La Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (COP 26) que se realizó en Glasgow, Escocia, del 31 de octubre al 13 de noviembre, dejó algunos compromisos y mucha tela para cortar. Para empezar, se trata del encuentro anual de representantes de más de 190 países que se reunieron para debatir nada menos que el presente y el futuro del planeta, en vista de la actual crisis climática, producida por el aumento de las temperaturas medias globales de más de 1°C por encima de los niveles pre industriales.
Parece poco, pero es mucho. El calentamiento global está generando eventos climáticos más frecuentes y extremos en todo el mundo: olas de calor, sequías, inundaciones y tormentas que provocan daños económicos, desplazamientos forzados y pérdidas humanas, especialmente en los países menos desarrollados.
Este calentamiento, que se produce por la emisión de “gases de efecto invernadero” (GEI), directamente relacionado con actividades humanas, principalmente la generación de energía, el transporte, y las industrias de la moda y la alimentación, se está acelerando.
El último informe del IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático), conformado por 200 expertos internacionales, concluyó que “las temperaturas de la superficie del planeta aumentaron más rápido desde 1970 que en cualquier otro período de 50 años durante los últimos 2000 años”, explicó la climatóloga e investigadora del Conicet Carolina Vera, jefa de gabinete del ministerio de Ciencia, durante la presentación del informe en Argentina.
“Por primera vez, además de la evidencia científica del daño que provoca al ambiente, se pudo demostrar la responsabilidad humana en esta aceleración del calentamiento global”, detalló por su parte Anna Sorennson, investigadora del CIMA (Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera), y co-autora del informe.
Por esto en la COP21, realizada en 2015, se adoptó el Acuerdo de París, en el que 195 países se comprometieron a “mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de los 2°C con respecto a los niveles preindustriales, y esforzarse para limitar ese aumento a 1,5 °C”.
Este fue un hito importante en la historia de las negociaciones climáticas, que arrancaron en los años 70 con la Conferencia de Estocolmo (1972) y siguieron en los 90 con la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, en 1992 y el comienzo de las COP (Conferencias de las Partes) en 1995, con la primera de ellas, en Berlín. Desde entonces, estas reuniones se llevaron a cabo todos los años en distintas ciudades, salvo en 2020 por la pandemia.
Por primera vez, además de la evidencia científica del daño que provoca al ambiente, se pudo demostrar la responsabilidad humana en esta aceleración del calentamiento global.
A diferencia del acuerdo de Kioto, firmado en 1997; en la cumbre de París de 2015 se estableció que todos los países (y no solo los “industrializados”) deben reducir emisiones. La cuestión a debatir desde entonces es quién financiará y cómo las inversiones necesarias para reducir las emisiones de GEI.
De hecho, la fallida creación de un “fondo verde” de us$ 100 mil millones anuales para que países menos desarrollados puedan hacer frente a obras de mitigación y adaptación al cambio climático fue uno de los temas centrales de la Conferencia de Glasgow.
Otro punto central de las negociaciones en la ciudad escocesa fue el famoso “artículo 6”, referido a los “mercados de carbono” que habían surgido bajo el Protocolo de Kioto en el que solo los países industrializados estaban obligados a reducir emisiones; y podían comprar “bonos verdes” por reducción de emisiones realizadas en otros países.
Fuera de Agenda
Más allá de los dos temas centrales (financiación y mercados de carbono), reflejados en el documento final de Glasgow, durante la cumbre se lanzaron varias iniciativas y acuerdos importantes, aunque “no vinculantes”.
- Economía baja en carbono: En la primera semana de la COP, el primer ministro británico Boris Johnson presentó los “Avances de Glasgow”, para descarbonizar cinco sectores claves de la economía a 2030, que en conjunto representan más del 50% de las emisiones mundiales: energías limpias que reemplacen a las de origen fósil; transporte con vehículos cero emisiones; acero neutro en carbono; hidrógeno verde (producido a partir de energías renovables) y agricultura: sostenible y resiliente.
- Vehículos: más de 100 entidades, entre países, fabricantes de autos, ciudades, regiones y propietarios de flotas que representan un 15% del mercado automotor global, acordaron reemplazar los vehículos a gasolina y diesel por otros híbridos o sustentables para 2035. Argentina, a partir de la Ley de Movilidad Sustentable, lo hará en 2040.
- Bosques: Cien países que representan el 85% de los bosques del mundo acordaron eliminar la deforestación para 2030 y comprometieron fondos públicos y privados para conservación. Además 30 instituciones financieras se comprometieron a eliminar inversiones en actividades relacionadas con la deforestación. No obstante, expertos y activistas climáticos como el abogado ambientalista Enrique Viale y el director de la campaña de Bosques de Greenpeace Hernán Giardini, coincidieron en criticar este acuerdo “no vinculante” que además deja una ventana abierta para seguir deforestando hasta 2030.
- Metano: en cuanto a este potente gas de efecto invernadero, proveniente de la ganadería y de los residuos, cien países acordaron reducir sus emisiones en un 30%. Argentina y Brasil suscribieron la iniciativa, aunque Australia, otro gran jugador ganadero, se negó a hacerlo.
- Gas y petróleo: Doce gobiernos nacionales y subnacionales lanzaron la Alianza Más Allá del Petróleo y el Gas (Beyond Oil & Gas Alliance, BOGA, en inglés). La iniciativa es liderada por Costa Rica y Dinamarca, y propone fijar fecha de vencimiento a la exploración y extracción de combustibles fósiles. Aunque se trata de un grupo pequeño, (ni Reino Unido -anfitrión de la COP26-, ni Argentina, Brasil y otros productores de petróleo latinoamericanos se sumaron, mientras que en Estados Unidos sólo suscribió California), es la primera vez que se intenta poner fecha de caducidad a los combustibles fósiles.
Deuda por Acción Climática, la propuesta Argentina
Por primera vez en la historia de las Cumbres Climáticas, la delegación argentina estuvo encabezada por el presidente, además del ministro de Ambiente. Alberto Fernández propuso en la Cop un “canje de deuda por acción climática” y remarcó la postura de que “existen responsabilidades comunes pero diferenciadas” frente al cambio climático. “Para avanzar con la agenda de transformaciones necesarias debemos crear mecanismos de pagos por servicios ecosistémicos, canje de deuda por acción climática e instalar el concepto de deuda ambiental”, sostuvo.
Por su parte, el ministro de Ambiente Juan Cabandié destacó que “Argentina presentó Compromisos Nacionalmente Determinados (NDCs) un 27% más ambiciosos que los presentados en 2016”, y remarcó que el país es deudor financiero pero acreedor ambiental.
También fue la primera vez desde que se iniciaron las Conferencias Climáticas, que los cuatro fundadores del Mercosur crearon un grupo de negociación regional. A pesar de las diferencias políticas de sus actuales gobiernos, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay reafirmaron su compromiso conjunto con la acción climática basada en la ciencia, la importancia de la agricultura para la seguridad alimentaria global y el rol vital de los ecosistemas para el desarrollo sostenible.
Final con sabor a poco y lo que vendrá
El documento final que se acordó tras 14 días de deliberaciones (la COP 26 terminó el sábado 13 al mediodía, un día después de lo previsto), insta a los países a “reducir emisiones para limitar el aumento de las temperaturas globales a 1,5°C”, aunque no lo garantiza. Y para esto propone que los Estados firmantes presenten de aquí a 2022 nuevos “compromisos nacionalmente determinados (NDCs)” coincidentes con este límite, aunque sin establecer penalidades para quienes no lo hagan.
De hecho, de cumplirse los compromisos presentados por los países (incluída Argentina) para esta cumbre, el aumento de las temperaturas promedio globales sobrepasaría los 2,4°C antes de fin de siglo.
“Aunque el objetivo de 1,5°C sigue vivo, cuanto más se retrase, más difícil será alcanzarlo. Estamos ante promesas y compromisos, pero hay que actuar ahora. Tendríamos que reducir las emisiones en más de un 7% cada año, y este año han vuelto a aumentar”, resumió Inés Camilioni, climatóloga del Conicet e integrante del IPCC.
Respecto de la financiación para encarar acciones de mitigación y adaptación, se estableció como plazo 2024 para que los países más desarrollados (y responsables del Cambio Climático) dupliquen su ayuda a los países menos desarrollados y más afectados. En palabras del activista climático keniata Mohamed Adow, director de Power Shift Africa: “Los países desarrollados no sólo no han aportado los us$100.000 millones prometidos a los países más pobres, sino que tampoco han reconocido la urgencia de aportar esta ayuda”.
Otro punto conflictivo del acuerdo de Glasgow fue el capítulo de “Pérdidas y Daños”, referido a las consecuencias humanas y económicas del cambio climático que ya son irreversibles aunque se realicen esfuerzos de mitigación y adaptación. El ítem no es menor, dado que los desastres climáticos le cuestan al mundo menos desarrollado un 10% del PBI. En este caso, se creó la “Red de Santiago”, a instancias de la ministra de Ambiente chilena Carolina Schmidt, presidenta de la COP 25 que se realizó en Madrid. Integrada por 24 países (entre ellos Argentina), esta red proveerá asistencia técnica a los países más damnificados.
Aún cumpliendo los compromisos presentados por los países (incluída Argentina) para esta cumbre, el aumento de las temperaturas globales sobrepasaría los 2,4°C antes de fin de siglo.
En cuanto al famoso “artículo 6”, referido a los “mercados de carbono”, se creó un “régimen de comercio estructurado entre países”, que sin embargo no es suficientemente claro. “Podría dar lugar a transacciones que no buscan una reducción genuina de gases de efecto invernadero, sino hacer meramente un negocio financiero”, advirtió Enrique Maurtua Konstantinidis, especialista en negociaciones climáticas de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), una de las ONG que participaron como “observadoras” del acuerdo.
No obstante, Maurtua destacó que, pese a que el documento final de la COP fue calificado por activistas y representantes de países menos desarrollados como “laxo”, “los anuncios que se hicieron son importantes. Y que la cumbre no fuera postergada también. De hecho, esta fue una de las Conferencias Climáticas más grandes y concurridas, pese a la pandemia, y con mayor tensión política”, destacó.
Más de 25 años pasaron desde la primera Conferencia de las Partes, y como resumió la joven activista sueca Greta Thunberg, hubo mucho bla, bla, discursos y acuerdos, pero es urgente la acción.
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