Brasil, una de las mayores reservas de agua del planeta, se está secando: las superficies cubiertas con agua dulce entre 1991 y 2020 se redujeron 15,7%, según datos oficiales revelados en las últimas horas por la plataforma multidisciplinaria MapBiomas.
El estudio se dio a conocer en momentos de la peor crisis hídrica de los últimos 91 años, que provoca desastres económicos y ambientales, además de aumentar el costo de la energía para la población, que teme un racionamiento.
La plataforma MapBiomas, una entidad donde se agrupan especialistas de las universidades brasileñas y de organizaciones no gubernamentales, reveló el tamaño del agotamiento de las reservas hidrográficas.
La situación es de gran impacto regional, porque la Argentina comparte con Brasil la Cuenca del Paraná, que se encuentra en grave crisis de sequía, y Brasil comparte la Cuenca del Rio Amazonas con siete países.
La reducción de agua dulce en Brasil desde 1991 a 2020 cayó 15,7 por ciento, dice el estudio en base a datos satelitales iniciados en 1985.
La situación más crítica es la región del Pantanal, en el estado de Mato Grosso do Sul, fronterizo con Paraguay. Mato Grosso do Sul perdió 57% de su agua dulce y se transformó en un polo sojero desde fines del siglo XX, algo similar al segundo estado en el ranking de sequía, Mato Grosso, la locomotora del agronegocio de Brasil.
«Estamos perdiendo la superficie del agua y eso no es poco. Los períodos de inundación ya no son suficientes para compensar la sequía», dijo el coordinador general de MapBiomas, el ingeniero forestal Tasso Azevedo.
La reducción de agua dulce en Brasil desde 1991 a 2020 cayó 15,7 por ciento, dice el estudio en base a datos satelitales iniciados en 1985.
Brasil tiene el 12 por ciento de la reserva de agua dulce del planeta y el 53 por ciento del agua dulce sudamericana.
Según Azevedo, las razones hay que encontrarlas en el cambio climático, con más sequias en general con aumento de la temperatura y reducción de temporadas de lluvia.
Otro argumento es la deforestación amazónica (para ganadería, extracción ilegal de madera y minería ilegal), que redujo los llamados «ríos voladores» que van llevando humedad a todo el planeta.
El Río San Francisco, que nace en Minas Gerais y baña el semiárido nordestino, redujo 10% su capacidad de agua sobre todo por la irrigación artificial empujada por el gran motor del agronegocio en la región, el Matopiba, como se conoce al enclave sojero ubicado entre los estados de Maranhao, Tocantins, Piaui y Bahía.
Azevedo reveló que el Río Negro, en la región amazónica, perdió 22% de superficie entre 1999 y 2000 debido a la deforestación y a que los terratenientes han desviado el curso del agua para hacer reservorios en las haciendas.