Vivir en un lugar donde todo lo necesario esté como máximo a 15 minutos caminando o en bicicleta puede ser una gran opción. Tener supermercado, escuela, plaza, restaurantes y trabajar en el área donde vivimos, evitando grandes desplazamientos diarios supone un gran salto en nuestra calidad de vida.
Carlos Moreno, investigador colombiano, fue quien tuvo la idea; y Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, fue la primera en aplicarlo, incluso antes de la pandemia, para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Ahora, son cada vez más las ciudades que buscan replicar el modelo, aprovechando los cambios que trajo el coronavirus.
Para Moreno, se trata de romper con el círculo vicioso de la gran ciudad, donde se producen desplazamientos obligados de millones de personas muy temprano a la mañana y al final de la tarde, y que van «apiñados» en el transporte público. Lo que justamente se desaconseja en período de pandemia. Para ello es fundamental la descentralización. Es decir, que la ciudad tenga múltiples centros para satisfacer las funciones básicas. Vivimos en ciudades segmentadas, donde todo lo que necesitamos está distanciado. Estamos de paso por los diferentes barrios de acuerdo con lo que necesitamos, creando un anonimato entre todos.
Se trata entonces de usar más y mejor el espacio público, y darle a cada lugar múltiples usos para que las personas puedan reapropiarse de él. Así, por ejemplo, le quitaríamos la prioridad al vehículo y se la devolveríamos al ciudadano, para caminar, andar en bicicleta, realizar actividades recreativas o comer en mesas al aire libre.
Al hacerlo, no solo mejoramos nuestra calidad de vida en la ciudad en términos generales, sino que también estamos ayudando a frenar el cambio climático. Más de la mitad del planeta está ocupada por ciudades y estas producen emisiones contaminantes por el transporte, la energía, la vivienda y los residuos. Hasta la economía se ve beneficiada. La ciudad de los 15 minutos fomenta una distribución más equitativa y pareja, y no concentrada en pocos lugares, lo que favorece a los comercios locales; así como busca crear lugares de trabajo próximos o disminuir la obligatoriedad de la presencia física.
Es fundamental la descentralización. Es decir, que la ciudad tenga múltiples centros para satisfacer las funciones básicas sin grandes desplazamientos.
«El mundo urbano está llegando a su techo; la realidad no resiste el cambio climático: estamos llegando a los límites de un mundo que ya no puede dar calidad de vida. Es hora de una transformación de las ciudades, debemos cambiar la relación del tiempo con el espacio,» afirmó Moreno en un reciente seminario de la Universidad de Buenos Aires.
Esto se suma al concepto «walkability» término en inglés que se utiliza para medir el grado de amabilidad de una ciudad a la hora de transitarla a pie.
«El automóvil, que una vez fue un instrumento de libertad, se ha convertido en una prótesis que pone en peligro nuestras vidas, malgasta nuestro tiempo y genera gases contaminantes», señalaba en una charla TED el planificador urbano estadounidense Jeff Speck, ya en 2013. Entre los factores que más influyen en la posibilidad de caminar figuran la calidad de las veredas, los patrones de uso del suelo, las condiciones de sol y sombra, el mobiliario urbano y la seguridad, así como también el acceso al transporte público y la disponibilidad de bicisendas y bicicletas. Pero la clave está, por cierto, en evitar los grandes desplazamientos logrando una vida cercana.