En Latinoamérica los animales, no humanos, siguen siendo considerados por la ley como “cosas”, “objetos” ó “bienes muebles”. Es decir, no se los reconoce como seres sintientes, capaces de percibir dolor, amor o placer.
Hasta el momento, el único país de la región que reconoce la sintiencia animal, es Colombia.
En Argentina, un fallo de 2014 de la jueza Elena Liberatori, sentó jurisprudencia en el mundo al reconocer a la orangutana Sandra, quien vivió 20 años enjaulada en el zoológico de Buenos Aires, como un “sujeto no humano con derechos básicos”. El inédito fallo obligó al gobierno porteño a garantizarle “las condiciones naturales del hábitat y actividades necesarias para preservar sus habilidades cognitivas”, y el feliz desenlace fue su traslado en el 2019 al Centro para Grandes Simios en Florida, Estados Unidos, donde aún vive.
Lo novedoso de este fallo es que, más allá de las leyes, esta jueza determinó que «se trata de un sujeto y no de un objeto”, convirtiéndose Sandra, en la primera “persona no humana”. Su importancia como antecedente en sí mismo es que sirvió para impulsar otros reconocimientos similares porque hizo reflexionar a los jueces con respecto a los pedidos de libertad legítima de estos sujetos, y en definitiva son todas sentencias adelantadas a las propias normas vigentes”.
La repetición de este tipo de episodios sirve eventualmente para la modificación de la legislación cuando se hace evidente que está desactualizada o desfasada de la realidad. Como nuestro Código Civil, a pesar de ser de 2016, ya es antiguo teniendo en cuenta el devenir histórico de nuestro país. Necesita modificaciones, algunas de ellas muy urgentes, como esta consideración de los animales como sujetos de derechos fundamentales.
Es necesario avanzar en este sentido a fin de cambiar el status de todos los animales, pasando de ser objetos a seres sintientes y sujetos de derecho; recordando que toda clasificación y categorización del mundo es una construcción social, y que los humanos somos ecodependientes.
Vencer el androcentrismo y abandonar su lógica de dominación y su cultura de explotación y depredación de la naturaleza es urgente.
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