Con la mirada puesta sobre la apremiante crisis ambiental que sacude al mundo, «Manifiesto verde», la nueva muestra del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, propone un diálogo entre artistas como Florencia Böhtlingk, Luis Fernando Benedit, Nora Correas, Melé Bruniard, Feliciano Centurión, Edgardo Giménez y Juan Tessi, entre otros, cuyo punto de partida es la puesta en acción de Nicolás García Uriburu tiñendo de verde el canal de Venecia en 1968.
Curada por Alejandra Aguado y Rodrigo Barcos como curador asistente, se inauguró la muestra «Manifiesto verde» en la planta baja del edificio del museo de San Telmo (Avenida San Juan 350), en el marco del programa expositivo anual «El arte, ese río interminable.» que podrá disfrutarse hasta fines de diciembre.
El título «Manifiesto verde» hace honor al «Manifiesto» de García Uriburu de 1971, el artista plástico y arquitecto conocido también por pinturas como «La rebelión» (un puño verde levantado) que se expone en esta muestra o «Arriba el sur» (con el continente suramericano dado vuelta).
«Denuncio con mi arte el antagonismo entre Naturaleza y Civilización. Por eso coloreo mi cuerpo, mi sexo y las aguas del mundo. Los países más evolucionados están destruyendo el agua, la tierra y el aire, reservas del futuro en los países latinoamericanos», Manifiesto García Uriburu.
En la muestra se pone en relieve la concepción del arte de un pionero del ambientalismo como Nicolás García Uriburu (1937-2016) y su declaración, al igual que a principios del siglo XX hicieran las vanguardias artísticas, donde arte y vida confluyen desde una dimensión política centrada en el llamado de atención sobre la depredación de los recursos naturales latinoamericanos.
«Denuncio con mi arte el antagonismo entre Naturaleza y Civilización. Por eso coloreo mi cuerpo, mi sexo y las aguas del mundo. Los países más evolucionados están destruyendo el agua, la tierra y el aire, reservas del futuro en los países latinoamericanos», expresaba en su Manifiesto García Uriburu fechado en París.
La muestra es excusa y homenaje, no solo para volver a apreciar a García Uriburu que instala obras como sus verdes delfines volando entre rascacielos, como una imagen surrealista («Tríptico de la libertad» y «Delfines» de 1974), en diálogo con el mural realizado a partir de los dibujos liberados y públicos de Marcelo Pombo. Marcado por la impronta ecológica que se refleja en las acciones políticas registradas en video, de Venecia y luego en París, también se exponen pinturas pop de los años ´60 de García Uriburu o su «SOS-Brasil (Amazonia, 1991) entre otras obras, textiles de Feliciano Gómez Centurión o tapices de Edgardo Giménez, desde donde se reactiva el imaginario de la naturaleza.
«La ecología es un tema muy candente en nuestra actualidad, y lo que hicimos con Alejandra Aguado fue rastrear un poco en la historia del arte de nuestro país artistas que hayan tenido un vínculo con este tema. De ahí, inevitablemente surgió la figura de Nicolás García Uriburu, que fue un artista pionero en el activismo ambiental desde la práctica artística, con su icónica intervención en la coloración de los canales de Venecia en la inauguración de la bienal en 1968», refiereel curador y artista Rodrigo Barcos.
«Así que el desafío fue poner en diálogo a García Uriburu con otras y otros artistas que también desde la práctica artística activaron una sensibilidad en relación a su contexto, a la naturaleza, no desde una representación mimética, sino por el contrario, plantearon cuerpos de obra en las que la naturaleza aparece de manera caótica, por momentos dramática, por otros naif, diversa. Es un recorrido por producciones que abarcan de 1940 al 2020», agrega Barcos.
Pero sobre todo, la exposición realizada en tiempo récord y definida desde que se conoció que el museo sería sede del próximo encuentro de la Conferencia anual del Cimam (Comité Internacional de Museos y Colecciones de Arte Moderno) en noviembre, es que los tiempos aceleraron una idea que estaba circulando: trabajar con la artista Florencia Böhtlingk y de paso rescatar a otras artistas como Nora Correas, Melé Bruniard (Nélida Elena Bruniard), Juana Butler, Aid Herrera, además de instalarse en la agenda de la crisis climática entendida desde el arte, con la presencia de García Uriburu como exponente.
Con diseño de montaje de Daniela Thomas y Felipe Tassara, «Manifiesto verde» podrá visitarse hasta el 31 de diciembre en las Salas A y B de la planta baja del museo (Avenida San Juan 350, CABA), los lunes, miércoles (día gratuito), jueves y viernes de 11 a 19 y sábados, domingos y feriados de 11 a 20, con una entrada general de 500 pesos
La pintura es el punto de partida de la exposición, y el trabajo con Böhtlingk los impulsó a pensar una genealogía que podían armar «a partir de un trabajo que es, más allá de que hay un imaginario que está referido a lo natural, son investigaciones de artistas pintores que están todo el tiempo pensando cómo componer, y logran desde su imaginario otro tipo de activismo, ejercer otro tipo de potencia política, a través de sus imágenes», argumenta Aguado.
«Nicolás García Uriburu es un artista del que nos fascinaba su obra temprana», afirma, porque «él pasó también por un período informalista, hizo otras cosas, pero muy tempranamente desarrolló pinturas pop que no tienen nada que ver con el pop del mundo del consumo o del cine o de las celebridades», indica.
En esa estética considerada «naif», donde hubo «pintores que fueron caracterizados como artistas ingenuos -como Lido Iacopetti, Casimiro Domingo, como Aid Herrera (esposa del pintor y grabador Juan Grela, y artista)-, entendíamos que teníamos que rescatarlos y vincularlos con la idea de este pop que es absolutamente autóctono y de las producciones visuales y plásticas que parten por un lado de una observación súper minuciosa de sus entornos, pero que vuelven a su taller y son contundentemente plásticas», grafica.
Se trata, para Alejandra Aguado, de imágenes que «terminan dando forma a través de sus investigaciones como artistas, a unas representaciones de lo vivo y lo natural absolutamente personal y contundente, sin necesidad de pensar que estaban haciendo paisaje, naturaleza».
«A través del arte y la imaginación representan algo de una manera mucho más vital de lo que uno puede tratar de hacer desde un lugar más naturalista, en el sentido clásico del término. Ahí es que decidimos, más allá del breve homenaje al activismo de Nicolás, que la muestra este atravesada por otras ideas», resume la curadora.
Por otro lado sostiene: «Quisimos reponer algunas artistas mujeres que era importante traer a nuestra escena y a nuestro museo, recuperar el trabajo de Nora Correas que fue una artista súper protagónica de nuestra escena y que hace mucho no vemos», apunta sobre la gran instalación textil que fue presentada en la Bienal de La Habana.
Para Aguado, era importante «traer esa mirada femenina sobre el cuerpo, porque eso es topografía pero es cuerpo también, y lo que pasa con muchos de los trabajos es que las especies se disuelven, hay figuras pero se mimetizan, se transforman, se entrelazan». Y agrega: «desde el museo intentamos pensar a quién no hemos mostrado todavía, para cada exposición, es parte de nuestro compromiso con la escena del arte argentino, y por eso tratamos de reinventar nuestros propios imaginarios», y más allá de la importante agenda institucional, la muestra «es una celebración total de la pintura y de los artistas», explica.
En ese diálogo explicitado pueden apreciarse también las obras de Luis Fernando Benedit, Casimiro Domingo, Raquel Forner, además de las de Ricardo Garabito, las delicadas obras de Juan Grela, las de Iacopetti, o los paisajes extraños de Juan Tessi, como ecosistemas encarnados en pinturas, dibujos, grabados y esculturas conformando una exposición «muy vital» a partir de una investigación del entorno.
«Si bien los artistas parten de una observación muy minuciosa de la naturaleza es a través de sus ejercicios como pintores, de sus ejercicios imaginarios que llegan a esta representación tan única de lo que llamo ´cuerpo vivo´», indica la curadora.
En ese sentido agrega que «la representación de la naturaleza es como un cuerpo que está vivo, podemos ver las tramas, lo celular, como las cosas se funden, se transforman», reflexiona sobre esa concepción que puede pensarse como una pequeña biosfera o ecosistema. «Hay cosas muy micro, cosas muy macro», afirma, y este es el punto de unión en la diversidad poética que se presenta armónica, con espacios dedicados a cada artista, y con ese mural entre verdes fulgurantes surgidos de la selva misionera que ocupa toda una pared de la sala creado especialmente por Böhtlingk (Buenos Aires, 1966), y como contraparte, la pintura de la misma artista, adquirida por el museo en 2019, del otro lado de la sala, como en un juego.
El color verde afirma «la importancia de la naturaleza como caja de herramientas para la imaginación artística, y del arte como puntapié para repensar nuestro vínculo con la naturaleza», escribe la curadora, y en sus palabras resuenan otros verdes, más allá de los de García Uriburu y el cambio climático.
Con diseño de montaje de Daniela Thomas y Felipe Tassara, «Manifiesto verde» podrá visitarse hasta el 31 de diciembre en las Salas A y B de la planta baja del museo (Avenida San Juan 350, CABA), los lunes, miércoles (día gratuito), jueves y viernes de 11 a 19 y sábados, domingos y feriados de 11 a 20, con una entrada general de 500 pesos.