Existe una parte de la corriente vegana que conecta con el cuidado del ambiente. Más allá de estar en contra del sufrimiento animal, para muchas de las personas que han elegido no consumir ningún producto de origen animal, en ninguna de sus formas, es incompatible defender la sostenibilidad de nuestra forma de estar en el mundo, respetándolo, y a la vez mantener el sistema de explotaciones ganaderas a gran escala destinadas a alimentar a una población mundial ‘in crescendo’.
En este aspecto, el del cuidado del ambiente a través de la dieta vegana, pone el acento la antropóloga Roanne Van Voorst con su libro ‘Hace mucho tiempo comíamos animales’ (Destino), que se proyecta a un futuro no muy lejano para dibujar una sociedad donde comer carne de animales será algo más que un tabú.
Para esta holandesa, los síntomas de que la sociedad cambiará muy pronto hacia este modelo no carnívoro son muchos y muy claros.
-En tu libro se defiende el veganismo como una forma de activismo climático. Pero no todos los implicados en la defensa del planeta han dejado de consumir carne. ¿Es compatible ser activista y seguir consumiendo productos animales?
-He aprendido a creer que el mundo no es tan ‘blanco y negro’ como nos gusta verlo. A veces, es difícil ver desde fuera quién es el ‘mejor’ activista. Por ejemplo, puedo ser vegana, pero sigo volando de vez en cuando. Mucho menos que antes, y solo para ocasiones de trabajo que creo que tendrán un gran impacto positivo, pero aun así lo sigo haciendo. Otro vegano muy estricto puede tener 5 hijos: no es precisamente lo mejor para el planeta. Y luego hay alguien que todavía come carne, pero nunca vuela, no tiene hijos, solo compra ropa de segunda mano y no desperdicia comida, ¿quién es mejor? Por supuesto, es difícil decirlo: todos tenemos un pequeño papel que desempeñar en nuestro progreso común.
-Los efectos nocivos para el planeta de la ganadería industrial son de sobra conocidos. No obstante, el sector también está inmerso en su transformación con investigación para emitir y erosionar menos. Pero, vos sostenés que ningún modelo tiene futuro. ¿Por qué?
-Hoy en día se habla mucho de formas de ganadería circulares, a pequeña escala, ecológicas o altamente eficientes: todas tienen en común que comparten la promesa de una «buena ganadería». Y algunas de estas promesas son realistas: son menos perjudiciales para el medio ambiente que la industrial. Sin embargo, el problema es que, si nos fijamos solo en estos cambios materiales sin hacer un cambio cultural, seguirá siendo imposible detener lo peor de la crisis climática. Me refiero aquí al hábito cultural de comer muchas más proteínas animales de las que necesitamos, y cada vez más. En Occidente comemos mucho más ahora que en la época de nuestros abuelos, y mucho más de lo que es incluso saludable. Si seguimos creyendo que este es nuestro derecho; si nos ceñimos al mito de que comer animales es necesario y normal; y si tenemos en cuenta que la población mundial está creciendo rápidamente y que las personas de fuera de Occidente también querrán comer como nosotros, veremos claramente que las formas de agricultura a pequeña escala y relativamente respetuosas con el clima no serán suficientes para alimentarnos a todos. Es una idea romántica, pero no sostenible. En realidad, si insistimos en continuar comiendo como lo hacemos ahora, necesitaremos formas de ganadería enormes, eficientes y de alta tecnología: pensemos en las «granjas de cerdos» de 28 pisos que ahora existen en China. E incluso si estas fueran menos emisoras: ¿realmente queremos hacer esto con los seres vivos? ¿O deberíamos simplemente tratar de comer menos animales, todos juntos, y optar por alternativas basadas en plantas que son tan asequibles hoy en día, a menudo igual de buenas y tan saludables?
-Reconocés que no todo el mundo puede permitirse pensar si compra o no salchichas de algas porque, sencillamente, hay personas que «están sobreviviendo». ¿Es responsabilidad de la parte rica del mundo comenzar con esta revolución?
-Sí, lo creo absolutamente. A causa de mi trabajo en el campo antropológico, he vivido en muchos lugares del mundo donde las alternativas basadas en plantas aún no están disponibles. Allí, la gente aún vive de la carne. Pero estos pueblos apenas comen tanto como nosotros; solo comen las proteínas animales que necesitan, no más que eso. A menudo, son cazadores o agricultores locales, autosuficientes, que alimentan solo a su propia familia y a los vecinos. Como tales, no contribuyen, ni mucho menos, tanto como nosotros a los problemas climáticos. No es por ellos que la selva amazónica está siendo talada a gran velocidad: eso es por nosotros, para que podamos sembrar soja allí y que ésta vuelva a ser utilizada para alimentar a los animales que comemos. Además, vivimos en casas más grandes, usamos mucha más agua y electricidad, volamos más y compramos más. Fuimos nosotros los que nos metimos en este problema en primer lugar; sin embargo, a menudo estos lugares son los más vulnerables a las consecuencias; por ejemplo, he vivido en un barrio marginal de Indonesia donde la gente vive y come de manera muy simple, pero donde estaban inundados constantemente debido al aumento de las lluvias y las inundaciones repentinas. Así, creo que asumir la responsabilidad va ligado a ser relativamente rico. Hagamos un esfuerzo adicional, seamos valientes para probar algo nuevo; tomemos medidas, si no por los animales o por nosotros mismos, entonces por estas personas.
«En el futuro simplemente tendremos restaurantes y productos en el supermercado que por norma son veganos, tantos, que ya no necesitarán esa etiqueta»
-¿Llegará un momento en el que la carne solo sea un artículo de lujo antes de su desaparición, como lo ha sido en China?
-Uno de los futuros escenarios que puedo ver aproximarse es uno en el que, de hecho, todavía se come carne, pero solo en ocasiones muy especiales. Esto podría suceder, por ejemplo, si fijáramos un impuesto sobre toda la carne para que los productos animales se volvieran más caros; también podría suceder si creáramos una nueva norma cultural en la que comer carne se considerase algo antisocial: como algo que daña al planeta y a los animales y, por lo tanto, no se debe hacer de manera habitual o con demasiada frecuencia. Si bien este escenario suena futurista para algunos; no hace mucho tiempo que comíamos mucha menos carne: pensemos en la vida de muchos de nuestros abuelos, que comían carne una o dos veces por semana, ya que simplemente no podían permitirse más. Si todos viviéramos y comiéramos de forma un poco más humilde y simple, nuestros problemas y la cantidad de sufrimiento que estamos causando ahora sería mucho menor.
-Auguraa en su libro escenarios tétricos con gente que se oculta para comer animales en clubes clandestinos. Si acotamos a Europa 2050, ¿cómo vea el panorama?
-En ese momento, creo que comer animales se habrá convertido en un tabú en aquellas partes del mundo donde las alternativas basadas en plantas son asequibles y accesibles. Por lo tanto, en Groenlandia, donde he trabajado durante mucho tiempo como antropóloga y donde apenas crecen vegetales, la gente seguirá comiendo animales; pero en Europa, esto se habrá convertido en algo que la nueva generación de comedores encontrará muy anticuado, o incluso raro. Me imagino que tendremos espacios especiales para las personas que insisten en seguir comiendo animales; como ahora tenemos espacios especiales para fumadores adictos. Los «espacios de carne» serían los únicos que no estarían hechos de vidrio porque podría desencadenar la agresión de las personas que no están de acuerdo con los carnívoros, quienes podrían protestar públicamente porque creen que comer carne está perjudicando su bienestar (a través del clima), y mucho más el bienestar de los demás animales.
-Esto supondría un cambio radical.
-Creo que, para ese momento, ni siquiera nos daremos cuenta de que la mayoría de las cosas que comemos son de origen vegetal. Lo que ya vemos que ocurre ahora, en 2023, es que los restaurantes no se presentan como «veganos», incluso si solo sirven platos a base de plantas. No quieren estar asociados con una etiqueta; solo quieren ser conocidos por su increíble comida; además, han aprendido que una etiqueta vegana asusta a algunas personas. En el futuro simplemente tendremos restaurantes, y tendremos productos en el supermercado que por norma son veganos, tantos, que ya no necesitarán esa etiqueta. Veremos que ocurrirá lo contrario: habrá algunos restaurantes y algunos estantes en los supermercados, donde se venderán productos animales. Tal vez estarán etiquetados, algo así como ahora vemos con los paquetes de cigarrillos: «Advertencia: este es un producto animal. Animales resultaron heridos en este proceso».
«Nos enseñan que comer animales es necesario, normal y natural para mantenerse saludable, pero ahora se sabe que esto no es cierto y que no siempre hemos sido carnívoros a lo largo de la Historia»
-La idea que centra tu libro, esa que nos proyecta a un futuro donde los humanos verán a sus antepasados como bárbaros por comer animales, no es nueva. Como antropóloga del futuro: ¿cuándo crees que realmente viviremos en ese escenario disruptivo?
-Es cierto, varios filósofos han aclamado este argumento, mucho antes que yo. Creo que hay dos cosas que han cambiado ahora, que hacen que el cambio que predijeron sea más realista. Ahora vemos una nueva generación creciendo en un mundo lleno de problemas que la nuestra creó. Muchos de los niños que ahora están creciendo están preocupados por el cambio climático y la contaminación; cada vez más se vuelven vegetarianos y veganos. En segundo lugar, cada vez más investigaciones muestran cuán inteligentes y sociales son los cerdos y las vacas. Sabemos que, si les quitas a sus crías, sus cerebros muestran exactamente las mismas respuestas de estrés que cuando se les hace esto a los padres humanos: entran en pánico de la misma forma que nos pasaría a nosotros. Lo mismo ocurre con los pulpos, las ballenas, los delfines y muchas otras criaturas que hasta ahora creíamos estúpidas o insensibles. Experimentan dolor, placer, estrés o felicidad, al igual que los humanos. Y, por último, las redes sociales ayudan a difundir información e inspiración. Información sobre las formas en que las granjas industriales están destruyendo el planeta, o sobre cómo se trata a los animales en nuestros mataderos. Al mismo tiempo, se ha vuelto muy fácil encontrar recetas fáciles y sabrosas para comidas a base de plantas, o encontrar ejemplos de chefs veganos geniales o atletas veganos de alto rendimiento.
Todo esto hará que el cambio sea más fácil, más agudo y, por lo tanto, más realista. Hablo de 2035 en mi libro como fecha para un primer gran cambio de transformación en Occidente, pero quién sabe: los memes, los virus y las ideologías se propagan más rápido que nunca…
-El sufrimiento animal como principal argumento del veganismo también está muy presente en tu libro. ¿Por qué crees que para mucha gente no es suficiente este punto para dar un paso y cambiar su dieta?
-No creo que maltratemos a los animales porque no nos importe. Todo lo contrario: la mayoría de nosotros somos amables y muchos de nosotros amamos a los animales. Sin embargo, se nos enseña que, si bien debemos cuidar bien a los perros y gatos de nuestra casa, es necesario maltratar a los animales de granja. Nos enseñan que comer animales es necesario, normal y natural. Por lo tanto, incluso las personas a las que les parece espantosa la idea de que matemos a cientos de miles de animales al año, o los mantengamos con vida en circunstancias lamentables, a menudo continúan comiendo carne: creen que tienen que hacerlo si quieren mantenerse saludables. Que esto no es cierto, solo se ha descubierto más recientemente; al igual que el hecho de que, a diferencia de lo que a la mayoría se nos enseñó a creer, los humanos ‘siempre’ han comido animales. No es cierto. Ha habido largos períodos en la historia humana en los que comimos simplemente a base de plantas. Ahora que este mensaje es cada vez más conocido, creo que nos miraremos a nosotros mismos y a nuestra historia de manera diferente, y esto hará posible que también veamos nuestro futuro de manera diferente.
– El veganismo no es nuevo. Es cierto que avanza, pero sus argumentos no calan de forma masiva. ¿Por qué, como citabas antes, asusta esta etiqueta?
-Porque a los humanos nos encantan los hábitos y estamos apegados a los recuerdos que asociamos a los alimentos. La comida es muy personal. Yo misma tengo recuerdos muy cálidos de la sopa de pollo que me hacía mi madre cuando estaba enferma, o del pavo relleno que comíamos en Navidad. Y cuando decidí hacerme vegana, había una parte de mí que estaba triste por la pérdida de ese hábito: ya no podía hacer esas recetas familiares para mi propia hija. Pero, por supuesto, los hábitos culturales pueden cambiar y cambian. Lo que olvidamos, es que ha habido diferentes hábitos a lo largo de la historia humana en lo que a alimentación se refiere. Hubo períodos en los que la gente creía que las verduras y las frutas no eran saludables; hubo momentos en los que considerábamos normal comer jirafas. Y pensemos también en las diferencias culturales: algunas culturas encuentran normal comer perros y existen culturas en las que es ilegal comer vacas. Todo esto demuestra que la comida no es estática: las tradiciones cambian, por lo que mi hija se criará con nuevas recetas y nuevos recuerdos de comida. De hecho, ahora disfruto inventando esas recetas y creando esos nuevos recuerdos con mi familia: ahora disfrutamos de cenas navideñas ‘plant-based’. ¡Y soy conocida por mis sopas veganas y nutritivas!
«Hay una generación ahora que quiere un cambio y ellos serán los futuros dueños de las empresas y los futuros consumidores»
– ¿Se llegará a prohibir la cría de animales como ahora se ha prohibido el tabaco, por ejemplo, en Nueva Zelanda? De creer que sí: ¿Qué país o países serían capaces de dar ese paso?
-Interesante pregunta, sobre todo porque algunos países ya están reconociendo el ‘veganismo’ como una marca interesante, algo que pueden vincular, positivamente, con su propia imagen progresista o sostenible. Los países escandinavos y también los Países Bajos ahora parecen haber entrado en esa carrera y están compitiendo entre sí.
-Hay quienes ven en el activismo vegano la presión de otros lobbies, los de la industria de la ‘nueva alimentación’ a base de proteínas vegetales (‘plant-based’) con grandes intereses comerciales. ¿Qué opinas al respecto?
-Claro, habrá grandes empresas que salten al mercado solo porque creen que ganarán dinero en él. Pero también vemos otro cambio, uno en el que las empresas comienzan a ser más transparentes sobre cómo y por qué producen como producen. Además, hay una gran generación joven que está creciendo ahora que quiere un cambio. Y ellos son los próximos dueños de empresas y los próximos consumidores. Incluso entonces, los grandes sectores comerciales seguirán existiendo y seguirán encontrando el camino más lucrativo, pero también nos ayudarán a todos a lograr un bien mayor, éste es, una forma de comer y producir que es menos destructiva para el planeta y los animales. Entonces, tal vez los necesitemos primero, para alcanzar cierta ventaja hacia una nueva normalidad.
Entrevista publicada en ABC Antropía