Existe cierta tendencia ideológica y pesimista a decir que «la realidad es así», que «la realidad es esto que vemos». Se habla de desempleo, por ejemplo, no sólo en Brasil sino en el resto del mundo. Y oímos decir, por toda respuesta, que «así es la realidad». ¡Y no es así! La realidad no es esta. Ninguna realidad es porque tiene que ser. La realidad puede y debe ser mutable, transformable, asevera Paulo Freire, educador y filósofo brasileño.
Pero, para justificar los intereses que obstaculizan el cambio argumenta Freire, es necesario decir que «la realidad es así». El discurso de la imposibilidad es, por lo tanto, un discurso ideológico y reaccionario. Para confrontar el discurso ideológico de la imposibilidad de cambiar debemos hacer el discurso, también ideológico, de la posibilidad de cambiar. Pero fundado incluso en la verdad científica de que es posible cambiar. Yo no acepto, yo rechazo de plano la afirmación profundamente pesimista de que no es posible cambiar. Es más, creo que el discurso de la imposibilidad de cambio del mundo —y en esto radica lo trágico de ese discurso— no es un discurso constatable.
«Ninguna realidad es porque tiene que ser. La realidad puede y debe ser mutable, transformable».
El filósofo brasileño sostiene que la imposibilidad de cambiar no es una obviedad. Por ejemplo, una obviedad de los sábados es ser anteriores a los domingos. Si la imposibilidad del cambio fuera tan obvia como el hecho de que los sábados preceden a los domingos.»Les confieso que no tendría el menor interés en seguir vivo. Quiero decir, si el hecho de ser hombre o ser mujer me impusiera como obvio que cambiar es imposible, preferiría no ser hombre ni ser mujer; preferiría no continuar en el mundo».
«Me gusta ser humano porque vivo oscilando entre la posibilidad de cambiar y la dificultad de cambiar. Vivir la dialéctica de poder y no poder satisface mi presencia en el mundo, la presencia de un ser que es al mismo tiempo —y porque es— objeto de la historia, y que recién cuando se reconoce objeto de la historia puede empezar a ser sujeto de la historia. Esa posibilidad de superar la condición de objeto y alcanzar la condición de sujeto hacedor y rehacedor del mundo es la que me alimenta a mis 75 años. Les confieso que no tendría el menor interés —ningún interés— en continuar en el mundo si continuar en el mundo significara no poder escribir sobre eso. ¿Qué sería yo entonces? Una sombra en el mundo».
El cambio, para el educador, no es arbitrario: uno no cambia porque quiere y no siempre cambia en la dirección soñada. Pero asegura que el cambio no es individual sino social con una dimensión individual. ¡Pero el cambio es posible!
«El cambio no es individual sino social con una dimensión individual. ¡Pero el cambio es posible!».
Sin embargo, entiende que sin esperanza, no podemos siquiera empezar a pensar el cambio, y que las matrices de la esperanza son las de la educabilidad del del ser humano. Una de las mejores maneras de conceptuar la educación según Freire, es que si bien no lo puede todo, puede muchas cosas. Es decir que nuestro problema, como educadores y educadoras, es preguntarnos si es posible viabilizar aquello que muchas veces no parece posible.
No debemos permitir que se nos agote la esperanza, que la lucha acabe.
“Y desde ese lugar profundo donde arraigan mis convicciones pedagógicas y políticas les digo: Yo no acepto que mi esperanza desaparezca. Yo lucho y peleo todos los días para que el cambio sea posible”.