación Vida Silvestre Argentina.
Aunque la información sobre el número de individuos no es unívoco, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés) estima que quedan unos 64 mil ejemplares en libertad, el 90% de ellos en la Amazonia. En la Argentina, la población se calcula en poco más de 250 individuos repartidos en tres regiones: Salta y Jujuy; Chaco, Formosa y Santiago del Estero; y Misiones. Los esfuerzos de conservación internacionales vienen dando buenas noticias en los últimos años con la liberación de individuos en reservas y espacios protegidos, e incluso con el nacimiento de dos cachorros en estado salvaje en los Esteros del Iberá a comienzos de este año, algo que no sucedía desde hacía 70 años. Junto a “rey de la selva” o “el gran felino americano”, otro símbolo en que puede convertirse este animal es el de ícono del desarrollo sostenible en Latinoamérica, contribuyendo al cumplimiento de al menos 11 de los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS) contemplados en la Agenda 2030 aprobada en la cumbre mundial sobre el tema celebrada en 2015 en Nueva York.