El primer cuarto del Siglo XXI se destaca por las múltiples herramientas de comunicación con las que contamos. Sin embargo, nunca la comunicación resultó tan ineficaz. Basta hacer un repaso en la comunicación con nuestros amigos, con personas en el trabajo o en la interacción en redes sociales. Verán la cantidad de confusiones y malos entendidos que se producen. Por la forma en que escribimos o decimos, por códigos que no siempre resultan comunes y, fundamentalmente, por la falta de tiempo para escucharnos. A veces pareciera que hablamos de cosas diferentes, como si las palabras que utilizamos, el modo de conjugarlas, no formaran parte de los símbolos que acordamos previamente para entendernos. Una gran confusión, eso resulta de nuestro intercambio con otras personas individualmente y de la conversación pública que generamos.
El periodismo tiene una misión por delante: despabilar a sus audiencias, hacerlas pensar, facilitar herramientas para que el colectivo empiece a debatir y formularse los interrogantes correctos.
La situación se agrava en el caso de la comunicación profesional, cuando a través de los diarios o la tele se genera conversación. El repertorio propuesto en las agendas es tan circular y acotado que nos deja sin salida. No ayuda a pensar ni a tomar mejores decisiones. Nos asusta y nos advierte sobre peligros desme-didos comunicando con enfoques maliciosos e inadecuados. ¿Son estas las conversaciones que queremos darnos? ¿Con qué fin? ¿Cuál es el propósito de un periodista o un medio de comunicación cuando elige replicar una noticia y no otra, darle un espacio determinado en el periódico o consagrarla entre los títulos principales? Finalmente,¿nuestra comunicación es sustentable?
En medio de la crisis socioambiental que transitamos, el periodismo tiene una misión por delante: despabilar a sus audiencias, hacerlas pensar, facilitar herramientas para que el colectivo empiece a debatir y a formularse los interrogantes correctos. Karina López, fundadora y directora de Qi Argentina, sintetiza el contexto y las oportunidades que tenemos por delante: “Hemos devastado tanto el planeta y las desigualdades son tan profundas, que ya no alcanza con preservar lo que tenemos. Necesitamos dar un paso más, restaurar y reparar. Es tiempo de actuar y remediar el daño que hemos causado a la Tierra y a nuestra existencia.”
¿Cómo es posible que sigamos preguntándonos cómo conseguir dólares y no en qué sociedades queremos vivir, con qué valores, qué educación querremos darnos, qué justicia y cómo hacemos para recuperar la calidad de nuestros trabajos? Así como hace falta regenerar los suelos y los ecosistemas en general, es hora de pensar cómo haremos para regenerar al periodismo. La reconstrucción que viene requerirá de profesionales de la comunicación honestos y muy involucrados que acompañen y animen a los ciudadanos en los desafíos rutilantes que vienen. Periodistas que se sientan responsables del tiempo que vivimos y que dejen de lado la maledicencia con que se propaga la información.
Tenemos por delante una tarea inédita: volver a generar condiciones para la vida. Es urgente y transversal.
La desaparición de especies, millones de personas marginadas y el calentamiento global son las circunstancias objetivas más graves que afronta la humanidad. ¿Hasta cuándo sostendremos el mundo inmisericorde que nos rodea? Necesitamos ocuparnos de eso y sus consecuencias (sociedades profundamente insostenibles) antes de 2030. En los próximos 7 años deberíamos bajar las emisiones de carbono a la mitad. De lo contrario, un cuarto de la población mundial quedará sumida en la pobreza y otro cuarto podría desaparecer por la destrucción de los ecosistemas. Sin embargo, las emisiones crecen. Ni siquiera logramos torcer la curva para empezar a detenerlas. Las últimas mediciones del observatorio de la Administración Atmosférica y Oceánica Nacional estadounidense en Hawái marcó una concentración media de CO2 atmosférico de 421 partes por millón (PPM) en un mes. Es la lectura más alta jamás registrada.
Con el apoyo institucional de Qi y diferentes colectivos de profesionales de todo el país lanzamos este mes una amplia convocatoria para el debate a fondo del periodismo que necesitaremos para transitar la hora crucial del planeta y sus habitantes. Una comunidad de intereses capaz de hacerle frente a los miedos, lanzarse a revisar todo lo hecho y despojarse de las arrogancias que nos anteceden. Que pueda mirarse y decir lo que haga falta para mejorar. Compartirlo con otros, escuchar a otros, y aceptar el universo crítico que sobrevendrá. Creemos que de ese intercambio debieran ser parte los periodistas pero también referentes de otras profesiones que puedan abonar con sus miradas y dotar de mayor robustez a la nueva corriente. Tenemos por delante una tarea inédita: volver a generar condiciones para la vida. Es urgente y transversal, incluye a la economía, a las relaciones entre los países, el mundo del trabajo, la educación y las instituciones.
Un periodismo que sea capaz de regenerarse a sí mismo y poner toda la atención y sus capacidades al servicio de la regeneración del resto de los quehaceres. Dar espacio a más preguntas será liberador.
Regularnos en el ejercicio de los juicios, volver a escuchar. Elegir las palabras, conjugarlas para que resuenen mejor. Todo de nuevo. Aprender y desaprender es la nueva consigna. También para los periodistas.
Nos debemos lo básico: una organización que privilegie el bien común por sobre todo. Es decir, el interés general por sobre el de unos pocos.
El ejemplo de las abejas
Lo principal en la organización de la colmena es la buena comunicación. De ese modo la reina, las obreras y los zánganos hacen cada uno lo suyo para obtener lo mejor. La buena organización garantiza calidad vincular y por lo tanto el éxito de la sociedad en términos ganar-ganar.
“Objetivos comunes por encima de los beneficios individuales”, explica la ingeniera agrónoma María Eugenia Palacios. Las abejas que producen la miel “tienen una organización impecable que les permite conocer la distancia y calidad de los alimentos y, por lo tanto, en qué dirección saldrán las expediciones en búsqueda de la flor”.
Hay algo que aprender de ellas. La deficiente organización que nos damos, tan desactualizada en casi todas las esferas, es la causa de buena parte de los males que nos aquejan. Nos debemos lo básico: una organización que privilegie el bien común por sobre todo. Es decir, el interés general por sobre el de unos pocos.
Ilustraciones: PABLO BERNASCONI