Ubicada sobre la plataforma marítima extendida de la Argentina, la zona denominada “Agujero Azul” concentra una enorme biodiversidad y riqueza productiva. Y es también una de las más amenazadas por las actividades extractivas como la pesca de arrastre que realizan flotas internacionales.
“Se trata de un área de 148.000 kilómetros cuadrados (equivalente en tamaño a la provincia de Mendoza), que incluye ecosistemas y especies vulnerables como esponjas, corales de agua fría, estrellas de mar; y peces como merluza, róbalo, congrio y calamar; muy buscados por barcos factoría extranjeros que realizan allí una captura no regulada y no declarada de estos recursos”, comenta Victoria Falabella, directora del programa de Conservación Costero Marino de WCS Argentina. “Es una zona donde se concentra mucha productividad pesquera porque allí se da un choque de masas de agua que favorecen el crecimiento de fitoplancton en la superficie, que son claves para la alimentación de los peces”, explica la bióloga marina.
En su subsuelo además, podría haber reservas de hidrocarburos y es en esta zona precisamente donde yacen los restos del submarino Ara San Juan y sus 44 tripulantes muertos en defensa de nuestra soberanía en 2017.
148 mil km2 ocupa el llamado “Agujero Azul”, una superficie equivalente a la provincia de Mendoza, con enorme riqueza pesquera y biodiversidad.
En tanto, el proyecto de Ley para crear el Área Marina Protegida (AMP) Agujero Azul, estaría (al cierre de esta nota) por perder estado parlamentario, si el Senado no la trata antes del 10 de diciembre de 2023. “La creación de un área marina protegida es una herramienta para frenar la pesca de arrastre de fondo, que es la más nociva”, destaca Falabella.
La creación del área protegida bentónica Agujero Azul, permitirá conservar la biodiversidad del lecho marino en nuestra plataforma continental extendida, frenando la pesca internacional de arrastre de fondo.
La iniciativa cuenta con el aval de científicos, referentes ambientales y doce entidades agrupadas en el Foro para la Conservación del Mar Patagónico, como la Fundación de Ambiente y Recursos Naturales (FARN), el Instituto de Conservación de Ballenas (ICB), la Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA) y Aves Argentinas. A ellas se suman Fundación Temaikén, Aquamarina, Greenpeace Argentina, Global Penguin Society (GPS), Fundación Patagonia Natural (FPN), Proyecto Sub, la Fundación Cambio Democrático y WCS Argentina. No obstante, algunos especialistas señalan que “proteger solo el fondo marino no tiene sentido porque la mayoría de los barcos que pescan en esa zona, no lo hacen con redes de arrastre de fondo”.
Para salvaguardar no solo el lecho océanico, sino toda la columna de agua (desde la superficie hasta el fondo), “haría falta implementar un tratado internacional, el Acuerdo para la Conservación de la Biodiversidad (BBNJ, Biodiversity Beyond National Jurisdiction, por sus siglas en inglés), del que Argentina es uno de sus impulsores, pero aún (su Congreso Nacional) no ratificó”, apunta Milko Schwarzmann, activista por la conservación de los océanos e integrante del Círculo de Políticas Ambientales.
El histórico acuerdo establece metas y pautas para la conservación de las aguas de alta mar, que representan el 40% de la superficie del planeta, y al estar por fuera de las jurisdicciones de los países, no contaban con protección alguna.
Océanos y crisis climática
Proteger los océanos es importante porque el mar absorbe el dióxido de carbono y actúa como un regulador de las temperaturas ante fenómenos climáticos extremos. Y cada vez hay más evidencias científicas de su importancia para el funcionamiento saludable del planeta, ya que capturan anualmente un 26% de las emisiones antropogénicas (producidas por actividades humanas) de CO2 emitidas a la atmósfera.
Por este motivo, la Asamblea de las Naciones Unidas estableció dentro de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, la conservación y utilización de los océanos, mares y recursos marinos para el Desarrollo Sostenible (ODS Nº 14).
En el marco del Acuerdo por la Biodiversidad firmado en noviembre de 2022, Argentina, al igual que otros más de 100 países, se comprometió al tratado 30x30x30: preservar el 30% de los ecosistemas terrestres y marítimos y regenerar el 30% de los ecosistemas degradados para 2030. Hoy estamos lejos de ese objetivo, con un 15% del territorio global bajo algún tipo de protección y menos del 8% de los ecosistemas marinos. Y Argentina está por debajo de ese promedio, con un 11% de su superficie continental y menos del 5% de las aguas marinas bajo su jurisdicción protegidas.
5% de la superficie marítima bajo jurisdicción argentina se encuentra actualmente bajo algún tipo de protección. Debería llegar al 30% para el 2030.
Además, el país cuenta con más de 5.000 kilómetros de costa, y una plataforma marítima sobre el Atlántico equivalente a casi el 50% de su territorio continental, que encierra una gran biodiversidad y riqueza de recursos. Esta incluye una porción del continente Antártico, considerado el mayor reservorio de agua dulce, además de ser un “continente de paz”, habitado por grupos de científicos de diversos países que realizan investigaciones sobre los efectos del cambio climático y microorganismos degradadores de combustible y plásticos.
Por otra parte, el proyecto Pampa Azul lanzado en 2014 desde el ministerio de Ciencia con la participación del ministerio de Ambiente; de Economía; Turismo; Defensa y Relaciones Exteriores, junto con universidades y centros de investigación, busca promover el desarrollo científico tecnológico y la innovación productiva en el Atlántico Sur. El mar aporta 1,5 % del PBI argentino y a partir de su estudio se pretende llevar este aporte hasta el 15 %.
1,5% del PBI Argentino es aportado por el mar. La iniciativa interministerial Pampa Azul busca que llegue al 15% del PBI.
Uno de los mayores desafíos de este proyecto es la escasez de recursos humanos con perfil de ciencias del mar. Es por esto que se lanzaron becas de formación académica dirigidas a carreras como Oceanografía y Biología Marina, entre otras.
También se realizó un llamado para financiar más de 30 proyectos de investigación que van desde la biodiversidad marina y la pesca sustentable a la generación de energía undimotriz y mareomotriz.