El 99 por ciento de la población mundial –lo que equivale a decir todas las personas del mundo– respira aire contaminado. Es la cifra difundida por la ONU algunos meses atrás al conocerse la última actualización de la base de datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la calidad del aire. Y, si bien el reporte da cuenta de que cada vez más ciudades monitorean lo que respiran, también aumenta de manera alarmante el número de personas expuestas a partículas de sustancias peligrosas provenientes de distintas actividades. Los que peor la pasan son, como siempre, quienes habitan las regiones del mundo más pobres.
¿Y esto por qué? Porque son poblaciones con sistemas eléctricos y tecnologías mucho más precarios para generar calor, cocinar y poner en marcha los medios de transporte, argumentan desde el organismo. Otro dato llamativo se desprende del informe: en esas comunidades, a su vez, los segmentos jóvenes y los de mayor edad son los más afectados por no tener en muchos casos un adecuado acceso a los servicios de salud. Los riesgos asociados a la mala calidad del aire tienen que ver fundamentalmente con cáncer, enfermedades cardiovasculares y pulmonares, y otras afecciones oculares o en la piel. Estos problemas de salud se llevan la vida de casi siete millones de personas cada año, según la OMS.
La ONU insiste con la necesidad de implementar y profundizar las estrategias para acelerar la transición a sistemas energéticos renovables, a sabiendas de que es uno de los caminos más acertados hacia la protección de la atmósfera y el oxígeno del planeta.
A los compuestos que se miden periódicamente, el informe 2022 le sumó por primera vez los índices de dióxido de nitrógeno (NO2), un contaminante urbano común, como así también la medición de partículas con diámetros iguales o inferiores a 10 o 2,5 micrones (μm), denominadas PM10 y PM2,5 respectivamente. La mayoría de las partículas nocivas en suspensión tiene origen en las actividades humanas, principalmente aquellas relacionadas con la quema de combustibles fósiles. Todos los contaminantes, además, impactan en el clima porque permanecen en la atmósfera desde pocos días hasta varias décadas, lo cual profundiza el cambio climático y sus consecuencias.
Desde la difusión del documento, y aprovechando distintas fechas alusivas y efemérides como el Día Internacional del Aire Limpio por un Cielo Azul, el 7 de septiembre, la ONU insiste con la necesidad de implementar y profundizar las estrategias para acelerar la transición a sistemas energéticos renovables, a sabiendas de que es uno de los caminos más acertados hacia la protección de la atmósfera y el oxígeno del planeta. Lo innegable del problema es que, como sus efectos se extienden a los cielos de todas las regiones, la búsqueda de soluciones y formas de mitigación no pueden restringirse únicamente a las naciones con mayor grado de responsabilidad, sino que deben ser una colaboración conjunta. El lema en la celebración mencionada fue, de hecho, #ElAireQueCompartimos.