Hace poco más de un mes, la esperanza de un profundo cambio constitucional y político a favor del medio ambiente en un país de la región se diluía en pocas horas dentro de las urnas: el plebiscito chileno para modificar la Constitución Nacional y darle, entre otras cosas, un claro perfil ecologista que hubiera impulsado interesantes cambios en otras naciones, finalizó con un contundente “no” por parte del pueblo. Si bien el dolor de ese desenlace perduró varios días, pronto los sectores que defendían la propuesta se concentraron en revisar los puntos más débiles del proyecto para entender lo que había pasado y trabajar para reformular y repensar los contenidos que no tuvieron el apoyo esperado. Mientras tanto, en distintas partes del mundo se erigen y toman cada vez mayor presencia las agrupaciones y partidos políticos denominados verdes, que otorgan un gran peso a la cuestión del medio ambiente, los derechos y la justicia social como ejes de campaña, y que en muchos casos alcanzan buenos niveles de adhesión.
El caso alemán es un buen ejemplo para comenzar. Surgido en 1980, la Alianza 90/Los Verdes (Bündnis 90/Die Grünen) es un partido político alineado con el pacifismo, el liberalismo de izquierda y una economía sostenible con acento en el medio ambiente que actualmente forma parte junto a otros dos partidos del gobierno federal de ese país. La denominación data de 1993 cuando, tras la reunificación alemana, se fusionaron los movimientos Alianza 90 de la parte oriental con Los Verdes de la occidental. Desde las elecciones de 2002 fue creciendo en número de votantes, logrando ingresar cada vez más diputados hasta llegar al presente, en que ocupa la vicecancillería y cinco cargos ministeriales. El principal concepto que rige su posicionamiento y es transversal a las distintas esferas es el desarrollo sostenible, que incluye la protección de los recursos naturales y la promoción de las energías renovables, al tiempo que en materia social defiende la integración de los inmigrantes, las parejas del mismo sexo y la paridad de géneros.
En distintas partes del mundo se erigen y toman cada vez mayor presencia las agrupaciones y partidos políticos denominados verdes, que otorgan un gran peso a la cuestión del medio ambiente, los derechos y la justicia social como ejes de campaña, y que en muchos casos alcanzan buenos niveles de adhesión. La mayoría de los antecedentes tienen sus raíces a finales de los ’70 y principios de los ’80.
En una misma línea puede mencionarse al Partido Verde Europeo, fundado como tal en 2004 pero que es en realidad la fusión de 32 partidos ecologistas de 29 países de ese continente, incluidos cuatro no miembros de la Unión Europea. Lo interesante es que, aunque este partido tenga menos de dos décadas de existencia, las agrupaciones que reúne representan a algunos de los primeros antecedentes de movimientos con esta línea, aparecidos a finales de los ‘70. Su ideología se basa en ocho conceptos clave: responsabilidad ambiental, libertad individual, democracia, diversidad, justicia social, igualdad de género, desarrollo sostenible global, y no violencia. Bajo el nombre Los Verdes Europeos/Alianza Libre Europea (Verdes-ALE), actualmente cuenta con 55 eurodiputados independientes, nacionalistas y regionalistas de izquierda en el Parlamento Europeo.
En América Latina, los primeros registros de partidos ambientalistas aparecen en 1986 en México y Brasil. El caso azteca es por demás cuestionable: se trata del Partido Verde Ecologista de México, nacido de la mano de dos hermanos empresarios que al parecer vieron en la causa ambiental una buena estrategia de marketing más que una convicción real. Así, además de algunas medidas y negocios de sospechosa naturaleza que han manchado su fama frente a organizaciones ambientalistas internacionales, su costado más controversial radica en la defensa de la pena de muerte, propuesta de campaña que les llevó a perder el apoyo del Partido Verde Europeo y otros más pequeños. En lo que hace al electorado, también vienen perdiendo puntos en todos los últimos comicios. Brasil, por su parte, tiene el antecedente del Partido Verde de Brasil (PVB), impulsado por militantes ambientalistas y de izquierda con nexos con el Partido de los Trabajadores (PT). Una de sus candidatas a presidente fue Marina Silva, ministra de Medio Ambiente en el primer gobierno de Lula da Silva, al que renunció en 2008. Convocada por el PVB, dos años después salió tercera en las elecciones con el 19 por ciento de los votos, un apoyo altísimo que, sin embargo, no se mantuvo en los años posteriores.
Colombia aporta otro ejemplo regional con la Alianza Verde, un partido fundado en 2005 y que pasó por varias denominaciones hasta la actual, adoptada en 2013. Aunque en las elecciones presidenciales de 2013 su candidato quedó segundo con el 21,49 de los votos, se erigió desde entonces como una innovadora fuerza política con buena presencia parlamentaria y siempre firme en sus ideas para garantizar un desarrollo sostenible con respeto al medio ambiente, inclusión social y defensa de los bienes públicos. Menos popular que en países vecinos, en Argentina también existe el Partido Verde (PV), con antecedentes en movimientos ecologistas con distintos niveles de presencia desde la década de 1980 y en algunos casos como una fusión con el tradicional Partido Humanista. Hoy, el PV tiene presencia legislativa en las provincias de Tierra del Fuego y Mendoza y también está activo en Buenos Aires y CABA. Ideológicamente, llama a la prevención del calentamiento global y a la transición hacia las energías renovables, oponiéndose a los subsidios para los combustibles fósiles.