Milo nos abre las puertas de su taller en Tigre. Al ingresar, nos invade una explosión de colores y formas, que sumado al olor a pintura, activan todos nuestros sentidos. Entre enormes mesas repletas de pinceles, envases y botellas reutilizadas que contienen pinturas de una amplísima paleta de colores, lo descubrimos. Ahí está él, trabajando en medio de ese mundo exuberante: el universo Milo.
No para. Trabaja todos los días, al menos ocho horas o las que necesite. Milo es, y así se define, una persona que pinta mucho, una máquina de pintar.
En su taller, Milo trabaja con ayudantes: él pone la idea, arma la base del cuadro, consigue el color que quiere y da indicaciones. En algunas obras trabaja solo; en otras, no. Pero la pincelada final, antes de las cuatro capas de barniz para dar brillo, la da él. “Tener ayudantes me permite bajar la ansiedad, porque voy más rápido con la idea que con la mano. Trabajo en seis o siete cuadros al mismo tiempo” nos cuenta Milo, que está contento de haber dejado el solvente de lado y trabajar con pintura sintética al agua.
Toma un sorbo de café, y con curiosidad y una enorme sonrisa, se acomoda en un sillón dispuesto a la entrevista.
¿Qué le transmitís a tus ayudantes o a un artista que recién empieza?
-Que trabajen mucho, y que así van a tener más posibilidades de encontrar su obra. No conozco ningún artista en la historia que haya sido vago. Tenés que estar abierto, trabajar muchas horas, la obra no sucede pensando. Yo no creo en la inspiración. Y no creo por una cuestión científica: de la prueba y el error aparecen los aciertos. Defiendo la idea de pintar porque sí. Después, lo que despierte o genere en el otro no lo sé. No se puede pintar condicionado para generar un efecto determinado en el público, pensando en si la gente te va a elegir o no. Yo vengo a trabajar todos los días porque me gusta, me da placer. Después sucede o no.
Para lograr reconocimiento muchos creen que los artistas deben tener algunas obras más complejas, sin embargo vos sos un artista consagrado y tu obra se caracteriza por la comunicación directa, grafismos, textos y símbolos simples.
-A mí no me gustan las complejidades, quiero y necesito que las cosas sean simples, directas. Cada vez quiero vivir más relajado y andar más liviano. Por eso intento ser muy sencillo y simple y eso se traslada a mi trabajo. Quiero que las cosas sean cada vez más simples, no más complejas. El mundo es demasiado complejo, vivir ya es complejo, ser parte del sistema es mucho más aún. Entonces, si a eso que yo hago le sumo complejidad, no se…
Hace una pausa, enciende un cigarrillo. El arte, agrega, durante muchos años se relacionó con un estereotipo de tipo culto, intelectual, muy snob… un círculo muy limitado y aspiracional. Por eso muchos artistas por querer pertenecer, van en busca de lo complejo y se alejan de la gente. Cuando no tenés un lenguaje, una comunicación más directa, cuesta mucho conectar con el otro.
Uno de los principales objetivos que se planteó Milo fue democratizar la experiencia artística, que el arte sea accesible para todos, no algo reservado para pocos. “Es muy antiguo pensar que el arte tiene que ser solo para las élites. El arte es un derecho universal”, aclara.
A Lockett no le quita el sueño que parte del “mundillo” del arte pueda mirarlo con alguna reserva.
-No es algo que me preocupe. Cuesta mucho pertenecer, entonces, cuando uno ya no quiere ser parte, la decisión hace ruido. Siempre me manejé al revés de cómo sucede todo en el mundo del arte. Trato de tener un precio accesible para que mi obra esté al alcance de muchos. Eso va en contra del sistema establecido. Yo dije, hay otra forma de hacer las cosas, no me interesa ser parte de este sistema y armé uno propio. Fue entonces que recibí las represalias, pero nada tan importante. Me parece que eso lo motoriza más el miedo, el desconocimiento. Ellos se sienten parte de una élite que es su zona de confort, así están tranquilos. Pero cuando llega alguien como yo que quiere incorporar cambios se sienten amenazados, te tienen miedo.
2008 fue un año tremendo donde gané un montón de premios y sin embargo, a final de año tuve una crisis bastante fuerte y empecé a sentir que debía irme de ese sistema que me premiaba, algo no me gustaba, y no puedo definir qué. Todo el tiempo estaba buscando experiencias, caminos nuevos, alternativos.
Sos muy reconocido entre los chicos, de los pocos pintores -por no decir el único- a los que reconocen por la calle y hasta tu estilo, ¿cómo surge esa empatía?
– Tenemos un lenguaje común que hace que nos conectemos muy rápido: el tipo de dibujo con trazos simples, los colores fuertes y los personajes. Me encanta cuando me los cruzo y me dicen ´Yo también puedo hacer eso´ o ´Yo pinto mejor que vos´. Está buenísimo, porque quiere decir que se identificaron. Es un dibujo que no es ajeno a su mundo, es muy sencillo, es simple. Cuando te acercás a un cuadro hiperrealista, pensás que nunca vas a pintar de esa manera y terminás diciendo «soy espectador». Cuando, por el contrario, te dicen ´Yo puedo hacerlo mejor´, significa que todos podemos pintar.
El dibujo, subraya, es la primera manifestación del lenguaje. Donde más se desarrolló el arte es en los jardines de infantes.
Tu obra conformó y sedujo con su frescura, color y alegría a niños, pero también a jóvenes y adultos ajenos al mundo del arte, a coleccionistas avezados y a los críticos más exigentes; de hecho fuiste el “niño mimado”…
-Sí, por momentos fui el “niño mimado”, por otros no tanto. Te diría que fui el niño rebelde, no querido, el… ¡malo! Es así, todo el tiempo entrás y salís del sistema, así funciona.
A mí me gusta ser popular y que el arte llegue a donde tiene que llegar, no veo nada malo en eso, no me genera conflicto en absoluto, ¡al contrario!
Soy una persona muy contenta con lo que me tocó en la vida. No quiero sonar soberbio, quiero sonar muy agradecido”, finaliza.
De perfil bajo, con un diálogo franco, cálido, y esa entrega y humildad que lo caracteriza, comparte recuerdos de su infancia y hace un recorrido por su vida.
Un repaso que habla de resiliencia y deja al descubierto su espíritu emprendedor, su capacidad para reinventarse una y otra vez.
A los 14 años cuando su mamá lo mandó a vivir con su abuela para cuidarla, Milo vendió curitas en la calle. Tenía la ilusión de poder comprarle un lindo regalo a su abuela. Después de meses de trabajo duro y que nunca le pagaran comprendió con mucho pesar que lo habían estafado. Más tarde, a los 16, emprendió con un amigo un negocio de producción de zapallitos para comprarse una moto. Pidió un préstamo con la tarjeta de su papá para contar con la inversión inicial necesaria. Todo marchaba muy bien hasta que un día el río desbordó inundándolo todo, perdiendo todo. Inmediatamente se puso a vender ajos para poder pagar la deuda. Éstas y muchas más, son algunas de las experiencias, “fracasos” los llama él, que lo llevaron a ser quien es y que comparte en sus charlas: “El arte de reinventarse”.
Luego de estar durante muchos años al frente de tu atelier y local a la calle en el barrio de Palermo, la pandemia te obligó a cerrar…
– Sí, vivía en Tigre y viajaba todos los días. Cuando empezó la pandemia aguantamos un año y medio con el local cerrado, pagábamos el alquiler, sueldos de 11 colaboradores, todo. No éramos esenciales y nunca nos dejaron abrir, hasta julio que decidimos el cambio.
Nosotros no somos millonarios ni tenemos plata en la heladera, vivimos el día a día, vivimos de lo que trabajamos. Meses malos se compensan con los buenos. Tampoco mi objetivo es ser millonario. Quiero pagar mis cuentas, tener mi domingo, pagar mi asado. Este año me tomé una semana de vacaciones, mis amigos me decían ´¿Sólo una semana?´ ¡Es lo que puedo pagar! Y cuando sos normal te tildan de snob. Algunos amigos y mi cuñado me invitaron a distintos lugares para veranear y no acepté. Yo les enseño a mis hijos que esto es lo que tenemos y podemos hoy, y que vamos a disfrutarlo.
Claro que me gusta vivir bien. Pero si tengo que tomar agua y comer picadillo lo haré, yo me adapto en dos minutos, no tengo problema y eso le transmito a mis hijos. Hay que estar preparado para disfrutar cuando tenés y no sufrir cuando no. Son elecciones de vida.
Fue así como Milo trasladó a Tigre, en las afueras de la ciudad, su taller para seguir con su vida y su trabajo. “La pandemia -cuenta- me hizo reflexionar sobre mudarme. Vivo en Tigre hace cuatro años e iba y venía todos los días, ¡una locura! Volver a la naturaleza me dio paz.”
La casa donde viven, la construyeron desde cero Milo y Luti, su mujer, está ubicada frente a una laguna y tiene un muelle. Querían un espacio bien selvático, con muchas palmeras que al artista le recuerdan su Chaco natal. El parque fue planificado y diseñado también por ellos, y pone un fuerte acento en lo nativo, con especies de bajo mantenimiento y nativas despeinadas que aseguran la cercanía de aves y mariposas.
Te llevaste un poquito de Chaco a tu casa, ¡lo recreaste!
-¡Sí! -afirma con una gran sonrisa, de esas que expresan orgullo y disfrute- Y no te imaginás la cantidad de palmeras que planté, acacias, de todo. Tengo un ceibo muy lindo y planté un sauce en la orilla. Recuerdo que en una de mis visitas al vivero, el vendedor me dijo ´Ese no lo lleves, elegí otro, no está bueno´, y lo separó.
Al momento de pagar, miré al sauce apartado y me dio pena, con tan mala prensa nadie lo llevaría, y decidí comprarlo también. Lo planté sobre el río, lo cuidé, le dí ánimo y cariño, lo ví crecer, hoy tiene una copa enorme y se convirtió en uno de mis lugares preferidos. Fue muy lindo todo lo que armamos en la casa, sobre todo para los chicos.
Milo tiene cuatro hijos, Olivia del primer matrimonio y tres más pequeños: Jerónimo, Tomás y Paloma. Asegura que la pandemia le dio la oportunidad de relacionarse con ellos de otra manera.
-Fue espectacular, nos readaptamos todos, ¡los chicos también! Todo ese proceso fue lindo para mí, me ayudo y acomodó mucho la cabeza, limpié. Me programé para arrancar de nuevo, porque la realidad es que terminé fundido con la pandemia. Toqué fondo, mudé el taller, tuve que rearmar todo el equipo y empezar de cero.
De estas cosas ya sabés, ¿no? La crisis del 2001 te obligó a dejar tu actividad como empresario textil, y tuviste que reconvertirte. Ese “volver a empezar” dio lugar a la pintura y a poder vivir del arte.
Lo pensé mucho, si bien hay un paralelismo, no sentí que era lo mismo. Eran dos situaciones distintas. Lo que si entendí es que la crisis anterior me había dado mucha experiencia y recursos para poder atravesar nuevas crisis. Fue un gran aprendizaje. Gran parte del poder superar esto y rearmarme es gracias a lo vivido en aquel momento.
El mundo post pandemia va a cambiar muchísimo, no tomamos todavía real dimensión de lo que se viene. El cambio más importante va a ser en la educación.
Con un especial interés en la niñez y en la educación, agrega.
Me parece que la educación es la herramienta fundamental. Después del amor, el conocimiento es clave. Si uno mira hacia atrás, después de todas las guerras y grandes crisis en el mundo, siempre lo que ayudó a los países a emerger y reconstruirse fue la educación. Los países que invirtieron en educación, salieron adelante. La educación mejora todo, erradica la violencia, mejora la economía, ordena, genera nuevas pautas culturales. Ejemplo de esto es Alemania, y cómo logro evolucionar. El país que va a dar la nota en la post pandemia va a ser Japón que ya cambió todo el sistema educativo, al anunciar que el anterior era antiguo y obsoleto.
Y otro país que deberíamos mirar es Estonia. Que cuando se independiza de la Unión Soviética, estamos hablando del año´ 90 aproximadamente, lo único que pudieron tomar fueron créditos para desarrollar software. Estonia hoy maneja el 25% del software del mundo, y es el primer país digital, es la sociedad digital más avanzada del planeta. Mirá Noruega que encontró petróleo en el ´80 y no se tomaron el petróleo, no se lo gastaron, dijeron vamos a invertir la plata que es del estado en educación y en infraestructura, y hoy tienen un sistema de carreteras con calefacción que impide se forme hielo sobre el asfalto. Algo impensable para nosotros. Esos temas me apasionan, el comportamiento social, nos avances tecnológicos y cambios culturales.
Nosotros somos un país esponja y vamos para adelante, pero nuestra zanahoria lamentablemente siempre es la economía. Si hay una cosa que creo es que Argentina perdió el norte en la educación. Nuestra prioridad hace muchos años es la economía y eso es tremendo porque corrés el foco de la educación que es lo que sin lugar a dudas contribuye a superar las crisis económicas y a la igualdad de oportunidades.
Tan prolífero como solidario, su sensibilidad y compromiso conmueven. Siempre que puede se suma a campañas benéficas: integra Unicef, pintó murales en hospitales, jardines de infantes comedores y centros comunitarios, hizo talleres masivos al aire libre, participa en campañas de concientización y dona periódicamente obras para subastas benéficas. «Uno empieza a ser solidario en su casa; luego es solidario con sus vecinos y con el barrio. Después puede avanzar y seguir ampliando. Pero la solidaridad no hay que declamarla, hay que ponerla en práctica», concluye.
¿Todo arte es político? Qué pensás en relación a la afirmación de que el arte debe tener compromiso social: el artista o su obra.
-La obra es un lugar donde yo trabajo, muy tranquilo, preocupado o enojado, pero me limpia. No necesito reflejar en la obra lo que me pasa, descargar mis preocupaciones o locura. Lo negativo creo que se va por otro lado, cuando trabajo no lo dejo plasmado en mi obra. Yo no podría hacer una obra política.
Mi compromiso no está ahí, va por otro lado; está en el tiempo que le dedico, con una palabra que digo, o cuando tengo que poner el cuerpo. No en mi obra, mi obra no es un lugar donde yo me refugie para decirte algo o transmitir un mensaje. Fluye, nunca me pasó eso.
Si es verdad que tuve una época donde trabajé enojado, muy enojado, y tampoco, pero a lo mejor puede verse en mis trabajos más oscuridad porque tenía otra necesidad de color.
Ahora está muy colorida toda tu obra. Parece que estás en un muy buen momento.
-Estoy en un momento de mucha plenitud, ¡eso seguro! Mucha felicidad porque pude salir otra vez a flote. Yo pensé al llegar la pandemia que era el final de una etapa y sin embargo después repunto y fue una cosa explosiva.
¿Te propusieron alguna vez sumarte a la política y formar parte de algún partido político?
-Yo no vine a este mundo para ser un dirigente político, sino para trabajar desde lo social. Estoy muy informado, me interesa y apasiona analizar la situación del país y del mundo, pero tengo mucha claridad respecto a quién soy, qué quiero hacer y cómo hacer las cosas. Me ofrecieron varias veces, tuve muchas charlas, pero sé como me quiero levantar todos los días. A mí a la noche me gusta charlar con mi mujer, me gusta compartir con mis hijos, verlos crecer y acompañarlos; y quiero seguir haciéndolo hasta el último día de mi vida, no dejaría nada por la política.
Además de tu trabajo y la familia, ¿qué otras cosas te divierten o disfrutás?
-Mi papá era muy conservador y muy leído, tenía una gran biblioteca, y heredé ese amor y pasión por los libros. La gran contradicción es que -si bien yo armé un montón de bibliotecas-, no llegué a leer ni el 3% de los libros que tengo. Me encanta comprarlos pero no los leo. Soy un acumulador serial de libros (carcajadas) Luti, mi mujer, lee mucho y me lee. De pronto me dice ´escuchá esto´ y hablamos y debatimos sobre el texto. Me interesa pero me cuesta sentarme y arrancar con la lectura. El tema, además, es que me encantaría tener un día con 40 horas. Quiero hacer todo y no me alcanza el día.
Niño mimado, niño malo, niño en tus obras… niño que quiere que le cuenten cuentos. Tu niño interior es muy libre parece. Espontaneidad, calidez, imaginación, rebeldía y alegría son tu marca registrada. Milo se reconoce “muy niño” y nos invita con el ademán de alzar una copa para brindar.
-¡Celebremos!
“Para tener una vida en armonía con la naturaleza se empieza por lo más chiquito: por cerrar la canilla cuando lavás los platos o cuando te lavás la cara. Usar lo justo y necesario; tener presente de que hay mucha gente que no tiene acceso al agua potable y que nosotros no podemos derrocharla. Se trata de tomar conciencia y llevarla a cada uno de tus actos.”
Hablando de niños, ¿cómo es la relación de Milo papá con sus hijos?
-Con la pandemia aprendí a ejercitar la paciencia, es una virtud genial, manejas de otra manera la emoción del otro. Por ejemplo ayer mi hija más chica Paloma, que está por cumplir 3 años, estaba con fiebre y rompió toda la noche. Nosotros ya veníamos mal dormidos, pero si no se puede no me hago un drama. Entonces entre que preparé la mamadera, la calmé, después fui a buscar un pañal, fui y vine mil veces, me desvele y ya no me enojo con eso. Aproveché y estuve leyendo cosas de Picasso.
¡Leés entonces! Le dije, y él soltó una carcajada contagiosa.
-Sí, terminé sacando dos libros y cuando me di cuenta eran las cuatro y media de la mañana, y a las 7 am ya estábamos arriba. Tenía que llevar a Jero a la psicóloga y a TEO porque tiene dislexia, trastorno del lenguaje mixto. Es brillante en matemáticas parece Rain Man, y muere por leer aunque le cuesta. La mamá le lee todos los días y es como una esponjita, absorbe todo. También sigue mucho a youtubers y cosas con mucha información, se chupa todo. Después te dice ´Papá sabías que el 14% de los seres humanos…´ ¡Es un genio total!
Aprendés mucho de él, ¿Jero es tu hijo ambientalista?
-Sí, Jero con sus 8 años, abraza la causa ambiental. Es vegano, no quiere comer más carne y se presenta como una de las personas que no come gallinas. Yo hago muchos asados, y esta semana paso un amigo que me dejó un cabrito y se lo mostré. ¿Qué me dijo? ´Papá, pensá en la mamá. Lo debe estar buscando por todos lados, pobrecita´. Tiene una sensibilidad y un nivel de reflexión admirable. Tiene una cabeza tremenda. También me cuestiona cuando uso carbón, sus argumentos me impresionan. Me dijo: ´papá vos sabes que todos estos carbones son de los montes que van talando, cortan los arboles y los queman. Y cuando vos hacés un asado colaborás con esa gente que desmonta´. La próxima le hacemos una nota a Jero… risas.
¿Te convencerá para transicionar al veganismo?
-No, no creo que suceda, al menos en esta vida. En otra tal vez. Creeme que no sé de dónde surgió tanto interés y compromiso ambiental, aprendemos mucho de él, y lo respetamos. Con Luti, somos muy abiertos y súper amplios siempre.
¿Cómo conectas con la naturaleza?
-Confieso que me costó la decisión de vivir en Tigre, me resistí mucho, siempre fui muy urbano. Pero no me arrepiento, fue la mejor decisión para el bienestar de toda la familia. A mí, me da calma, me gusta mucho vivir rodeado de naturaleza. Hay días que me quedo colgado abajo del sauce, mirando el agua… me hipnotiza, me da una sensación de paz, una serenidad, lo llamamos “mal del sauce”. Es un árbol de la ostia, abajo le hice un deck y le metí una mesa de bar y una parrilla, es como un quincho natural. Ese es mi lugar: para tomar mate, comer asado, tomar una cerveza, reflexionar o simplemente contemplar. Estoy ahí descalzo pisando el pasto, entre muchos patos, coipos, mucha naturaleza. Teníamos también un carpincho: “Pancho” que paseaba por el barrio. Se fue porque están construyendo, le invadieron su casa.
Mi casa es una casa muy vivida, esta siempre detonada, con muchos chicos que vienen a jugar. Eso me encanta, le da otra vida, una energía tan linda que disfruto mucho llegar a casa.
La educación es una de tus preocupaciones, ¿y el cambio climático? ¿El futuro en términos ambientales?
-Sí, ¡me preocupa mucho! Por mis hijos, por las próximas generaciones, Mirá Chaco, es una de las contradicciones de nuestro país, la provincia tiene por ejemplo el acuífero guaraní, la reserva de agua dulce más grande de Sudamérica. Todo el mundo habla del Amazonas, pero en realidad es el Gran Chaco que cruza toda la provincia de Chaco, parte de Corrientes y de Formosa y de ahí va a Paraguay. Esa napa de agua dulce es una reserva tremenda de las más importantes del planeta. Pero acá no se cuida nada, hoy es un desastre todo lo que está pasando en el norte. No se ha frenado el desmonte, se perdió una cantidad enorme de bosques, irrecuperables. Todo esto produjo muchas muertes, invasiones y migraciones de bichos. Esas quemas que vimos en Corrientes se producen intencionalmente por interés económico, para poder plantar lo que quieren y hacer su negocio; o por el descuido de la gente, que por accidente provoca incendios. Me parece muy importante que se entienda el rol clave que cumplen, su función. Como te decía antes, nosotros en Argentina tenemos el problema recurrente de la economía que no permite ver y priorizar a quienes nos gobiernan la educación. La dejaron de lado y más aún la ambiental. Se aprobó ahora la Ley de Educación Ambiental, es un gran paso, pero ¿está regulada, cómo se va a implementar?
Además cuando se tiene tantas reservas naturales… A donde vos viajes dentro de Argentina encontrás reservas: montes, ríos, agua dulce, clima, los glaciares…
¿Pensás que esto de disponer de tantos recursos nos hace comportar como si fueran inagotables?
-Si, en la cabeza de la gente son inagotables.
¿Qué acciones realizas en tu vida cotidiana relacionadas con el cuidado ambiental?
-En casa se practica el cuidado del medioambiente de muchas maneras, y Jero es el principal promotor. Durante el día por ejemplo, utilizamos todo (hasta el lavarropas y heladera) con energía solar. Tengo paneles solares porque Jero lo propuso. Un día vino a comer uno de los compañeritos de Tomás -su otro hijo-, con los padres. El papá nos contó que se dedicaba al desarrollo de paneles fotovoltaicos y avanzamos con la instalación. Solo a la noche nos conectamos a la red.
¿Qué otras cosas haces en tu día a día?
-Separamos toda la basura, tenemos tachos gigantes, gracias a Jero -obvio- que armó esto en casa. Con los desechos orgánicos que separamos hacemos compost. Uso mi moto eléctrica para ir a trabajar todos los días y moverme por la zona. Todavía no juntamos agua de lluvia, pero seguro próximamente.
Todos podemos hacer algo para tener una vida en armonía con la naturaleza, ¿qué recomendas para que otros comiencen?
-¿Cómo se empieza? Se empieza por lo más chiquito. Se empieza por cerrar la canilla cuando lavás los platos, cuando te lavás la cara. Se trata de cerrar la canilla y usar lo justo y necesario; de ser consciente de que hay mucha gente que no tiene acceso al agua potable y que nosotros no podemos derrocharla. Yo no me hago ambientalista yendo a atarme a un árbol para que no lo corten o haciendo grandes campañas. Yo soy ambientalista consumiendo productos que no dañen de manera directa al planeta. Se trata de tomar conciencia y llevarla a cada uno de tus actos. Es importante el cuidado desde lo más pequeño.
Tu camisa dice “Soy feliz”, ¿lo sos?
-Sí, soy muy feliz. Estoy en una etapa de mi vida en la que disfruto mucho y estoy inmensamente agradecido. Pero eso es una cosa que aprendí de chico. Fui un niño feliz y me convertí en un hombre grande feliz.
Niño feliz, adulto feliz. ¿En el medio?
-En el medio, me dí algunos porrazos, aprendí y la vida me hizo morder la tristeza muchas veces.