Con una eficiencia asombrosa, las moscas convierten los desechos orgánicos en larvas ricas en proteínas de rápido crecimiento, que son devoradas alegremente por pollos, peces y cerdos. Los seres humanos finalmente se ponen al día con la tendencia y comienzan a invertir dinero en el desarrollo de grandes granjas de insectos para industrializar este proceso natural ancestral y vender la producción a los agricultores.
Este cambio hacia fuentes de proteínas más sustentables y una creciente inversión en varios sectores más, como la carne de origen vegetal, la robótica y la nanotecnología, ha sido aclamado como la segunda revolución agrícola. Con suerte, puede desempeñar un papel vital para ayudar a alimentar a los mil millones de personas más que vivirán en el planeta para el año 2030 y combatir el catastrófico cambio climático.
Durante el siglo pasado, la industria alimentaria realizó un excelente trabajo para aumentar la productividad. Pero lo hizo con un costo terrible, en términos de agotamiento de los recursos finitos de combustibles fósiles para fertilizantes y transporte, la deforestación, la contaminación del agua, la erosión del suelo y la sobrepesca. En total, la industria alimentaria representa aproximadamente una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero.
“Se está produciendo una revolución tecnológica con compañías jóvenes e innovadoras con modelos de negocio disruptivos que buscan soluciones más sustentables”, dice Alastair Cooper, director senior de inversiones de Cibus Fund, una firma de capital privado que se enfoca en la agricultura. “Podemos pasar de un modelo económico lineal bastante desagradable a una producción más sustentable”.
Con una eficiencia asombrosa, las moscas convierten los desechos orgánicos en larvas ricas en proteínas de rápido crecimiento, que son devoradas alegremente por pollos, peces y cerdos.
Durante este año, Ynsect, la compañía francesa de insectos, recaudó 372 millones de dólares para aumentar su producción de gusano de la harina de escarabajo en granjas verticales para su uso en las industrias de alimentos para mascotas y fertilizantes. También se invirtieron varios cientos de millones de dólares en otras compañías de tecnología de insectos, entre ellas Enterra en Canadá, AgriProtein en Sudáfrica y Protix en los Países Bajos, que crían moscas soldado negras a gran escala para producir proteína en polvo y aceite. El gobierno británico invirtió 10 millones de libras esterlinas en Entocycle, una compañía que está construyendo la primera granja de insectos a escala industrial en el Reino Unido. Ya en 2003, la ONU puso de relieve los beneficios de los insectos comestibles. Señaló que alrededor de 2 mil millones de personas en 130 países, principalmente en Asia y África, ya incluyen insectos en su dieta.
La experiencia en Argentina
En nuestro país, en Colonia Caroya, Córdoba, Francois Nolet y Julien Laurençon pusieron en marcha dos proyectos de economía circular. Con la poda de los viñedos, desarrollaron el cultivo de gírgolas, un hongo comestible de reconocidas propiedades. Y, en paralelo, montaron el prototipo de la primera industria del insecto, en Argentina.
Para el proceso utilizan las larvas de una mosca, la Hermetia illucens, también conocida como mosca soldado negra que es nativa de América y tiene la apariencia de una avispa. ¿Qué hacen estas larvas? Alimentarse de residuos orgánicos hasta aumentar su peso 4000 veces en 14 días. Son tan eficientes que si reciben una tonelada de residuos orgánicos, devuelven 400 kilos de humus y 250 kilos de larvas que pueden utilizarse en la alimentación de animales (peces, gallinas, cerdos, entre otros). En una etapa posterior, con otro proceso, podrían obtenerse también 75 kg de harina proteica y 23 kg de aceite.
Entre los beneficios se destaca que es un proceso con cero emisiones y residuos que reduce la contaminación ambiental proveniente de los municipios y la agroindustria; que puede sustituir la harina de pescado o el cultivo de soja para alimentar a los animales y que usa abono natural lo que contribuye a cuidar los suelos.
En Caroya, Frans y Julie le dieron forma a Procens, una empresa de biotecnología para bioconvertir residuos orgánicos de municipios y otros actores de la agroindustria.
Desde Bélgica trajeron las primeras larvas de la mosca soldado negra y armaron un prototipo en un container marítimo que instalaron en Chacra de Luna. Con ese prototipo funcionando, sumaron inversores a Procens para escalar el negocio y hacer una prueba piloto con los residuos de la papa, mayoritariamente cáscara, en la localidad bonaerense de Balcarce para la firma canadiense Mc Cain, cuyos productos congelados se encuentran en la mayoría de las góndolas de los supermercados.
Hacia un modelo más sostenible
Uno de los usos más prometedores de la proteína de insectos es reemplazar la harina de pescado, que es el resultado de moler miles de millones de peces silvestres que se extraen del mar cada año y se utilizan en las granjas de peces. “La acuicultura es insostenible en este momento. Tienes que sacar dos peces del mar para sacar uno de una piscifactoría”, dice Drew. “El futuro está descompuesto y tenemos que repararlo”. Sin duda, hay una gran necesidad de replantear la forma en que producimos y consumimos alimentos. La proteína de insectos es una buena opción. También es alentador ver nuevas iniciativas, como el premio Earthshot, que entregará cinco premios de 1 millón de libras cada año durante la próxima década para descubrir las soluciones ambientales más inventivas. Pero, como ha demostrado la industria de los insectos, el mayor reto puede ser implementar estas ideas a una escala lo suficientemente grande como para marcar la diferencia. Sin embargo, aquí hay una pista para aquellos que se sientan tentados a participar en el sorteo: la naturaleza ya inventó muchas de las soluciones más inteligentes. Los humanos solamente tienen que encontrar la mejor manera de copiarlas.
Con info de The Financial Times y Primer día