Tac, tac, tac. Interrumpe el silencio de la noche y acapara toda nuestra atención. Sí, pero también es mucho más: es una de las principales amenazas para el buen uso y cuidado del agua, teniendo en cuenta que una canilla que gotea continuamente puede significar un derroche de 46 litros de agua por día, dependiendo del caudal y la frecuencia. Y aunque “cambiar el cuerito” suele ser una de las refacciones domésticas más básicas, la realidad es que, si no se resuelve en el momento, se convierte en un problema grave. Los caños rotos y las mochilas de inodoros con deficiencia del flotante son otros de los pequeños grandes focos de desperdicio del recurso natural más amenazado del planeta, que además de ser esencial para la vida, resulta prohibitivo para millones de habitantes en el mundo.
Según recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada persona debería utilizar diariamente un máximo de 200 litros de agua para todas sus actividades. De acuerdo a cifras difundidas por la empresa estatal Agua y Saneamientos Argentinos (AySA), en 2019 las y los argentinos elevamos ese número a casi el doble: 360.
El uso doméstico tiene otros pésimos hábitos: lavar el auto o regar directamente con la manguera, un procedimiento que, de manera casi imperceptible, se puede llevar varios cientos de litros en apenas un ratito. Para el primero de los casos, lo recomendable es hacerlo con algunos baldes de agua, mientras que en el segundo se sugiere utilizar un sistema de goteo, siempre en ausencia del sol, para evitar el evaporamiento. Una alternativa todavía más sencilla es utilizar para esta tarea agua de lluvia recolectada, que además es súper saludable para las plantas. Otros clásicos son el agua corriendo durante el lavado de dientes, que se lleva 1,2 litros contra los 200 ml que caben en un vaso; y el lavado de platos, que insume unos 8 litros de agua por minuto, y que puede limitarse con una simple medida: abrir la canilla solo para enjuagar la vajilla ya enjabonada, y no mientras se friega. Estos dos últimos casos tienen, además, plus que es perfectamente evitable: esperar a que el agua se caliente. Este paso extra responde únicamente a la comodidad, y es otra de las malas costumbres que tenemos que empezar a dejar de lado más temprano que tarde.