La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada es una novela de Gabriel García Márquez. Ahí se cuenta que la abuela des-almada explota a su nieta y la somete a una degradación tal que termina quitándole hasta la identidad. La desvaloriza y finalmente la obliga a prostituirse. Los lazos que nos unen a la Tierra son tan potentes como aquellos que nos ligan a nuestros hijos o nietos. De ahí venimos, es lo que nos contiene y nos permite vivir; finalmente albergará a nuestros huesos. Como los hijos o los nietos, lo que nos ofrece la Tierra no es exclusivamente un recurso transable, como pretendía la abuela de Eréndira, es un bien común a quien le debemos consideración y respeto porque somos parte de eso y nos trascenderá. Degradamos y explotamos a la Tierra con el mismo desdén con el que la abuela trataba a la cándida Eréndira. Cuando dañamos el territorio estamos rompiendo el contrato tácito de supervivencia. Es como si estuviésemos bajando en un paracaídas y cortáramos las sogas que sujetan el arnés que nos contiene.
Cuando dañamos el territorio estamos rompiendo el contrato tácito de supervivencia. Es como si estuviésemos bajando en un paracaídas y cortáramos las sogas que sujetan el arnés que nos contiene.
Hagamos el ejercicio de aceptar que estas conjeturas son ciertas, que estamos echando a perder la esfera azul; y que eso tiene que ver con nuestros modos de producir y consumir, con una forma inconveniente de concebir el progreso y el bienestar, que está fallando la organización que nos hemos venido dando y empieza a resquebrajarse. ¿Qué hay con eso? Bueno, deberíamos actuar de inmediato para suspender rápidamente todo lo que no es sostenible y diseñar nuevos sistemas que no sigan estropeándolo todo. ¿Creen que el caos que se desataría por la interrupción abrupta de lo que venimos haciendo sería peor que si no hacemos nada? Y si no hacemos nada, ¿vendrá el fin del mundo nomás? ¿Qué les resulta más fácil de imaginar, el fin del mundo o el desarrollo de una planificación que nos permita reparar las malformaciones que padecemos?
Cómo dejar de apretar el freno (y marchar rápido hacia el mundo nuevo)
Hay muchas personas que, en diferentes partes del planeta, fortalecen la nueva conciencia que se avecina. No son seres iluminados que lucubran dentro de un bunker secreto la salvación de la humanidad. Por el contrario, son comunes que, en la mayoría de los casos, ni se conocen y están juntos por la incomodidad que les produce habitar trabajos, vínculos, escuelas, instituciones en general, ciudades, países y otros espacios que resultan insostenibles. Están convencidos de que es imposible anidar en sociedades desesperadas que se mueven a los codazos para conseguir un puesto de trabajo, una vacante para la educación de sus hijos, un lugar donde dormir y cocinar, un espacio en el subte o en los colectivos. Humanos desesperados por la seguridad, por un poco de tierra, por llegar rápidamente a las dos semanas de vacaciones, por contar con vestimenta adecuada para cada ocasión. Millones de personas rompiéndose el alma por todo eso, todos los días de su existencia. Y ya se sabe qué pasa cuando una comunidad está formada por personas con el alma rota. Se desvanece la idea de lo común, se enaltecen los egos, la individualidad y el sálvese quien pueda. Justamente es para el otro lado. Salir de la inmovilidad implica reaprender y vencer los miedos, asociarse para transitar el vértigo de lo nuevo y resignificar buena parte de lo conocido. Repasemos algunas técnicas y estrategias de los que ya se animan.
Caminar en tribu
Pudieron conectar el cambio climático y su consecuencia, el calentamiento global, con los problemas reales de las personas. Deducen que hay algo fuera de escala en la construcción humana, unos hábitos y unos modos de planificar que ya no resultan apropiados para el presente. Sienten la necesidad de transformar la educación, la justicia, las ciudades donde viven, el trabajo y los espacios para el ocio y la creatividad. Impulsan la socialización del problema, lo hacen local y presente para que florezca la co-creación del porvenir. Se escuchan para reconectar y activar las posibilidades de transformación. Se organizan de un modo que permite el intercambio de roles dado que todos son imprescindibles para que no se detenga la marcha. Todos pueden ser líderes por un momento, todos pueden ser creativos, todos pueden contener. La idea de caminar nuevamente en tribu. ¿Cómo es eso? Las personas se sienten parte y construyen un círculo de confianza. Todos los espacios donde interactúan son importantes. Como si en una primera fila imaginaria se ubicaran los que van abriendo el camino, los que anticipan el peligro y detectan los mejores senderos para avanzar. Hay una segunda fila donde van los que se permiten soñar e imaginar lo que vendrá. Valoran el ocio, juegan y crean. En esa fila van los que hacen piruetas, los que bailan y cantan porque saben que atrás, en la última hilera, están los que sostienen, los que cuidan con alegría, los que abrazan a todo ese colectivo que ha salido a caminar. Tienen la fuerza y la serenidad necesaria para transmitir al resto el impulso vital. Una cadena humana por detrás, en el medio una hamaca con tejido de seda para engendrar procesos creativos, delante una columna de cuerpos en vigilia y avanzando según convenga porque lo que todos saben, no importa la fila que ocupen, es que están juntos. Y que no podrían hacerlo en soledad. La tribu contiene, acompaña y los define. Sin tribu no son, sin tribu no hay Ser.
Pregonar la esperanza
¡Vale la pena intervenir y hacer el cambio! Eso se dicen y pugnan por círculos más saludables y competentes. Visibilizan el progreso dando a conocer las bases de una nueva economía que se centre en el bienestar de las personas pero que tenga la capacidad de atender lo que no se tenía en cuenta. Variables ambientales claves como el agua que se utiliza en la producción de bienes y servicios, un monte de especies nativas derribado para que pase un camino, las emisiones provocadas por un barco que cruza el globo de punta a punta transportando mercancías, eran llamadas “externalidades”. Han dejado de ser un factor invisibilizado para ocupar el centro de lo que hay que cambiar. Todo está por hacer, desde el diseño de las nuevas finanzas hasta las nuevas poblaciones. Ciudades de los 15 minutos que nos permitan recorrer a pie la distancia entre nuestra casa y la municipalidad, el mercado y las escuelas.
Disolver el dilema entre lo que hacemos y lo que decimos
Si lo que decimos no es lo que hacemos es posible que terminemos echando las culpas a los demás. Toda la energía está puesta para ser parte de la transformación en marcha. Cambiar la alimentación, usar menos el auto y tratar de ocupar todos sus asientos, separar la basura, hacer compost, viajar en transporte colectivo, meditar, comprar productos de estación, consumir con moderación. Pensar desde cómo fueron elaboradas las galletitas que se comen en el desayuno hasta cómo está hecho el perfume que gusta y si no será conveniente dejar de usarlo por los componentes utilizados en la fabricación. No es un sacrificio “por la causa”, al contrario, es un deleite activar para quitarse la carga de una vida insostenible. “Acuerpar” el cambio, eso dicen.
Diseñar narrativas cautivantes
Activar y salir a contarlo de un modo que resulte encantador. Es parte del propósito y está ligado a todo lo anterior. Cada paso se comparte en la mayor cantidad de ámbitos posibles: familia, amigos, redes sociales en tanto la sumatoria visibiliza el progreso verdadero, le da una nueva identidad a las elecciones que pasan a ser, en todos los planos, más conscientes y equilibradas. Derramar la idea de una sociedad del cuidado y no de arrebatos, de más silencios y sonrisas, que se asiente en un lugar dulce y suave, que tenga en cuenta los abrazos, el valor de lo presente, que privilegie la reciprocidad y el buen trato. Así es
más fácil entender qué es lo maravilloso de ese lugar futuro que se aproxima. La nueva dirección es irrevocable, ya no hay tiempo ni espacio para la duda. No se
discute el viejo modelo, se avanza en la dirección conveniente, nada más que hablar.
“Que el fin del mundo nos encuentre haciendo arder”, Camila Sosa Villada
Otra vez: ¿Dónde están? ¿Quiénes son? Podrían encontrarlos en las sierras en Córdoba, en algún paraje del sur, en Chapadmalal, en los valles del Norte o en San Luis. En las grandes ciudades o en el medio del campo. Más pistas no les puedo dar. Salgan a buscar. Quizá sea una buena ejercitación para empezar a ser parte de lo que se avecina.
Ilustraciones: Pablo Bernasconi