Fue como llegar a otro planeta, a un mundo aun no tocado por los seres humanos. En las profundidades del Pacífico Sur, una misión científica apoyada por la UNESCO descubrió recientemente un arrecife de coral prístino. “Fue mágico presenciar corales rosados gigantes y hermosos que se extienden hasta donde alcanza la vista. Parece una obra de arte”, cuenta el fotógrafo submarino francés Alexis Rosenfeld, fundador de la campaña “1 Ocean”.
Ubicado cerca de Tahití, el arrecife se extiende a lo largo de 3 km y es el hogar de corales gigantes en forma de rosa a profundidades de entre 30 y 65 metros, algo extraño pues la mayoría de los arrecifes conocidos en el mundo se encuentran por encima de los 25 metros.
La población local sabía de su existencia pero nunca antes había sido explorado o estudiado. “Creemos que los arrecifes más profundos pueden estar mejor protegidos del calentamiento global”, sugiere la bióloga marina Laetitia Hedouin del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS).
Liderada por Rosenfeld, la iniciativa “1 Ocean” es un proyecto que tiene como misión explorar durante los próximos diez años el mundo submarino para presenciar su belleza y documentar los peligros que lo amenazan.
Como sus colegas, este experimentado investigador francés sabe que el estado de este ecosistema extremadamente sano y vivo es la excepción: el cambio climático está devastando a la gran mayoría de los arrecifes de coral en los océanos del mundo. El aumento de temperaturas marinas provocó la pérdida de 14 por ciento de estos ecosistemas desde 2009, según un reporte publicado por la Red Mundial de Vigilancia de los Arrecifes Coralinos (Global Coral Reef Monitoring Network). Un número que se suma a la desaparición del 50% de los arrecifes conocidos en los últimos 40 años.
Además, la sobrepesca, el desarrollo no sostenible de los litorales, la acidificación del océano y los microplásticos han puesto bajo un estrés incesante al hogar de al menos una cuarta parte de todas las especies marinas que se refugian, encuentran comida y se reproducen en los numerosos rincones y grietas de estas edificaciones producidas por pólipos de coral -pequeños animales que están relacionados con las anémonas y las medusas- que construyen esqueletos de carbonato de calcio.
Las constantes amenazas ambientales que sufren estas colonias impulsan un fenómeno conocido como “blanqueamiento”. Los corales formadores de arrecifes sobreviven dentro de rangos de temperatura específicos que varían ligeramente según la región. Cuando se alteran estas condiciones, se vuelven pálidos: pierden las coloridas algas que viven dentro de su tejido y los nutren a través de la fotosíntesis. Esta decoloración revela su mal estado de salud y antecede a su muerte. “No hay arrecife en la tierra que no haya sido tocado por algún aspecto de esta amenaza global y local”, dice la bióloga marina Mary Hagedorn del Instituto Smithsonian de Biología de la Conservación.
Entre 2014 y 2017, por ejemplo, aguas inusualmente cálidas afectaron el 70% de los ecosistemas de arrecifes de coral en todo el mundo. Algunas áreas se vieron particularmente más aquejadas, como la Gran Barrera de Coral en Australia, donde se blanquearon cientos de kilómetros de coral. Si las condiciones mejoran, estos ecosistemas pueden recuperarse pero suele ser un proceso lento. “Los arrecifes de coral siempre regresan, pero lleva decenas de miles de años”, explica Anne Cohen, experta en corales de la Woods Hole Oceanographic Institution.
El cambio climático está provocando olas de calor marinas más frecuentes. Cada año, los océanos absorben alrededor de una cuarta parte del dióxido de carbono emitido por la quema de combustibles fósiles. Esto hace que se vuelvan más cálidos, más ácidos y menos hospitalarios para los corales.
Entre 2014 y 2017 aguas inusualmente cálidas afectaron el 70% de los ecosistemas de arrecifes de coral en todo el mundo.
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) predice un aumento de 1,5 °C -que prevé se alcance a principios de 2030- que podría provocar la desaparición del 90% de los arrecifes conocidos.
El colapso global e irreversible de estos ecosistemas sería algo catastrófico. Y no solo para las miles de especies animales que habitan en ellos. A pesar de que cubren solo el 0,2 % del lecho oceánico, estos “bosques tropicales del mar” son sumamente importantes. Se estima que mil millones de personas dependen de ellos para alimentarse o como ingreso; protegen las costas de las tormentas, huracanes y de la erosión; y también son una fuente de nuevos medicamentos.
Un estudio realizado cerca de Papúa Nueva Guinea en el suroeste del Pacífico encontró que el 75% de las especies de peces de arrecife se redujeron después de un fenómeno de blanqueamiento ocurrido en 1998. “Los arrecifes de coral serán el primer ecosistema importante, pero ciertamente no el último, en sucumbir al Antropoceno, la nueva época geológica que ahora está emergiendo”, advierte el ecologista australiano Roger Bradbury.
Ante este panorama sombrío, científicos proponen acciones de resistencia, además de insistir a los gobiernos para que establezcan acciones que mitiguen el cambio climático. Por ejemplo, establecer grandes áreas marinas protegidas, algo así como parques nacionales en el océano, lejos de efluentes humanos y agroquímicos y donde actividades como la pesca excesiva, la minería y el turismo estén prohibidos.
En las Bahamas, el biólogo Ross Cunning está estudiando corales con genes “robustos” -es decir, responsables de la tolerancia térmica- que podrían convertirlos en candidatos naturales para proyectos de restauración.
El hallazgo del gran arrecife notablemente bien conservado cerca de Tahití alienta a biólogos marinos a comprender qué los hace más resistentes al aumento de la temperatura del océano y así encontrar maneras de remediar estos ecosistemas naturales únicos, clave para muchas comunidades y naciones y que, al igual que las selvas tropicales, son el hogar de la rica y amenazada biodiversidad del planeta.