Un estudio de la Universidad de Princeton concluyó que las personas que practican la jardinería son mucho más felices. Cuidar de las plantas también da más sentido a la vida de quienes lo hacen, especialmente si lo que se cultiva son frutas u hortalizas. Incluso grupos de población especialmente vulnerables, como los formados por mujeres con bajos ingresos económicos, presentan un elevado índice de bienestar gracias a esta práctica.
¿Otra ventaja? Ni siquiera es una actividad que deba hacerse en compañía para obtener resultados. Por si esto fuera poco, la jardinería resulta una actividad física estupenda. Arrancar malas hierbas y plantar consume entre 200 y 400 calorías por hora, y remover tierra, entre 250 y 350, en función de la constitución física de cada persona. Y algo que no es novedad, pero bien vale recordarlo: se sabe que pasar tiempo en un entorno natural puede ayudar a reducir el riesgo de depresión, estrés y ansiedad.
Hay otras afecciones que pueden prevenirse con la jardinería, ya que quienes la indican como una actividad saludable mencionan que disminuye la incidencia de enfermedades cardíacas y osteoporosis, al tiempo que ayuda a mantener en forma al sistema inmune. Lo ideal es poder llevarla a cabo en un exterior, pero si no disponemos de esa opción, cuidar de una sola planta ya resulta beneficioso.
El estudio concluyó que las personas que practican la jardinería son mucho más felices. Cuidar de las plantas también da más sentido a la vida de quienes lo hacen.
Para encomendarse en esta empresa, estos son unos primeros pasos seguros que nos ayudarán a sacarle todo el provecho a nuestros balcones o espacios verdes:
. No hace falta hacer demasiado: si tenés un jardín, un patio o un pequeño huerto descubrí el placer de caminar por él libremente prestando atención al crecimiento de las distintas plantas, sus cambios, su florecimiento y el despertar de los frutos.
. Si podés trabajar en él, conviene no pensar tanto en la lista de tareas a realizar: como regar, quitar malas hierbas o poner fertilizantes, sino más bien tratá de involucrarte profundamente y con todos tus sentidos en cada una de ellas. Regar, por ejemplo, puede tener un efecto calmante, y curiosamente al terminar uno se siente tan revitalizado como las plantas que acaba de refrescar.
. Empezá por una semilla: no todos contamos con el mismo espacio, pero sí todos podemos hacer crecer una semilla y disfrutar del proceso. Lo interesante de estos brotes es que no dan pistas de lo que surgirá de ellas, y su tamaño no guarda relación con el de la planta en la que tienen el potencial de convertirse. Cuando una semilla germina ni siquiera resulta siempre bonita, al menos de entrada, pero estar cerca de ellas nos contagiará del vigor, la sorpresa y la energía del inicio de la vida.
. Catarsis jardinera: en el huerto y en el jardín mostrarnos un poco destructivos no solo está permitido, sino que resulta deseable. Podar, quitar los yuyos, eliminar parásitos. Todas estas actividades resultan necesarias para que las plantas prosperen, y nos otorgan un espacio único y seguro para descargar energía agresiva y ponerla al servicio del crecimiento.
. Dialogá con las plantas: muchas personas hablan con sus plantas, pero en realidad ni siquiera hace falta hacerlo para mantener con ellas una conversación. Si las observamos con atención mientras las cuidamos, nos daremos cuenta de que al hacerlo estamos manteniendo una especie de diálogo basado en la reciprocidad.
El tempo de la naturaleza es quizá más lento que el nuestro, pero podemos comprobar fácilmente cómo todo lo que hacemos tiene una respuesta. Incluso cuando pasamos un tiempo fuera siempre resulta reconfortante volver a ellas, preguntándonos cómo habrán estado, como lo haríamos con una persona de quien hemos estado ausentes.
. Viví el momento: pasemos un rato en un jardín o cuidando de las plantas del balcón mientras experimentamos el cambio de estación. Cuando este sucede, puede hacernos sentir más conectados con el mundo y el fluir natural del tiempo, justo lo que más necesitamos, quizá, en estos momentos.
. Un jardín con sentido: tener la oportunidad de rodearse de plantas puede hacernos sentir una conexión más profunda con la tierra e inspirarnos sensaciones positivas de asombro, gratitud y abundancia.