Con más de tres décadas de profesión, Lu Guang obtuvo reconocimiento internacional gracias al crudo registro visual del lado oculto del boom económico chino: la contaminación del medio ambiente, las enfermedades derivadas de ésta, la superexplotación y el trabajo infantil.
La historia comienza con la llegada del fotógrafo a su país a fines de octubre de 2018, invitado a participar de charlas y otras actividades fotográficas en la región autónoma de Xinjiang en el noroeste de China, a 4000 km de Beijing. El 5 de noviembre mantuvo desde allí el último contacto con su esposa, Xu Xiaoli, con quien vive en New York desde 2005. Un mes y medio después de su desaparición, la policía china informó a su familia de Lu de que éste había sido detenido, según contó su mujer al New York Times.
La región de Xinjiang, situada al sur de Kazajistán y Kirguistán y al oeste de Mongolia, una de las cinco regiones autónomas de China, tiene una composición étnica repartida mayoritariamente entre los uigures (musulmanes) y los han. Los pueblos islamistas han sido históricamente perseguidos por el gobierno chino. Se ha denunciado a esta región por la existencia de campos de concentración donde se mantienen presos cientos de miles de uigures. Tras negarlo en un principio, el gobierno aceptó la existencia de estos campos a los que llama de «reeducación” o “formación profesional” mediante los que pretende impedir la radicalización musulmana.
El fotógrafo chino Lu Guang pasó casi 40 años documentando los efectos de la destrucción medioambiental en las regiones rurales e industriales de China.
Lu Guang habría sido detenido intentando registrar la situación actual de estos campos, de lo que poco se sabe y menos aún se ha visto en imágenes. Lu se suma a 46 periodistas y activistas detenidos en China con paradero desconocido. Según Steven Butler, coordinador en Asia del Comité para la Protección de los Periodistas, es difícil ser optimista con respecto a cualquier periodista retenido en China. «Las condenas por cargos espurios con evidencia endeble y luego sentencias de prisión, a veces largas, a veces cortas, son la norma», dice. «Lo que le suceda a Lu, en última instancia será una decisión política, probablemente tomada por las autoridades locales».
China y la libertad de expresión
Desde la asunción de Xi Jinping al poder en 2013 hubo un aumento de la censura y la represión. En la prensa escrita por ejemplo, los redactores son obligados a incluir alabanzas a las autoridades en sus artículos. “El titular de apertura (siempre) tiene que ser sobre Xi Jinping y el segundo, sobre (el primer ministro) Li Keqiang» explica el joven redactor jefe de un importante medio chino.
Lu ha ganado varios premios internacionales por su trabajo en el que documenta el impacto ambiental de las últimas décadas de crecimiento económico vertiginoso de China,
Son habituales los encarcelamientos de periodistas por escribir notas que se consideran críticas al gobierno. Estas políticas represivas no son novedad en un país que ha sufrido en el último siglo revoluciones traicionadas y derrotadas, que ha pasado por la Revolución Cultural de Mao, y por el sangriento aplastamiento de las grandes movilizaciones de 1989. La brutal apertura de la economía, vino acompañada de la mano dura y el feroz control interno del Partido Comunista. La libertad tan reclamada por los adalides del neoliberalismo, sólo lo es para la política económica. En todo caso, China aprendió “lo mejor” de cada mundo: el capitalismo salvaje funciona mejor con represión de cuño stalinista.
Encarcelar a un fotógrafo para ocultar la realidad…
…es como “intentar tapar el sol con las manos”. Con varios premios en su haber, incluyendo el World Press Photo en 2004 por su cobertura de problemas ambientales y una epidemia de SIDA, Lu Guang ganó en 2010 una subvención de National Geographic para realizar un trabajo documental sobre el costo humano de la industrialización de China. En su solicitud para la beca, Lu escribió que no creía que sus investigaciones hubieran hecho lo suficiente para evitar que la contaminación dañara a los ciudadanos chinos, mencionando a un joven de 17 años que murió de cáncer justo antes de recibir su carta de admisión a la universidad. «Tales historias desgarradoras me golpean el corazón y me afectan profundamente».
«(Lu) nunca dejó de cubrir los temas más difíciles y significativos de su país relacionados con la salud, las cuestiones sociales y el medio ambiente», dice la Directora de Fotografía de National Geographic, Sarah Leen. «Su trabajo resplandece como una luz brillante en las sombras”.
“Creo que la fotografía documental necesita la expresión individual. En el proceso fotográfico, debes utilizar la luz para buscar un efecto expresivo y mantener un control estricto de la composición, la perspectiva, la sencillez de la imagen y la representación de las sombras. Trato de aplicar todos estos elementos para que mis fotografías lleguen realmente a los observadores y el mayor número de personas quede impresionado por lo que ven, para que la gente que pueda resolver estos problemas piense un poco más en resolverlos.”
Lo que dice Lu sobre su profesión, es tan básico como esencial: contar historias componiendo imágenes que impacten y que lleguen a muchos. Estos relatos visuales que el fotógrafo ha realizado con indudable talento y sensibilidad, lo llevaron muchas veces a meterse literalmente en los barros más inmundos, a respirar los aires más tóxicos y a tomar contacto con las realidades más dramáticas de un inmenso país que tuvo sueños de ser faro de un mundo nuevo.
El trabajo de Lu Guang se ha difundido ampliamente en medios occidentales, ayudando a revelar parte de los efectos no deseados del crecimiento económico de China. Su desaparición primero y su detención después han sido consignadas profusamente en la prensa occidental hasta finales de 2018. Sin embargo, el silencio sobre su situación desde entonces, no ayuda en nada a su liberación.
Resulta macabro pensar que el destino último de personas como Lu Guang sea la muerte, usualmente como resultado de una condición médica que los pone en peligro más los malos tratos y torturas a los que son sometidos durante sus detenciones y posteriores condenas. Al mismo tiempo, también es macabro pensar cómo el gobierno chino continúa con tales medidas, sin importar las recomendaciones de organismos como la ONU o la presión que ONG’s como Amnistía Internacional pueden ejercer sobre la nación.
China se ha encontrado en la mira de gobiernos y defensores de Derechos Humanos debido a los campos de concentración para musulmanes en la región de Xinjiang, mismos que el gobierno se empeña en describir como centros de entrenamiento vocacional o de re-educamiento, a pesar de que sólo se trata de eufemismos para lo que en realidad son prisiones modernas en las que además de los musulmanes uigures, también llegan un sinfín de activistas, como Lu Guang.
Lu fue liberado finalmente en 2019. Hoy vive y trabaja actualmente entre NY y Beijing.