Se estima que un tambo de 200 vacas lecheras consume alrededor de 25.000 litros de agua por día, entre consumo del animal, riego y otros usos. Estas cifras exorbitantes no hacen más que remarcar la imperiosa necesidad de hacer un uso eficiente de todos los elementos que son parte del sistema productivo tambero. Nos referimos aquí a una de las actividades productivas más significativas de la economía del país, pero también una de las más intensivas sobre la tierra y sus recursos. Por ello, desde el año 2015 se encuentra vigente en Argentina un sistema de uso agronómico de los efluentes y un marco jurídico destinado a viabilizar su implementación.
La Dra. M. Alejandra Herrero formó parte de las discusiones y mesas de debates realizadas sobre la problemática en 2015. En este sentido, remarca la importancia de realizar lo que se conoce como “buenas prácticas” en los tambos, es decir, cambiar el manejo y reutilización de los efluentes en los tambos para llevar a la industria láctea hacia una matriz más sostenible. Sin embargo, para comprender el proceso de reutilización es vital dimensionar el trabajo que se realiza con los efluentes en estas instalaciones.
El efluente, también llamado “purín” en los tambos, es lo que sale del proceso de tratamiento que se realiza con los residuos (líquidos y sólidos) y que tiene ciertas características específicas que le permiten ser descargado, dentro de unos límites aceptables, en un cuerpo de agua para ser tratado. Los purines son los residuos, de composición 100% orgánica, de la ganadería y sus prácticas relacionadas. Estos pueden ser desde mezcla de “cama” de los animales, hasta su excreción tanto en forma sólida como líquida. “Su adecuado manejo comienza en la captación, es decir en las instalaciones y en el proceso de ordeño. Desde el manejo de los animales, sin estrés, su alimentación, hasta el tipo de pisos y pendientes (sobre los que luego se verterán los purines). Luego habrá que conducir a los desechos y es allí donde se toman diferentes decisiones, separar o no sólidos, el tipo de conducción (cañerías cerradas o al aire libre), y distancia a los sistemas de tratamiento. Finalmente, elegir la forma de tratamiento. Las más comunes son las lagunas de tratamiento biológico por su facilidad de construcción y de manejo, sin requerir personal con capacitación específica para su manejo”, explican acerca del proceso el Lic. Juan José Linari y la Dra. Herrero.
La transformación de estos residuos en biofertilizantes implica una disminución en el impacto ambiental, ya que no solo estamos devolviéndole a la tierra un poco de lo que le quitamos sino que también estamos cuidando un recursos tan fundamental y escaso como lo es el agua.
En esta etapa del proceso ingresa el concepto de “uso agronómico”, relativamente moderno y sumamente revolucionario para el campo, que implica el reuso. El reuso con fines agronómicos, como aporte de nutrientes y materia orgánica al suelo, es el objetivo final de esta normativa. “El uso agronómico de los purines significa utilizar estos residuos, que en su composición son altamente orgánicos, en el abonado de la tierra. La idea es reciclar estos nutrientes, cuyo origen proviene de los procesos fisiológicos de los animales, que vuelven al sistema: hasta el 80% del nitrógeno que ingiere, el 70% del fósforo y el 90% del potasio, en general, se devuelven a la tierra”, explica la Ingeniera agrónoma. La transformación de estos residuos en biofertilizantes implica una disminución en el impacto ambiental, ya que no solo estamos devolviéndole a la tierra un poco de lo que le quitamos sino que también estamos cuidando un recursos tan fundamental y escaso como lo es el agua.
“Esta reutilización tiene mucho que ver con la economía circular, que no es algo que está tan implantado en los sistemas agropecuarios como tales, excepto cuando se consideran temas ambientales, como es este caso. El reuso entra dentro de la categoría de economía circular y es fundamental ya que significa considerar a los residuos como algo más que eso y darles un buen uso”, añade Herrero, subrayando la importancia de incursionar en buenas prácticas agropecuarias.
Acerca del comienzo de la normativa, la Ingeniera Agrónoma cuenta que “los primeros resultados de las investigaciones que hicimos arrojaron que no existían en Argentina prácticas que contemplaran el uso agronómico y que la descarga de estos efluentes, por otra parte, se regía por normativas tan estrictas que ningún residuo tan orgánico podía llegar a tratarse, por una cuestión económica. Ahí fue cuando se creó una base consensuada entre todos los actores de la discusión y se inició el impulso final de la normativa”. En la actualidad, las normativas aprobadas corresponden únicamente a las provincias de Córdoba y Buenos Aires. Lo que estas normativas aprobadas hacen es reglamentar el uso agronómico de los purines, si bien son diferentes entre sí, comparten el mismo fin y cumplen con una regla estricta: el purín (desecho) tiene que permanecer 120 días antes de ser tratado, por normas de seguridad, para asegurarse de que no contenga patógenos y poder ser tratado y reutilizado luego.
Si no se gestionan bien los purines el recurso más afectado es el agua, tanto superficial como subterránea. Esto sucede porque “pueden inflitarse contaminantes y así afectar a dos recursos muy valiosos: el agua y la tierra. Además, emiten gases de efecto invernadero, ya que las lagunas se hacen profundas y generan metano y óxido nitroso, que son los dos gases de efecto invernadero más agresivos a la atmósfera (en comparación con el dióxido de carbono)”, agrega Herrero. Son varios los recursos en juego y graves las consecuencias de no aplicar un tratamiento sostenible a estos residuos.
Es fundamental movilizarse hacia matrices más sostenibles y aplicar los conceptos de la economía circular en industrias tan tradicionales y masivas como el agro. “Resulta complejo ver en el corto plazo como se deterioran recursos naturales en estas prácticas, como el suelo o la calidad del agua subterránea. En el caso del agua, uno de los recursos más importantes que tenemos, es fundamental cuidarla: hay que regular la cantidad, mediante mediciones y registros de cuántos litros se usan en los tambos, y desarrollar estrategias verdes de reutilización, como es el caso de los purines”, concluye la Doctora Alejandra Herrero.
Queda comprobado que la economía circular como nuevo modelo económico puede aplicarse hasta en las industrias más antiguas, y que no hay residuo al que no se le pueda dar un segundo uso.