Claudia Piñeiro es una de las escritoras más reconocidas de la Argentina, autora de best sellers como Las viudas de los jueves y de la exitosa serie El reino, y una de las potentes voces de nuestra cultura que jamás dudan en acompañar y manifestarse públicamente frente a causas sociales que la conmueven. En 2018 se puso al frente del debate legislativo en torno del aborto legal y ahora se ha sumado al reclamo de medidas urgentes para frenar el ecocidio en la cuenca del río Paraná: lo dejó claro en septiembre, cuando durante su aclamado discurso inaugural en la Feria del Libro de Rosario, arremetió contra quienes, intencionalmente, están prendiendo fuego inmensas extensiones de humedales en Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires con fines de explotación agroganadera.
En Qi Magazine quisimos charlar con ella sobre estas cuestiones que nos preocupan y también sobre su flamante novela El tiempo de las moscas, llegada en octubre a las librerías, donde también se trasluce su profunda sensibilidad ambiental.
“Empecemos por buscar palabras, que es la tarea de quienes escribimos. Palabras que nombren lo que hay que nombrar. Ecocidio. Ecocidio es la destrucción de gran parte del medio ambiente de un territorio, especialmente si es intencionada e irreversible”, exclamó Claudia el último 8 de septiembre, en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, ante una multitud rosarina que estalló en aplausos: “Frente al ecocidio del Paraná, ¿cómo hablar de libros? ¿Cómo hablar de libros si no se puede respirar? ¿Cómo leer si no se puede respirar?”, i“Gritamos y seguiremos gritando, en las calles, en los puentes. Pero siempre queda la duda de si los que tienen que escuchar, escuchan. O escuchan pero se hacen los tontos.”
-Aprovechaste un evento literario de proyección internacional para denunciar la destrucción de humedales. ¿Sabían los organizadores que ibas a hablar de esto?
-Yo tengo una posición bastante activa en cuanto al cuidado del planeta. Y además, en la Feria me habían aclarado que podía hablar de lo que quisiera… Entonces elegí denunciar las quemas indiscriminadas en las islas del Paraná: hablé del ecocidio, de la necesidad de una Ley de Humedales y del humo que tiene absolutamente desesperada y desesperanzada a la gente de Rosario. Es fundamental que hablemos de esto.
“Hay que involucrarse en las luchas ambientales, porque los logros se consiguen con la fuerza de muchos. Si queremos Ley de Humedales, tenemos que salir masivamente a las calles.”
-¿Siempre tuviste esta sensibilidad ante las cuestiones vinculadas con la naturaleza?
-El tema del ambiente me preocupó siempre pero nunca estaba en agenda y había poca información. Cuando terminé el secundario, una de las carreras en las que evalué meterme fue Ecología. Pero en esa época se estudiaba en La Plata y no podía irme a vivir allá. Y en la actualidad, lo que me ha acercado a lo ambiental es la problemática de los incendios, también cierta forma extractivista del manejo de la tierra y, sin duda, la lucha de otras escritoras que me ponen en tema.
-¿Cómo se dio este nuevo involucramiento con lo ambiental?
-Recuerdo que mis amigas españolas escritoras, hace ya varios años, hablaban cotidianamente de cuestiones ambientales que les preocupaban, como si fuera cualquier otro tema de sus vidas. Eso me llamaba la atención. Había en ellas una conciencia que yo no tenía sobre la contaminación y el efecto de nuestros actos sobre el planeta, una conciencia seguramente generada por la normativa y las multas tremendas. Hablaban de la separación de residuos, de no tomar tanto avión para evitar la emisión de gases contaminantes o de los beneficios de viajar en tren. Y me acuerdo de otra vez que fui a visitar a una parienta a Suiza y me llevó de paseo por los lugares “importantes” del pueblo. Me mostró orgullosa la planta donde separaban residuos. Todas estas cosas contrastan mucho con nuestra realidad: acá tenemos una naturaleza privilegiada y cero conciencia del impacto que provocamos.
-Acaba de llegar a las librerías tu última novela, El tiempo de las moscas. Tiene un nombre sugestivo. ¿La historia aborda de alguna manera la crisis ambiental?
-El tema ambiental como tal no. Pero mi personaje principal, Inés, a quien traigo de una novela anterior –Tuya-, cuando sale de la cárcel se pone un emprendimiento de fumigación… Y se nota en ella la preocupación de no matar insectos porque sí. Además, publicita su trabajo aclarando que usa “productos no tóxicos”. De alguna manera, la reflexión sobre estos temas está dando vueltas en el libro: por qué meterme con un ser vivo si no me hizo nada, por qué dañarlo porque sí… En la novela se habla mucho de las moscas y de su función como seres vivos que contribuyen a degradar los desechos del mundo para que se transformen en otra cosa. Trato de desmitificar esto que hemos tenido siempre de querer matar a todo bicho que suponemos amenazante… ¡Pero es al revés! ¡Nos perjudica que no haya moscas! Hay que cambiar esa manera de pensar: donde yo vivo está lleno de zarigüeyas… Mucha gente las quiere matar porque las confunde con roedores, pero son beneficiosas porque controlan a otras especies que sí son peligrosas. Fuimos criados de otra manera y va a llevar mucho tiempo aprender. Pero lo vamos haciendo.
-¿Cómo te vinculás con la naturaleza? ¿Qué fichas movés?
-Hace bastante que tengo una huerta desordenada que cuido con uno de mis hijos. No es la huerta impecable de las revistas… Hay desorden bueno para la tierra y los seres vivos. Vamos a la huerta y nos encontramos con lo que nos da: acelga entre los brócolis, tomates, albahaca y rúcula mezcladas… Me gusta más ese contacto intuitivo y salvaje con la naturaleza. También tengo plantas autóctonas en el jardín, con zonas que dejamos salvajes para estimular la biodiversidad. Desde entonces nos visitan muchos colibríes y abejas.
“En el jardín tengo plantas autóctonas, con zonas que dejamos salvajes para estimular la biodiversidad. Desde entonces nos visitan muchos colibríes y abejas.”
-El año pasado, el colectivo Mirá, conformado por las escritoras ecofeministas Gabriela Cabezón Cámara, Dolores Reyes, Claudia Aboaf, Maristella Svampa y Soledad Barruti, se manifestó públicamente solicitando el cupo ambiental en el marco de la campaña legislativa. ¿Estás de acuerdo? ¿Vos participaste?
-Totalmente de acuerdo. Firmé solicitadas y pedidos pero no pertenezco a este grupo de escritoras. De todas formas estoy muy cercana a ellas, me sumo a sus movidas y saben que estoy para ayudar en lo que pueda.
-¿Confluyen la lucha feminista y la ambiental? ¿Qué cuestiones se ponen en juego en este encuentro de paradigmas?
-Creo que en el movimiento de mujeres tenemos mucha conciencia de la explotación del otro… Y dentro de ese “otro” castigado también está el medioambiente. Por eso hay un encuentro pleno con el movimiento ambiental… De ahí surge el ecofeminismo. Sería muy raro que al feminismo no le interesaran las causas ambientales. Y viceversa: en general, los ambientalistas empatizan mucho con las causas de las mujeres y las disidencias.
“En el movimiento de mujeres tenemos mucha conciencia de la explotación del otro… Y dentro de ese ‘otro’ castigado también está el medioambiente.”
-Todas las personas podemos hacer aportes para combatir el cambio climático y promover formas de vida más respetuosas con nuestro entorno. ¿Qué le recomendarías a quien quiere dar el primer paso?
-Podemos hacer muchas cosas: separar los residuos, tener una compostera… Otra cuestión importante, siempre que podamos, es elegir productos no tóxicos y evitar los plásticos en todas sus modalidades, paquetes o bolsas. Lo primero es empezar por nosotros mismos para que luego esa conciencia se expanda hacia otros lugares. Y hay que involucrarse en las luchas, porque los logros se consiguen con la fuerza de muchos. Si queremos Ley de Humedales, no podemos ser tres o cuatro en reclamando las calles; tenemos que salir masivamente porque la toma conciencia tiene que ser colectiva además de individual.
¿Quién enciende la mecha?
“En lo que va de 2022, se quemaron cientos de miles hectáreas, difícil saber cuántas porque oficialmente nadie se ocupa de contarlas como corresponde. Y, además, si hubiera conseguido el número exacto para compartirlo en este texto, debería haberlo modificado cada día después de terminar de escribirlo, porque el fuego no se detuvo. Tal vez, ahora, mientras hablo, alguien esté comenzando un incendio en el humedal, o planeando iniciar un incendio mañana, alguien esté mirando para otro lado, alguien se prepare para decir: yo no soy responsable. Pasaron diez largos años desde el primer proyecto. Pasaron cinco largos meses antes de que el nuevo fuera girado a tres comisiones para empezar a ser discutido. ¿Cuántos meses tendrán que pasar ahora para que la ley de consenso por fin se trate y se sancione? ¿Meses o años?”
*Extracto del discurso leído por Claudia Piñeiro para inaugurar la Feria Internacional del Libro de Rosario, el 8 de septiembre de 2022.