Tiene 55 años. Se crió en una familia que le inculcó la ayuda al prójimo desde muy pequeño. Hizo de la solidaridad una bandera que la transformó en un estilo de vida al que potenció a lo largo de su carrera profesional. Fue durante los primeros años en televisión cuando descubrió que podía aprovechar su popularidad para generar cambios, que tenía la capacidad para influir positivamente ayudando a las personas y colaborar para preservar el medioambiente. “La conservación del planeta es tan importante como salvar a las personas” repite como un mantra.
¿Cómo fue ese despertar? ¿Cuándo descubriste que tu popularidad podía ser un poderoso canal para transmitir valores, para cumplir y maximizar ese mandato familiar que hiciste propio?
Sentía que debía devolverle a la televisión lo que me había dado. Siempre fui un espectador activo. La TV me estimulaba: para jugar al rugby, para hacer cursos de buceo… Miraba la tele y era una máquina de estimularme. Entonces cuando estuve del otro lado pensé “Quiero hacer lo mismo con los que ahora me están mirando”. En esa época la televisión era muy influyente, hoy ya no tanto. Y fue así que en el Agujerito sin fin, cuando tuve voz propia, empecé a tratar de influir de la mejor manera posible en el televidente utilizando la popularidad para transmitir valores e impulsar cambios.
Soy consciente de que no voy a salvar al mundo, pero también estoy seguro de que peor no lo voy a dejar. Sé que cuando intento ayudar no puedo ayudar a todos, pero ayudo.
Tu relación con Unicef comenzó hace ya casi 30 años, ¿cómo es hoy?
La sostenemos activamente, estoy para todo lo que ellos piden.
¿Cómo manejás la frustración? La pobreza infantil duele tanto…
El trabajo social siempre es una frustración porque no se termina nunca. Unicef y tantas otras organizaciones no dan abasto.
Unicef defiende los derechos del niño, eso no es algo material, no es hacer un edificio. Es invertir tiempo y ser la voz de los niños. Poner el tema en agenda para que los niños no trabajen, para que estudien, para que tengan acceso a la salud, a la vivienda, a la identidad, a la alimentación; son derechos básicos pero lamentablemente no se cumplen.
¿Recordás alguna vez en que te hayas desanimado?
Como hace tanto que lo hago no tengo memoria de algún día en especial. Obviamente pasa muchas veces, pero si ayudaste a 1000 y te fue mal en 10, hay 990 que están bien. Y cuando uno es consecuente en el tiempo, cada vez son más las que salen bien. No me preocupa cuando algo no sale, es parte del hacer.
Con un café con leche y unos dulces sobre la mesa, nuestra charla se interrumpe en varias oportunidades por las personas que lo reconocen y saludan. Con calidez y paciencia acepta tomarse fotos con ellos y les suma alegría a sus días.
¿Qué sentiste cuando Jerónimo –su hijo- eligió llevar una vida distinta?
Al tener 4 hijos, 3 del primer matrimonio y 1 del segundo, ya no tengo la cabeza cuadrada de querer que sea ingeniero, abogado… quiero que sean felices. Siempre respeté sus deseos y nunca fui temeroso. En el caso de Momo –así lo llama a Jerónimo- la verdad es que sí, ¡me asusté! Mi miedo no eran las drogas, mi miedo era que le pasase algo malo, no que se haga hippie. Lo que hizo Momo fue profundizar su ideología, su manera de vivir hippie. Y lo llamo así porque no se cómo llamarlo, aunque él prefiere nombrarse como “happy”. Es una persona sustentable emocional y materialmente. No está pensando en su egocentrismo o en yo me salvo siendo hippie, sino que piensa en forma comunitaria de manera social. Eso tendrá que ver seguramente, con el laburo que vio en sus padres, de siempre estar pensando en el otro.
¿Y tu experiencia en Panamá?
Fue como irme de campamento con un amigo. Lo que no viví a los 18 años lo viví a los 50 con Momo y fue buenísimo. Con el tiempo aprendí a vivir no prejuzgando. Confío en que lo que venga tiene que estar bueno y ¡es bueno! Y no pasa por la cantidad sino por la calidad. Viví muy austero esos días. Dormí en la calle, en la playa y la verdad es que viví feliz. Sin teléfono, sin cama, sin esas cosas que uno piensa imprescindibles para vivir, y ahí fue cuando tomé real dimensión de que se puede ser feliz con muy poco.
Mis dos parejas anteriores, las mamás de los chicos, también son muy solidarias y piensan de la misma manera. Hace 8 años adopté 2 chicos de Mozambique que hoy tienen 28 y 32 años. El de 32 ya regresó y el de 27 demoró su vuelta por la pandemia. Los dos se recibieron en la universidad.
Lo tuyo no es solo un discurso, son acciones concretas y un claro ejemplo de vida para tus hijos.
Y sí, ponele. Por ejemplo Iara, la mayor que tiene 30 años, desarrolló Bunker -un negocio de ropa sustentable-, tipo feria americana, donde a la ropa que algunos descartan por dintintos motivos, ella le da la posibilidad de una nueva vida. Esto me enorgullece, tiene sentido. Por qué hay que estar comprando una remera nueva todos los días. Tenemos que terminar con esta cultura del consumo e ir a la circularidad.
¿Cómo se suma a tu activismo social el ambiental. ¿Hubo un hecho puntual que despertó conciencia?
Siempre me interesó la sustentabilidad en general, pero recién cuando conduje el Agujerito sin fin, hace 29 años, comenzamos a hacer campañas de recolección de latas para reciclar y hablábamos de ecología cuando nadie lo hacía. Hoy se habla mucho, está instalado el tema y hasta es una moda, pero solo en el “decir”, no tanto en el “hacer”, lamentablemente.
¿Qué acciones realizás en tu día a día para preservar el medioambiente?
Con el tiempo me volví más practicante del ambientalismo e incorporé muchos más hábitos sustentables.
Uso bicicleta siempre que puedo. Eso me hace sentir bien porque estoy haciendo algo bueno para mi salud, pero también para el planeta. Y si no llego en bici uso el transporte público.
Soy vegetariano hace 8 años y no puedo concebir matar para comer. Huelo el asado y me parece el olor más rico del mundo, pero no lo voy a comer, no puedo comerlo.
No me gusta que los ambientalistas con refugios para perros y fundamentalistas de su protección coman carne. Si tanto querés a ese pequinés ¡no comas vaca! ¿Qué te hizo la vaca? Es igual que el pequinés, es lo mismo, son animalitos indefensos los dos. ¡No es coherente! Lo que falta es coherencia.
Sirviéndome agua en mi vaso casi vacío pregunta, “¿qué hacés vos si te tenés que ir y queda agua en la botella?” Sin dejarme responder agrega: “Yo me la llevo. Si la dejo acá en el bar la tiran. En cambio yo la tomo más tarde o la uso para regar las plantas, para lo que sea, pero no se desperdicia”.
¿Qué otras cosas hacés en tu día a día para cuidar el planeta?
Siempre quise tener una huerta pero es muy limitado el espacio en mi departamento. Tengo plantitas de tomate, aromáticas y algo más. Cuidar las plantas, regarlas, moverlas por el sol, poner manos en la tierra y conectar con ellas a diario me divierte y, sobre todo, me hace muy bien. Ah, también separo los residuos.
Se trata de encontrar el sentido a cada cosa y no pensar que da igual hacerlas que no hacerlas. Es como tirar un papel fuera del cesto, obviamente que no pasa nada, pero está mal, no sirve, no suma. La mejor basura que existe es la que no se genera.
Debemos llevar conciencia a cada uno de esos pequeños actos. Es hacer lo que hay que hacer independientemente de lo que hace el otro.
Hay un equilibrio con el universo que no sabemos practicar, es como que creemos que porque podemos pagar algo es nuestro y se acabó. Yo me puedo comprar un árbol y creo que es mío, pero no es mío, es del planeta, de la Pachamama. Me parece que tenemos un vínculo con la tierra que es urgente repensar y reconstruir. Reconectar con ella es clave. De hecho estamos todo el día con zapatillas alejándonos de la tierra, de su vibración y energía, cuando en realidad somos la tierra. Yo siempre que puedo estoy descalzo, amo estar en patas. Vivimos muy disociados del planeta. Es un tema conceptual.
En este camino hacia la sustentabilidad en 2013 creaste una empresa que nació para ayudar…
Sí, Conciencia. Vendemos de todo: agua mineral, puré de tomates, pastas y un montón de productos más. Conciencia es una marca social que surge con el objetivo de donar el 50% de los dividendos a cuatro ONG´s: Techo, Fundación Huésped, Ruta 40 y al Hospital de Niños Gutierrez. Más tarde nos propusimos desarrollar -en la medida de lo posible-, cada vez más productos sustentables, por ejemplo, fabricamos cepillos de dientes con plástico reciclado, compramos las tapitas molidas y damos nuevo uso. También tenemos a la venta cepillos de madera, no de bamboo que viene de China y que tiene una huella ambiental tremenda, la madera que usamos es de acá, no requiere grandes traslados, y cuando ya no usás más el cepillo lo enterrás y se biodegrada. Tenemos además, bicicletas eléctricas plegables y trapos de piso hechos con material descartable entre otros.
Todo no podemos hacer, pero lo que yo pueda, lo voy a hacer. Hay que hacerlo. ¡Todo suma!
Si compras una botella de agua Conciencia, ya estas ayudando. Es una gota de agua la que cambia el volumen del mar.
Tenés una particular manera de cuidar el agua. ¡Contanos!
No siempre, pero muchas veces hago pis en el bidet, ¿Por qué? Porque me pregunto ¿por qué tengo que desperdiciar 4 litros de agua potable para 500 cm3 de pis? Estamos acostumbrados a abrir la canilla, que salga agua y listo. No somos conscientes de la escasa disponibilidad de este recurso. Es un derroche imperdonable que se puede evitar con acciones tan sencillas como esta.
¿Cómo te vinculás con la naturaleza?
Para mí el vínculo con la naturaleza es sublime, generar el espacio para conectar con ella es esencial. Hice cima en el Aconcagua dos veces, y es una experiencia en la cual tomas real dimensión de nuestra humanidad y la majestuosidad y poder de la naturaleza.
También siempre que puedo corro carreras de aventura en paisajes increíbles.
Todos podemos hacer algo para combatir el cambio climático y tener una vida más amable con la naturaleza. ¿Qué recomendás para que otros comiencen?
¿Por dónde empezar? Le sugeriría que empiece por su casa. Por tener conciencia de lo que consume y como lo consume. Qué come, por qué lo elige, qué hace con los residuos, dónde los tira, cuándo. Si se vincula con la naturaleza y cómo. Y empezar, lo importante es arrancar aunque sea con pequeños cambios.