Los plásticos descartables invadieron todos los rincones del planeta y los estamos comiendo, bebiendo y respirando. Los especialistas señalan que de los 11 millones de toneladas de plástico que se arrojaron al agua en 2016 pasaremos a 29 millones en 2040. Y, a este ritmo, en 2050 los océanos tendrán más basura que peces. Estas cifras alarmantes surgen de un estudio sobre plásticos y océanos que realizó la Fundacióan Ellen Macarthur, las universidades de Oxford y Leeds y Common Seas, una de las investigaciones más serias y profundas sobre esta problemática que impactará en nuestra generación y en las que vienen. Los plásticos son apenas algunos de los materiales que pueden ser reutilizados pero que suelen terminar en enormes montañas de basura. La vieja economía lineal (extracción, fabricación, utilización y eliminación) está al límite. Los recursos naturales se agotan. La basura crece. Y la contaminación acorrala.
Ante esta problemática es interesante observar el concepto de economía circular: un paradigma que genera productos mediante un previo ecodiseño. Los nuevos desarrollos optimizaron la regla de las tres R y las llevaron a siete: reciclar, rediseñar, reducir, reutilizar, reparar, renovar y recuperar. En esta perspectiva Europa está un paso adelante. Desde hace años existen severas multas para las empresas que no cumplen con las normas de reciclaje de sus envases, el Estado provee una subvención para la gestión de los desechos y los ciudadanos son premiados por reciclar. Un país pionero fue Alemania. Los datos de la Oficina General de Estadísticas señalan que cada alemán genera 637 kilos de basura por año, un poco más del promedio europeo (500 kg.). Un argentino arroja -según un estudio del Banco Mundial- 1,14 kilos por día, unos 410 kilos anuales. La diferencia con los centroeuropeos es que allá se recicla un 62 % del total de sus residuos, mientras que acá ronda el 30 %. Aunque el reciclado es un tema con avances relativos en Argentina, hay un incipiente grupo de emprendedores que, sin el amparo estatal, piensa desarrollos posibles y entendió que se pueden hacer proyectos rentables con ideas sustentables.
Con el plástico reciclado, por ejemplo, pueden fabricarse bolsas, botellas, baldes, cestos, bancos, cintas, caños para agua, gas y electricidad. La lista es extensa. Pero también hay plásticos más complejos de reciclar, que requieren más procesos e infraestructura para su tratamiento. A esta tarea se aboca Arqlite, una empresa argentina que, además de su planta en Argentina, está a punto de inaugurar otra en California. Sebastián Sajoux, su CEO y Fundador cuenta: “Me interesan muchísimo el cuidado del medioambiente y las energías renovables. Según el nivel de complejidad para reciclarlos, los plásticos se dividen en valores del 1 al 7. Los que estaban en 7 no se reciclaban porque el proceso es más complejo y costoso. Pero nosotros conseguimos diseñar un material que se fabrica reciclando esos plásticos especiales: se llama leca plástica y reemplaza a la conocida leca de piedra en la fabricación de hormigones. Además se usa para múltiples cosas. En Argentina tenemos una planta con capacidad para producir 150 toneladas mensuales, la que vamos a inaugurar en California será para 1.500 toneladas”. ¿Por qué tanta diferencia? Sajoux lo explica: “En Estados Unidos hay una ley clara y se cumple, hay premios y castigos para las empresas que reciclan. Me parece que en Argentina falta eso. En California, una empresa que no recicla, es multada. Arqlite también se encarga de la recolección de los desechos en grandes compañías y ya recibió 250.000 dólares del Kamay Ventures, un fondo de inversión conformado por Coca-Cola de Argentina y Grupo Arcor para potenciar el desarrollo de empresas.
En 2009, el INTI abrió una licitación para el tratamiento del caucho y así nació Regomax. Se utiliza en canchas de fútbol sintético, baldosas y juegos para las plazas, de esta forma se fabrica 100 % en Argentina lo que antes se importaba de Brasil.
Reciclar también es una fuente de oportunidades. Alexis Lemos vivía en Estados Unidos y regresó a Mendoza por motivos familiares. Un día, mientras caminaba, una persona arrojó una colilla de cigarrillo que casi le pega en un ojo. “Miré el piso y había cientos de colillas, también en las acequias de riego. Una colilla contamina 50 litros de agua. Se estima que en Argentina se tiran cerca de 70 millones de colillas diarias. Investigué un proceso para reciclarlas y convertirlas en ladrillos”, recuerda el inventor. Cuenta que para iniciar su proyecto invirtió 50.000 dólares: “Es un ladrillo único en el mundo. Con las colillas trabajamos un proceso que se llama Cigapol, que es un biopolímero y que se prensa con cemento y arena. Ese biopolímero es un aislante y está testeado por el INTI: es 40 % más resistente que un ladrillo común, 40 % más aislante, genera un ahorro final de obra del 40 % y acelera los tiempos de construcción en un 50 %”.
En el 2009 el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) abrió una licitación para el tratamiento del caucho. Y así nació Regomax. “Lo convertimos en material para hacer canchas de fútbol sintético, y también para fabricar baldosas y juegos para las plazas. Antes importábamos el caucho de Brasil, hoy lo fabricamos 100 % en Argentina”, dice su gerente general, Daniel Rodríguez. Y agrega: “Un neumático no sólo tiene caucho, también acero y fibra textil. Nosotros reciclamos todo. Además, retirar de circulación los neumáticos en desuso, colabora en la lucha contra enfermedades como el Dengue, Zica, Chikungunya”. El problema para crecer resultó el mismo que con otros proyectos en base a desechos: “Nos falta materia prima porque no hay una ley. Nuestro pico de producción fue de 12 mil toneladas anuales, y la planta puede producir el doble. Estamos muy atrasados con respecto a otros países de Latinoamérica y ni hablar de Europa”.
Mónica Casella es la hija de Marcelino Casella, el fundador de Reciclar S.A., que tiene una planta de tratado de plásticos. La idea: ayudar al medioambiente. “Mi familia siempre se interesó en el reciclado, empezamos con vidrios hace 50 años. Y luego cambiamos al plástico. Recibimos envases descartados, básicamente de gaseosas y aguas. Al reciclarlos lo convertimos en material para nuevos envases y fibras polar. Es muchísimo lo que puede hacerse. Pero es difícil conseguir la materia prima. Estamos detrás de una ley de envases para que cada empresa que ponga una botella en la calle luego la recupere. En Argentina se recicla cerca del 20 % del plástico, y nosotros trabajamos a un 50 % de nuestra capacidad, nos falta material”, explica. Su planta de Sarandí cuenta con un Multiespacio Sustentable: “Es abierto a la comunidad para que entiendan y conozcan la importancia de reciclar el plástico. Dictamos talleres, dos días por semana vienen colegios, instituciones, también dictamos talleres afuera. En este espacio los chicos fabrican algo con el material reciclado y luego se lo llevan. La gente se asombra con lo que se puede hacer con la basura”.
Los países desarrollados entendieron que no hay otro futuro posible si no es dentro de la economía circular. El planeta se agota. Y es necesario volcarse hacia el reciclaje. Hay otra oportunidad.