Impulsada por novelones y crónicas que fueron mascarones de proa (como Distancia de rescate, de Samanta Schweblin, que narra el impacto de los agroquímicos; y Agua mala, de Josefina Licitra, que recupera la historia de la villa sumergida de Epecuén), la narrativa local se volvió un espacio generoso para visibilizar aquello que otros deciden callar. ¿Qué le estamos haciendo al planeta? ¿Puede transformarse una novela, un libro, en un puente para despertar conciencias e instalar socialmente la necesidad de un cambio de paradigma? ¿Por qué las escritoras han asumido como propia la lucha ambiental?
La mirada “eco” abriéndose paso en la biblioteca generó en estos años su propia tendencia, el Cli-Fi (climate ficcion), un género narrativo que aborda distopías vinculadas a la crisis climática. La oferta de obras argentinas es variada y de gran calidad literaria. “Es cierto que en el mundo hay un aumento de este tipo de ficciones, pero atención, que no por escribir acerca de la temática socioambiental se logra escribir por fuera del pensamiento hegemónico”, advierte a Qi Magazine Claudia Aboaf, autora de las reconocidas novelas El rey del Agua (2016, Alfaguara) y El ojo y la flor (2019, Alfaguara): “Describir con fruición un paisaje o un jardín puede ser solo eso, un mero cuadro a observar. Reconfigurar nuestra relación con la biosfera puede requerir más investigación y más sensibilidad”.
¿Confluyen la lucha feminista y la ambiental? “Las mujeres y las minorías sabemos de cuerpos y territorios vulnerados. El ecofeminismo es del todo natural. Hay, aquí y allá, signos que denotan que podemos mirar el desastre a los ojos, sociedades que asumen cambios de representación política y social como Chile y Colombia. También comunidades indígenas que elevan su voz aunque siempre estuvieran ahí. Jóvenes que desarticulan su vida en la ciudad en busca de una vida a escala humana. Hay literatura”.
Durante el pandémico 2020, un grupo numeroso de autoras difundió una carta pública titulada “No hay cultura sin mundo”, buscando alertar con ella a la ciudadanía y despabilar a los dirigentes acerca de la urgencia ambiental. Firmada, entre otras, por Aboaf, Dolores Reyes, Samanta Schweblin, Fernanda García Lao, Mariana Enriquez, María Rosa Lojo, Elsa Drucaroff, Eugenia Almeida y Leila Sucari, la misiva apelaba a visibilizar lo que ellas denominaron un “ecocidio”: “Hemos explotado los cuerpos en todas sus formas, en crímenes sexuales, crímenes ecológicos y crímenes políticos. La naturaleza violada parece el permiso para todas las violaciones reiteradas”.
“Las mujeres y las minorías sabemos de cuerpos y territorios vulnerados. El ecofeminismo es del todo natural.» Claudia Aboaf
Y en agosto pasado, las ecoescritoras volvieron a la carga irrumpiendo esta vez en plena campaña legislativa con una propuesta de “cupo socioambiental” para incentivar entre los/las legisladores el abordaje de estos temas. “Todo lo ambiental es político, y lxs tomadores de decisión lo saben. Pero viven en su propio túnel de realidad electoral”, reclama Aboaf. “El cupo socioambiental vino a agitar esas agendas ruidosas, pero sin un valor real para el desastre socioambiental. El mensaje estuvo dirigido a la prensa y a la política. Pedía que una de cuatro preguntas a candidatxs estuviera referida a la transición socioecológica. Y también el 25% del tiempo en los debates. ¿Es mucho pedir que piensen en lo urgente? ¿Tienen hijxs, nietxs a quienes le heredarán este desastre cuando hubiesen podido incidir en ello?”
-¿Qué alcance tuvo el reclamo del cupo socioambiental?
-La repercusión social fue inmediata, puso en evidencia la preocupación con miles de firmas; también la prensa gráfica lo replicó, pero poco la televisiva. Las preguntas dejaban balbuceando a los y las políticas. Nuestro proyecto de Cupo socioambiental también tiene propuestas para esta transición caótica que ya ha comenzado, a la que debemos tomarle el ritmo. Luego, el grupo “Mirá socioambiental” sumó a Dolores Reyes, Soledad Barruti y las Periodistas por el Planeta, e hicimos un escrito colaborativo motivado por la exploración sísmica offshore en nuestro mar. Allí advertimos a quienes cierran los ojos ante el aumento del calor -entre otros trastornos por la insistencia en la carbonización-, ya que estamos muy cerca del umbral de tolerancia para que algo viva: “Vos no cierres los ojos, mirá” . Lo acompañaron miles de firmas, entre las que destaco a Vandana Shiva y Naomi Klein, que son grandes defensoras de la Tierra.
Un mundo para los que vienen
Laura Ávila es autora, junto a Mario Méndez, de Los bandera, una atrapante novela juvenil publicada en 2021 en la colección Zona Libre, de Norma, que aborda la problemática de los “niños-bandera”, “llamados así porque eran chicos que andaban por los campos corriendo con una banderita, señalando los límites de los terrenos a fumigar. Y literalmente eran bañados con los pesticidas que tiraban los aviones”, relata Laura.
“No formé parte de la carta de autoras pero me hubiera encantado, porque es un reclamo legítimo -asegura-. La pelea por un ambiente sano debe ser una lucha de mujeres, porque forma parte de nuestros reclamos por dignidad, igualdad de condiciones laborales, por soberanía alimentaria, para ser dueñas por fin de nuestros cuerpos. Como escritoras tenemos que echar mano a la imaginación para concientizar y generar un panorama más nítido de lo que está pasando y se oculta, de lo que se puede cambiar”.
Si bien Los bandera se publicó en 2021, la semilla del libro surgió hace añares, cuando Laura leyó en un diario provincial acerca de unos chicos que habían enfermado por trabajar de guías para los aviones fumigadores. “Me conmovió mucho la noticia: en los primeros 2000 yo trabajaba en una ONG a donde llegaban porotos de soja transgénicos, donados por las empresas de agrotecnología para reforzar la comida de los niños que recibíamos en el comedor. Miles de niños que nunca supieron que no comían porotitos de guiso, sino organismos genéticamente modificados que no se consideraban aptos para el consumo humano en otras partes del mundo.”
«Como escritoras tenemos que echar mano a la imaginación para concientizar a la comunidad sobre lo que está pasando, lo que se oculta y lo que se puede cambiar». Laura Ávila
-¿Cómo se dio ese pasaje del malestar personal al proyecto de un libro para visibilizar a los niños/as fumigados?
-Creo que necesité abrir un espacio en la literatura, un refugio donde charlar de estos temas con las juventudes que tuvieran acceso a su lectura. Hoy ya no hay “pibes bandera”, pero siguen existiendo estos modelos de producción de alimentos que terminan dañando el ambiente y la salud de todas las personas que participamos del sistema, que a esta altura ya es global.
Lo que el río arrastra
Otra novela ambiental que suena fuerte es La última crecida, de Yanina Gómez Cernadas, publicada este año por la editorial También el Caracol. Con prosa despojada y poética, la autora nos sumerge en los pensamientos de una nena que atraviesa el encierro y los temores que se agitan cuando una crecida histórica del río desborda su cauce e inunda las casas del pueblo… Sumidas en la desesperación, las familias vecinas y la suya propia logran trepar a los pisos altos de los domicilios, apenas con lo puesto, a la espera de ser rescatados.
-La naturaleza que asoma en La última crecida es agresiva, pero también nos invita a observar los detalles. ¿Qué te interesaba a la hora de contar esta historia a través de los ojos de una nenita?
-La naturaleza de mi novela es salvaje, marginal e incómoda. Sus aguas acercan a las casas todo tipo de bichos, desde lampalaguas y un caballo muerto hasta una rata que es adoptada por el hermano de la narradora, y que pronto es querida y cuidada por lxs niñxs de la casa. La niña narradora posa su mirada justo allí donde lxs adultxs preferimos no ver, ya sea por prejuicios o por culpa; y esa es la naturaleza más rica, más viva: toda la potencia del agua que atraviesa el barrio y lo convierte en tragedia, los animales que no lograron sobrevivir, aquellos que sí lo hicieron y ahora disponen del espacio habitado por lxs humanxs todo para ellos. ¿Acaso no es eso también parte de la vida?
«La naturaleza de mi novela es salvaje, marginal e incómoda; y la niña narradora posa su mirada justo allí donde lxs adultxs preferimos no ver, por prejuicio o por culpa». Yanina Gómez Cernadas