Instaladas desde hace tiempo, confiables y seguras, la energía eólica y la fotovoltaica solar son los dos grandes tanques del sistema. En 2021 el 13% de la demanda total fue abastecida a partir de renovables; la eólica representó el 74% de ese porcentaje y la solar el 13%.Pero en la carrera hacia 2025 para cubrir con renovables el 20% de la demanda eléctrica, no debemos olvidar ni dejar de lado las otras tecnologías verdes: podrían hacer su aporte vital para llegar a la meta.
El mar inagotable
“El mar aparece como una fuente de energía inagotable, pero por ahora se nos está haciendo complicado obtenerla y hacerla redituable”, concluye Nicolás Tomazín, Jefe de Programa Hidráulica Marítima del Instituto Nacional del Agua (INA).
Pero no somos los únicos. Según describe, a nivel mundial todavía está en estudio, y como aprovechamiento concreto solo se puede contabilizar una central mareomotriz que funciona en Francia desde los ‘60 y algunos desarrollos en Corea y Rusia, casos muy puntuales. Pero el potencial es interesante: “No hay muchos lugares en el mundo que puedan aprovechar la energía de las mareas y la Argentina es uno de esos, te diría que estamos en el top 5”.
Hay dos maneras de utilizar la energía mareomotriz, explica Barcelona. “Se puede generar a partir del desnivel de las mareas, con un salto de altura que después alimenta a las turbinas, como en las represas, o aprovechando las grandes corrientes en el mar con turbinas hidrocinéticas, que son parecidas a las eólicas pero en el agua. La gran ventaja de la energía mareomotriz es que es perfectamente predecible y podrías saber el día y la hora en la que tenés la energía, mientras que la undimotriz es aleatoria, porque depende de cuándo estén las olas”.
Para la primera hay excelentes posibilidades en Río Gallegos o en Puerto Santa Cruz, donde los estrechos patagónicos presentan una importante amplitud de marea (la diferencia entre la marea baja y alta) que oscila entre los 8 y los 10 metros.
Para la undimotriz, detalla el investigador, “estudiamos toda la costa de la provincia de Buenos Aires y hay un tramo entre Necochea y Mar del Plata aprovechable, pero es difícil poner dispositivos en el mar, es un medio muy agresivo desde la física y la química y por los temporales. Además los dispositivos, que constan de un brazo mecánico con una boya o se apoyan sobre la superficie del mar cerca de la costa, impactan en el paisaje y no son compatibles con la explotación turísticas de las playas”.
Tomazín resume que estamos aún en “una fase muy incipiente” en cuanto a la evaluación del recurso. Una vez superado ese escollo, y obtenida la energía, habría que sortear otro escollo: transportarla desde lugares alejados e inhóspitos.
Para generar energía comercialmente aprovechable sería necesario instalar granjas con varios dispositivos.
Desde las entrañas de la tierra
“Existen dos aprovechamientos clásicos de la energía geotérmica: para generación de electricidad, donde se buscan fluidos en profundidad a una determinada temperatura y para uso directo, como hacer circular el agua caliente por cañerías para calentar invernaderos o centros recreativos”, grafica el Dr. Hernán Barcelona, Investigador Adjunto del CONICET. Allí destaca a las llamadas bombas de calor, que logran climatizar consumiendo muy poca electricidad y son muy simples y eficientes.
Barcelona señala que los proyectos geotérmicos por excelencia están en las ciudades de Copahue y Domuyo, ambas en Neuquén. Hay buenas posibilidades en la puna de Salta y Catamarca, mientras se apagó un poco la chance del volcán Tuzgle, en Jujuy, ya que los estudios realizados demostrarían que no hay alta temperatura en profundidad. Allí radica la complejidad: para iniciar un proyecto hay que conocer bien el subsuelo, ordenar estudios y, finalmente, cuantificar los recursos con la perforación, la parte más costosa. Se sabe que la perforación lleva bastante tiempo y la tasa de éxito de no es muy alta.
Por el otro lado, el uso de los fluidos calientes para climatizar distritos geotérmicos cuenta con tecnología muy desarrollada y tienen poca incertidumbre, solo requieren una inversión inicial. Un pueblo puede hacer un pozo y sacar agua lo suficientemente caliente para climatizar cinco cuadras a la redonda. “Sabemos que Bahía Blanca está construida sobre acuíferos espectacular, de 75 u 80 grados, podríamos tener torres de cristal, el recurso es increíble y hay más de 70 u 80 perforaciones que lo demuestran”, afirma el investigador.
La energía geotérmica emite solo una quinta parte de CO2 que una central térmica con combustible fósil.
La vida extra de los desechos
El potencial de la biomasa en el país parece estar atado a un círculo virtuoso con la agroindustria y los biocombustibles juegan un papel fundamental, con un desempeño cada vez más destacado año a año. La Licenciada en Ciencias Biológicas Rocío Díaz Peña anticipa lo que será la próxima fase. “Hoy en día los biocombustibles de primera generación están muy establecidos, pero usan recursos, como el maíz, que compiten con la industria alimenticia. El desafío son los de segunda generación, que tienen el poder de utilizar desechos de otras industrias”.
Díaz Peña se enfoca en el bioetanol y el biobutanol a partir de biomasa. Su rol como investigadora se enfoca en buscar microorganismos que lleven a cabo todas las etapas del proceso para obtener esos biocombustibles de fuentes baratas y renovables.
“Trabamos con una bacteria que degrada biomasa lignocelulósica (materia seca vegetal) y utilizamos desechos de la caña de azúcar. Nuestra bacteria tiene varias ventajas: es termófila, es decir que no es necesario enfriar durante el proceso, algo muy importante porque reduce los riegos de contaminación de los cultivos y los costos. Y además tiene una amplia variedad de enzimas que le permiten aprovechar más la biomasa, por lo que es muy eficiente en la producción”, destaca.
El procedimiento aún no está en etapa industrial, ya que por el tamaño del fermentador no pueden hacer el escalado en el laboratorio por limitaciones técnicas, y para hacer eso deberían contar con empresas dispuestas a hacerlo. “Hoy en día Estados Unidos y Brasil son grandes productores de biocombustibles. A nosotros lo que nos falta es lograr una mayor comunicación entre los que hacemos las ciencias básicas y aquellos que tienen la posibilidad de escalarlo”, describe.
Pero tiene el rumbo claro: “Lo que queremos es obtener biocombustibles sin generar contaminación”.
Los biocombustibles de segunda generación tienen el poder de utilizar desechos de otras industrias.
Centrales de bajo impacto
Los Pequeños Aprovechamientos Hidroeléctricos (PAH) nacieron en Argentina como parte de la estrategia de respuesta al cambio climático. Son «run-of-the-river» (ROR), es decir, «de pasada», estas centrales no acumulan agua «corriente arriba» de sus turbinas. Solo absorben una pequeña fracción del caudal de los ríos, sin crear embalses ni cortar flujos de los cauces y, por lo tanto, tienen bajo impacto sobre los ecosistemas y la biodiversidad.
Verónica Gutman, especialista en Economía del Cambio Climático y Desarrollo Sostenible, aclara que “son todas diferentes entre sí y cada minicentral tiene características distintas. Depende del lugar de ubicación, las condiciones del recurso hídrico, la topografía y los tipos de suelo. El planeamiento y la inversión dependerá por lo tanto de cada caso particular”.
Lo clave, indica, es “diferenciar entre los proyectos que se podrían interconectar a la red de transmisión y los que, por su ubicación y características técnicas, funcionarían aislados de las redes y servirían para dar electricidad a poblaciones aisladas y dispersas, muchas de las cuales aún hoy no tienen electricidad. Esto es una urgencia social además de ambiental”.
Está creciendo el porcentaje de energía que los PAH aportan, aunque todavía con obstáculos. Hace unos años, la especialista participó de un estudio con financiamiento del BID donde se relevaron 175 potenciales minicentrales en todo el país proyectadas desde los años 70´ en 18 provincias argentinas. Algunos fueron construidos pero nunca puestos en funcionamiento y muchos otros descartados por motivos técnicos, económicos y/o de escala.
“Lo que se necesitaría ahora es, en base a todos los estudios ya realizados, reevaluar y reinventariar los que ya han sido estudiados y, además, realizar relevamientos exhaustivos basados en trabajos de campo para poder determinar con mayor exactitud el potencial real de pequeñas centrales en todo el país”, concluye.
Estas pequeñas centrales solo absorben una pequeña fracción del caudal de los ríos.
El camino del hidrógeneo verde
Hay que aclarar que el hidrógeno verde no es una fuente de energía per se, sino un “portador de energía”. “Permite que el producto de fuentes renovables como la eólica y la solar puedan llegar a zonas de difícil acceso o transporte, debido a que no es fácil inyectar las renovables a un tendido eléctrico”, sintetiza Fabiana Gennari, doctora en Ingeniería e investigadora del CONICET.
Una vez generado mediante la electrólisis (por medio de la electricidad se separan las moléculas de agua en oxígeno e hidrógeno), el hidrógeno verde se puede utilizar como un combustible sin generar contaminación.
“Es decir que el producto secundario que provoca es agua, no genera gases de efecto invernadero que aceleran el calentamiento global”, agrega Gennari. En este caso, las zonas clave son el norte del país, por su energía fotovoltaica, y la Patagonia por la energía eólica.
Pero existe también un paso intermedio en el camino, el llamado Hidrógeno azul que permite transformar combustibles fósiles en hidrógeno al mismo tiempo que se captura el CO2 liberado para que no sea emitido a la atmósfera. Para los científicos, la solución que podría darle un upgrade ambiental al yacimiento de Vaca Muerta. La especialista afirma que son tecnologías “maduras” pero hacen falta más inversiones.
Para la opción azul podría aprovecharse gran parte de la importante infraestructura asociada al gas natural. En el caso del verde habría que garantizar a los electrolizadores fuentes de electricidad continua, que los paneles fotovoltaicos y las turbinas eólicas instaladas no siempre aseguran.
“La Argentina tiene también gran potencial para producir el hidrógeno verde a partir de biomasa, con la ventaja que se aprovecharían residuos de cada zona”, concluye. “No sería viable para aportar al sistema interconectado de generación de energía tal como está planteado en nuestro país, pero sería muy interesante para potenciar las economías regionales”.
El hidrógeno verde es considerado un “portador de energía”.
Algunas son tecnologías maduras y probadas, otras incipientes. En toda estrategia a largo plazo como es el diseño de una nueva matriz energética, vuelve a tornarse indispensable una vez más un plan ambicioso de políticas e inversiones que involucren al Estado y las empresas privadas. Ese será sin duda el motor que impulse a las renovables a una nueva fase, emerjan desde las profundidades del suelo o de las olas del mar, de la sinuosa marcha de los ríos, de la vida más allá de la vida de los desechos industriales o de la producción de hidrógeno.
Energías renovables como política de Estado
Por Gustavo Castagnino, Director de Asuntos Corporativos, Regulatorios y Sustentabilidad de Genneia.
Para que Argentina pueda cumplir con sus metas de descarbonización y reducción de gases de efecto invernadero, es primordial que la promoción de energías renovables sea una política pública en las próximas décadas. En esta línea, los cambios de gobierno no deben generar cambios de políticas bruscas que generen un clima de no inversión. Por eso, es preciso contar con una estabilidad jurídica para garantizar una mayor penetración de las energías renovables. Asimismo, es importante contar con una articulación entre el sector público y privado que permita incentivar las inversiones y la participación de energías limpias en la matriz energética.
Desde Genneia, con el foco puesto en continuar manteniendo el liderazgo en energía renovable y contribuyendo a la mitigación del cambio climático, estamos avanzando en la construcción del nuevo Parque Solar Sierras de Ullum situado en el centro sur de la Provincia de San Juan. El parque tendrá una capacidad instalada nominal de 78 MW, equivalente al consumo de aproximadamente 50.000 hogares.
Además, recientemente anunciamos nuevas inversiones para el Parque Solar Tocota III, en San Juan, y el Parque Eólico La Elbita en Tandil. Con estos proyectos Genneia se perfila para superar 1 GW de capacidad instalada, un hito nunca antes alcanzado en nuestro país.
Hoy somos competitivos con cualquier tecnología de producción sustentable y esto es una gran oportunidad para el sector. El recurso natural argentino es enorme, pero, la principal limitante, el cuello de botella, es la falta de infraestructura y el acceso a financiamiento.
Sin embargo, a principio de año, la Secretaría de Energía publicó la normativa que permitió incrementar progresivamente la participación de fuentes renovables de energía lo cual es un gran impulso para lograr aumentar la demanda eléctrica y llegar a la meta del 20% de capacidad instalada eléctrica a partir de fuentes renovables para el 2025. Somos muy optimistas porque contamos con grandes jugadores con vocación de liderazgo e inversión.
Tiempo de crisis: un momento para la innovación
Por Claudia Tomadoni, Magíster Scientae en Gestión Ambiental. Actualmente es Coordinadora Científica del Centro de Estudios Transdisciplinarios Argentina/Cono Sur en la Friedrich-Schiller-Universität Jena. Integra la Red de Mujeres en Diálogo Ambiental.
Es muy importante entender el contexto mundial en el que estamos. La cuestión energética está en un punto de inflexión por la guerra. Los precios altos de la energía impactan en la Argentina, y es en los momentos de crisis en los que la imaginación y la innovación tienen que ser la herramienta decisiva.
Se necesitan inversiones pero también regulaciones y planificación sobre lo que se quiere hacer con los recursos. La Argentina tiene mucho viento y sol y a partir de la energía eólica y solar, un gran potencial para la producción de hidrógeno verde. Sería un gran plan.
Pero en materia energética es clave contar con una planificación de Estado a largo plazo que exceda a los gobiernos. Es importante debatir un rol fuerte del Estado que defienda el bien común, para que la Argentina no se quede en el mero extractivismo y aproveche las inversiones para apoyar el conocimiento e innovación de sus científicos.