Los bosques nativos son un manto precioso que recubre muchos lugares del planeta y son esenciales para la vida, pues albergan el 80% de la biodiversidad terrestre del mundo, estabilizan los suelos, protegen las cuencas hidrográficas, mitigan el cambio climático y tienen un profundo valor cultural y social. Según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, en todo el territorio argentino se preservan alrededor de 31.500.000 hectáreas de estos excepcionales ecosistemas forestales naturales, entre los cuales podemos contar bosques andinos, yungas, selvas, espinales y montes.
Pero hablar de bosques que están aún en pie, no significa que estén amparados de todo mal. Según explican quienes se dedican a la “silvicultura”, la pérdida de cobertura forestal representa un proceso casi continuo desde la colonización europea. Los bosques fueron concebidos, y en muchos casos lo son todavía, como una barrera para el desarrollo agropecuario o urbanístico del país, y su remoción fue reiteradamente fomentada desde políticas públicas que incentivaban la expansión de la producción agropecuaria. Asimismo, en las últimas tres décadas, la reducción de la superficie de bosques nativos a merced del cultivo de soja, supuso la pérdida de diversidad biológica y de los servicios ambientales que esta provee, como así también el desplazamiento de comunidades locales, criollas y originarias, y el deterioro de la calidad de vida de las poblaciones asociadas a estos ecosistemas.
Los bosques nativos albergan el 80% de la biodiversidad terrestre del mundo.
En 1998, a partir del Primer Inventario Nacional de Bosques Nativos, la Argentina contó por primera vez a nivel nacional, regional y provincial con datos concretos sobre la superficie de bosques nativos del país, definidos estos como áreas con una cobertura arbórea de especies nativas mayor al 20% y con árboles de más de 7 metros de altura. Con esa data, el Estado comenzó a monitorear estos ecosistemas originales, determinan-do que el proceso de deforestación se aceleró a fines de los años 90, en especial en la región del Chaco Seco o Semiárido, como producto de los desmontes para el cultivo de soja transgénica, una actividad que tiene a nuestro país en la triste vanguardia de ser el tercer productor y exportador mundial.
En 2007 el Congreso promulgó la Ley de Bosques, imprescindible para equilibrar producción y conservación de la naturaleza.
En tanto, en 2007, el Congreso promulgó la Ley de Bosques, una herramienta imprescindible para planificar el uso de estos ecosistemas permitiendo equilibrar producción y conservación de la naturaleza. Sin embargo, hasta ahora su implementación, a cargo de cada provincia, ha sido parcial.
Un nuevo paradigma
Según el informe “Causas e impactos de la deforestación de los bosques nativos de Argentina y propuestas de desarrollo alternativas”, entre 1998 y 2020 la pérdida de cobertura forestal en estos ecosistemas naturales, asociada a factores naturales y antrópicos, fue de alrededor de 7 millones de hectáreas. “Para revertir la situación, lo primero que hay que hacer es reconocerla, y en esto el informe tiene un rol importante”, señala a Qi magazine Martín Mónaco, director nacional de Bosques del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. “El desafío actual del manejo de bosques requiere de un nuevo marco conceptual, donde las prácticas silvícolas se incluyan en una planificación de la matriz del paisaje y que integren todos los factores de la producción, garantizando las funciones del ecosistema y su diversidad, a la vez que satisfacer eficientemente a la sociedad de productos madereros y no madereros”.
Para el especialista, existen dos caminos posibles para transformar el actual cuidado de estos ecosistemas naturales: “Uno es avanzar en un mayor compromiso para que sea efectiva la implementación de la Ley de Bosques, sancionada en 2007. Otro -sugiere- es repensar los instrumentos y animarnos a proponer soluciones que disminuyan el incumplimiento de la ley y promuevan el desarrollo productivo con arraigo rural y con los bosques nativos en pie, más allá de las voluntades de quienes siguen considerando posible la pampeanización o sojización de la región chaqueña”.
“El desafío actual requiere de prácticas silvícolas que integren todos los factores de la producción y garanticen la biodiversidad”.
Reunir los saberes
A principios de mayo se presentó en el Centro Cultural Kirchner, en Ciudad de Buenos Aires, el libro Uso sostenible del bosque: Aportes desde la silvicultura argentina, un trabajo en red de 138 profesionales de todo el país, con trece capítulos y 889 páginas, en el que participaron el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MAYDS), el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), universidades nacionales, autoridades de la Ley de Bosques provinciales, la Administración de Parques Nacionales (APN), el Centro de Investigación y Extensión Forestal Andino Patagónico (CIEFAP) y organizaciones no gubernamentales.
En las últimas décadas, la reducción de la superficie de bosques nativos argentinos a merced del cultivo de soja, supuso la pérdida de diversidad biológica y de los servicios ambientales que esta provee.
“Este es un libro único”, asegura el doctor en agronomía Guillermo Martínez Pastur, investigador independiente del CONICET en la Universidad Nacional del Sur y uno de los promotores de esta obra que marca un antes y un después: “Este trabajo recopila el conocimiento existente hasta el presente en lo que refiere a los bosques nativos, y es único porque hace aportes para toda la Argentina. ¿Qué tiene esto de innovador? Sucede que el país está dividido en regiones forestales, y de muchas de ellas sabíamos bastante porque han sido ‘las preferidas’ de la ciencia, como los bosques patagónicos. Pero sobre el monte o el espinal no sabíamos tanto. Ahora rescatamos estos saberes, que existían pero tal vez estaban documentados de manera más gris”.
“Este libro recopila todo el conocimiento existente en la Argentina sobre bosques nativos y hace aportes para todo el país”.
– ¿En qué situación están los bosques originarios de la Argentina?
– Si uno lo ve desde una óptica puramente local, es tremendo. Hablamos de una reducción drástica, que parte de los 200 millones de hectáreas nativas que había acá antes de que llegaran los españoles, a unos 30, 40, 50 millones de hectáreas que se estiman actualmente. Pero si lo comparamos con otros lugares en el Google Earth, como las fronteras entre Paraguay, Brasil y Argentina, vamos a ver cómo la Argentina, en realidad, todavía mantiene una parte importante de sus coberturas forestales, mientras que nuestros vecinos han sido salvajes en términos de conservación y en la transformación hacia industrias basadas en los commodities internacionales.
– Algo así como “estamos mal, pero podría ser peor”…
– En este momento, nuestros bosques nativos siguen teniendo amenazas…Tenemos todavía un montón de factores que no se logran sobrellevar. Pero también hay que decir que ha disminuido la velocidad y la magnitud del cambio. La deforestación no se detuvo, sigue existiendo, pero avanza a un menor ritmo. Eso es normal y esperable, porque de alguna manera hoy está ya confrontada esa actividad frente a la sociedad.
– ¿Qué aportes hace este libro a la investigación científica ambiental?
– Hasta ahora no existía un material que pudiera reunir todo el estado del conocimiento. Nos llevó varios años hacerlo, por supuesto. Otro punto fuerte es que la obra juntó a un montón de científicos y especialistas del sector forestal para opinar sobre un mismo tema. Y por primera vez se dieron algunas discusiones, como por ejemplo cómo enfrentar los efectos del cambio climático a partir del manejo y la conservación de los bosques nativos, algo que abordamos en el capítulo V. Y ya no hablando de aspectos teóricos, sino prácticos.
– ¿Y qué hacemos desde la práctica, como país, para enfrentar el cambio climático?
– Un logro fue consensuar qué valores debemos tener bajo control en los sistemas para preservar un porcentaje de la biodiversidad original. Cuando transformamos un bosque, siempre provocamos una pérdida de biodiversidad, pero a veces esto se lleva al extremo arrasando con casi toda la diversidad. Por eso, ahora acordamos que si dejamos determinados valores, por ejemplo, parches de bosques, corredores, una cantidad de residuos forestales, árboles en forma de retención dispersa o retención agregada, podremos mantener porcentajes importantes de biodiversidad.
Otras estrategias tienen que ver con enfrentar los fenómenos climáticos extremos, como sequías o distintas modificaciones en lo que refiere a las precipitaciones y las temperaturas, aplicando distintos tipos de manejo del territorio, por ejemplo, ir dejando mayores o menores densidades, ir dejando más área basal para los árboles o ir moviendo algunas especies a partir de prácticas silvícolas específicas. La búsqueda de todo esto es reducir ese impacto que se irá produciendo de a poquito, en el mediano y largo plazo, debido al cambio climático.